La final fue vibrante, inolvidable, y, a la vez, sufridísima para las chicas dentro de la cancha y para los millones de argentinos que quedaron prendados por la entrega de las chicas dirigidas por Sergio Vigil.

¿Por que sufrida? Porque la Argentina, que se coronó por primera vez en su historia campeona del mundo, ganaba 1 a 0 con el gol de Inés Arrondo, a sólo dos del cierre igualó, de córner corto, Boomgaardt. Y luego el suplementario con gol de oro -ahí estuvieron muy cerca dos veces las europeas- y en los penales apareció Mariela Antoniska para vestirse de Goycoechea, quedarse con cuatro disparos naranjas y tocar el cielo con las manos.

Las "Leonas", según el comentario del sitio de Internet cityhockey.com, debieron apelar a su garra y a la serenidad en los momentos más dramáticos para sacar adelante un partido que tuvo cambios de rumbo inesperados.

El partido fue muy parejo durante toda su extensión. De entrada nomás, a los cuatro minutos, una gran jugada de Luciana Aymar -robó la bocha en la salida holandesa-, le permitió a Inés Arrondo abrir el marcador. La táctica planeada por Vigil rindió frutos en el primer tiempo. De hecho, Holanda tuvo una posesión de la bocha en un 66% pero las chances de gol fueron de la Argentina, que tuvo una defensa muy sólida que evitó que las europeas no tuvieran ningún córner corto.

Pero en el segundo tiempo, Holanda fue tomando confianza a medida que fue teniendo esos temidos córners cortos. Así, de a poco, Antoniska se transformaba en figura con tapadas increíbles, la principal excusa, por momentos, de que Argentina siga ganando. Llegó el final de los setenta minutos reglamentarios y se debió jugar tiempo suplementario donde las holandesas, en dos ocasiones, estuvieron cerca de deshacer el sueño de las chicas pero allí estaba Antoniska, en una tarde brillante.