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Kobe, rodeado de aves carroñeras por culpa de la directiva de los Lakers

D'Angelo Russell ha sido objeto de críticas durante toda la temporada, pero su último tropiezo pudiera marcarlo el resto de su carrera Jayne Kamin-Oncea/USA TODAY Sports

No hay despedida perfecta cuando cuesta tanto decir adiós. Pero la de Kobe Bryant es definitivamente la antítesis de la partida que tenía idealizada. Su deseo siempre fue el de dejar su legado en manos de jugadores que tuvieran una mezcla de personalidad, carácter, calidad y competitividad que garantizaran un futuro cargado de éxitos a la franquicia por la que tanto luchó. Sin embargo, del mundo de las ideas de Kobe, del porvenir de púrpura longevo y oro reluciente a la realidad hay un trecho. El escudo de los Lakers está manchado y costará mucho darle el brillo de antaño. Y es que lo que realmente deja tras de sí Kobe es un nido de aves carroñeras que no saben ni volar por su cuenta.

La contradicción en la que viven los Lakers es arrolladora. Por un lado tenemos a un Kobe que está haciendo la gira de un adiós programado mientras el equipo se desmorona con una falta de compromiso alarmante que desemboca en resultados desastrosos, episodios de infidelidades y de comportamientos más propios de niños ricos sin educación. Los Lakers se pierden más todavía en la deriva deportiva, institucional y, ahora, con la confianza mermada en las relaciones personales.

Ya nadie se quiere compartir mesa con D'Angelo Russell después de propagara un vídeo en el que Nick Young reconoce infidelidades cuando está a punto de casarse con la rapera australiana Iggy Azalea. Su compañero, Lou Williams se levantó literalmente de la mesa cuando el novato intentó sentarse a su lado. Ya nadie se siente a gusto con él porque su falta de ética la situación de Young, condenable por cierto, ha sido demasiado notoria. Si las acciones del veterano son ruines, la reacción de Russell queda exactamente a la misma altura: a la de la suela de los zapatos.

Será que les gusta nadar en aguas contaminadas, cavar su propia tumba deportiva sin la inteligencia suficiente como para prever que el futuro les dará la espalda. A uno por mentiroso y al otro por ruin. Al uno por reírse de la vida sin respetar a los demás y al otro por tener los 19 años de edad más inmaduros que se recuerdan en la NBA.

Mientras tanto los Lakers siguen a lo suyo gestando la peor temporada de su historia en una semana en la que han empatado con el peor resultado de su historia. Hace tan solo dos días, los laguneros cayeron ante Utah Jazz por una diferencia de 48 puntos, un marcador que no pudo eclipsar la despedida de Kobe de Salt Lake, pero que sí le dejó un sabor de boca relativamente amargo. La Mamba Negra aprendió a dimensionar y las derrotas ya no le afectan cuando su foco está en repartir abrazos a diestro y siniestro. Ni siquiera la incapacidad de dejar el testigo de la franquicia en la que alcanzó cinco anillos a un grupo competente parece quitarle el sueño. Kobe ya va a lo suyo y lo último que necesita es limpiar la mugre que hay en los Lakers actuales.

Los que sí debería tomar nota son los miembros de la directiva. Tanto Mitch Kupchak como la familia Buss necesitan arreglar un desaguisado que ellos mismos han creado. Su incapacidad a la hora de elegir a jugadores competentes para la franquicia ha vuelto a quedar patente. Fueron a por Russell en el draft y le eligieron en la segunda posición, pero pasaron por alto su personalidad inmadura lo que evidencia que el scouting de los Lakers no cubre otras áreas como el carácter y la compostura. Con Young sucede lo mismo. Los derrapes en su vida personal fueron demasiados y a veces afectaban en la convivencia dentro de la duela (llegaba tarde a los partidos, bromeaba demasiado...) Le renovaron el contrato, y ahora se durmió en los laureles. Ya no anota triples y se le conoce más por sus fallas de comportamiento lejos de las canchas (véase el episodio en el que se le acusó de gritar improperios de carácter sexual a dos mujeres en Hollywood), y ahora esto.

Kobe se marchará y dejará en la memoria momentos brillantes, pero también a unos Lakers que no saben ni dónde están. En sus manos está el darle un buen tirón de orejas a la directiva para que de una vez por todas aprenda a elegir a los jugadores del futuro. Lo hicieron de pena con Dwight Howard y Steve Nash. Ahora con Young y D´Angelo Russell, en quién llegó a recaer la responsabilidad del futuro lagunero.