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Tim Duncan o el triunfo del sacrificio y el esfuerzo

Hoy lunes 25 de abril, cumplió 40 años Tim Duncan, una leyenda del básquetbol y el ancla fundamental de una franquicia que ha demostrado que la vieja escuela aún está vigente y tiene muchas cosas por decir. "Algo habrá hecho", pienso, mientras observo un video de Duncan realizando el mismo truco con pies y manos, una, otra, otra, y otra vez. Juego con las cartas cara arriba y pienso lo que diseñó para conseguir algo así con cuatro décadas a cuestas. Con dolores recurrentes. En los mejores teatros del mundo. Aquí son claras las causas y las consecuencias de un modus operandi sostenido.

Hay que enseñarle de una buena vez a los jóvenes que el éxito está en el camino, no en el final de las cosas. Que el sacrificio paga, que las cosas requieren trabajo, que la búsqueda de la excelencia se encuentra en la ruta, que siempre, pero siempre, es sinuosa e impredecible, jamás una autopista. Habrá que preguntarle a Duncan cuantas pesas tuvo que levantar en su vida para llegar a ser quien es hoy, cuántos placeres tuvo que esquivar para alcanzar la sintonía fina de su maestría, cuántas veces tuvo que decir no cuando la respuesta sencilla era decir sí. Para bien o para mal, el entorno ayuda. ¿Acaso esta fidelidad con uno mismo y con su entorno no es lo verdaderamente encomiable? ¿O vamos a pensar que Duncan, Manu Ginóbili, Gregg Popovich y tantos otros son grandes SÓLO por los títulos? La ética de trabajo, los valores, los sacrificios. Estos son los tipos ejemplares, esta es la gente que vale la pena recomendarle a los jóvenes para emular. No importa si son jugadores de básquetbol, escritores, cineastas, o lo que fuere.

Hace algo más de una semana, cinco adolescentes murieron por consumir drogas sintéticas en una fiesta privada en Buenos Aires. Según las investigaciones del caso, se trató de la ingesta de comprimidos denominados 'Superman', que se vendieron -y venden- como un derivado del éxtasis. La tragedia aún no ha tocado fondo, porque muchos chicos se encuentran aún internados con cuadros complejos. Los especialistas del tema hace días que desfilan por los programas de televisión hablando de prevención, de consumo de sustancias, del rol que han empezado a tener estas pastillas en edades tempranas.

Las fiestas electrónicas, en auge desde hace años, tienen un vínculo directo con esta clase de sustancias. Desde un punto de vista técnico, hay que hablar de los estupefacientes per se. Desde un punto de vista social, hay que pensar en lo que pasa hoy por la cabeza de los chicos a nivel general. Se dice que hay falta de ejemplos, ausencia de valores, necesidad de vivir el día a día como si fuese el último. Verán, una cosa está enlazada con otra: lo que antes se hacía en grupo, ahora se hace de manera individual. La vida a través de la pantalla, el celular como modo de comprensión de todo, el hedonismo como regla, la desinformación como método para esquivar el dolor, la falta de compromiso como moneda de circulación recurrente.

Y entonces, se exige responsabilidad a chicos de 17 años en un terreno de comunicadores cargados de irresponsabilidad. "Hágase millonario en siete minutos". "Sea ingeniero industrial en un año y medio". "Disfrute de los beneficios de la televisión satelital antes de pagar un peso". ¿Qué clase de mundo funciona de esta manera? Sin dudas, uno falso y peligroso.

No se trata de ser el mejor del mundo en lo que uno hace, porque eso es verdaderamente difícil. Se trata de trabajar duro con uno mismo para ser todo lo mejor que uno puede ser en lo que lleva a cabo. Y entonces la gema estará pulida. "Son mucho más importantes los principios que las conveniencias deportivas. Los equipos con principios terminan a la larga siendo mejores deportivamente", dice Marcelo Bielsa. "Cuando yo era chico, y vivía en un barrio, la gran novedad o logro era tener un auto, y cuanto más lujoso era el auto más reconocimiento para la familia que lo había obtenido. Pero había una distinción para nosotros, el reconocimiento a la familia era en función de qué había hecho para conseguir ese auto. Había familias en las que trabajaban padres e hijos y se compraban un Seat. Y había familias que se ganaban la lotería y se compraban un Mercedes Benz. Y nosotros valorábamos al que trabajaba mucho y se había comprado el Seat. Le doy ese ejemplo porque a partir de ahí aprendí que no se evalúa lo conseguido sino lo merecido. Primero hay que ver si el medio está de acuerdo con que se evalúe lo merecido y no lo conseguido, la respuesta es no", agrega.

Duele este exceso de individualismo en el que estamos sumergidos. Es triste ver a un pibe que salta sin parar toda la noche y se deshidrata para evadir lo que ocurre alrededor. Es la desaparición del nosotros y la autodestrucción sistemática del yo como modo de ser aceptado en un mundo enfermo y asfixiante. Una especie de ritual ancestral con ausencia de chamanes, un desequilibrio absurdo que sólo puede despertar el caos.

Volvamos de una buena vez a lo que tiene que ser. Defendamos, mostremos, exijamos que se conozcan las personas como Duncan. Todo el tiempo. Premiemos a los que hablan con el mensaje claro que dice que para que brille el individuo tiene que brillar el conjunto, el grupo, porque nada, y la historia lo demuestra, se puede conquistar solo. No caigamos más en los espejismos macabros del éxito instantáneo. Todo lo excesivamente veloz es peligroso y efímero. Volvamos a abrazar a la gente que se sacrifica, que trabaja, que se esfuerza. Que consigue cosas reales. Amigos, los que defendemos esta premisa, no garantizamos demasiado. No prometemos que alguien pueda ser Superman con esta receta. No aseguramos fortunas ni placeres recurrentes.

Sólo el honor, la gratitud y la esperanza de una vida recorrida a pleno.