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¿Quién gana; quién pierde en el cambio de Derrick Rose?

Es difícil que la incorporación de Derrick Rose a New York Knicks sea aprobada por unanimidad por los fanáticos de la franquicia de la Gran Manzana. Podrían estar equivocados, como se demostró con Kristaps Porzingins, quien pasó de ser abucheado cuando fue elegido hace un año a ser adorado en pocos meses. Pero hay mucha razón en sus temores y desconfianzas.

La accidentada decadencia de Rose a lo largo de sus siete temporadas en la NBA bajó su rango del nivel de joven superestrella al de jugador destacado. La noche del draft de 2008 fue para el armador y piedra angular del proyecto de Chicago Bulls uno de los momentos más felices de su carrera. Su comienzo fue fulgurante tras ingresar en la liga por la puerta grande y como primera elección. Acaso no es prometedor el futuro de un Novato del Año y el Jugador Más Valioso más joven de la historia de la NBA (2010-11).

El periplo inicial de Rose, quien cumplirá 28 años de edad al comienzo de la campaña, fue el cuento de hadas que todo aspirante a jugador profesional querría vivir, después, el príncipe se convirtió en rana y el futuro determinará cuál será su lugar en la competitiva historia de la NBA si la charca o el palacio.

El gerente general de los Knicks, Phil Jackson, sigue haciendo cábalas para configurar una plantilla que mantenga contentos a los que cada noche acuden al Madison Square Garden. La tarea es ardua y su primer gran movimiento fue el de contratar a un Rose perseguido por los fantasmas de Philadelphia 76ers. Desde que se fracturó el ligamento anterior cruzado de la rodilla izquierda en la postemporada de 2012, tan solo jugó un 39 por ciento de los partidos que debería haber disputado desde la temporada 2013-14. Recaídas, miedos y cuatro revoluciones menos en su juego le acabaron pasando factura.

Rose perdió gran parte de su identidad desde que se fracturó la rodilla. De los 21.0 PPJ, 46 por ciento en tiros de campo y 6.8 APJ que registró de media en las cuatro temporadas previas a la lesión, pasó a 16.9 PPJ, 41.2 por ciento de efectividad y 4.8 APJ tras el percance. El que fue uno de los jugadores que más destreza demostró a la hora de penetrar a canasta durante su mejor época, vivió una mejora desde el comienzo de 2016 (17.7 PPJ, 45.3 por ciento en tiros de campo, 8.4 puntos en la pintura y 55.3 por ciento de puntos en sus incursiones al aro) con respecto a 2015 (14.4 PPJ, 38.6 por ciento, 6.8 PPJ en la zona pintada y 44.6 por ciento en penetraciones).

Los Knicks se apegan al positivismo de esa versión mejorada, aunque lo que realmente están obteniendo es a un base que no ha jugado 30 minutos de partido en 10 juegos consecutivos desde la temporada 2011-12 y cuyo impacto ha sido negativo según el balance de más y menos diferenciales de ESPN (Real Plus-Minus) donde se encuentra en la posición 81 de los 85 bases de la liga.

Los Bulls, en cambio, ansiaron caras nuevas después del fracaso de este año, primera ocasión que no clasificaron para la postemporada desde justo antes de que llegara Rose. Los Knicks ansían despegar de una vez por todas, y es que desde el año 2000 tan solo se clasificaron a la postemporada en cinco ocasiones y en solamente una superaron la primera ronda. Ambos planteles ansían frescura en el vestuario y los Bulls ya se cansaron de depender del que fue su niño bonito.

El pívot, Robin López, el armador/escolta, Jerian Grant y el base, José Calderón vuelan a la Ciudad de los Vientos y los Knicks se quedan tan contentos con Rose, el escolta/alero, Justin Holiday y una elección de segunda ronda en 2017. Desde la perspectiva de los Bulls, la capacidad de sacrificio y fortaleza del centro le convertirá en una de las piezas clave del equipo. López se unirá a un Jimmy Butler que agarrará la batuta. En los 11 partidos que jugó sin Rose, promedió más de 27 PPJ, siete APJ y 7 RPJ.

Grant propone un juego atlético, con maneras defensivas y una buena opción en la segunda unidad. Holiday, por su parte, recalará en Nueva York con un anillo de campéon (Golden State Warriors el año pasado) pero con un sentimiento nómada y demasiado poco arraigado después de haber pasado por cinco equipos en cinco temporadas.

Es difícil medir qué sacan con este movimiento los Knicks. Rose se enfrenta a su último año de contrato y será agente libre de cara a la campaña 2017-18. Si funciona el matrimonio y el tener un nuevo comienzo le ayuda a desplegar su mejor juego, Jackson respiraría tranquilo con un base franquicia después de que la combinación de armadores del año pasado fuera la cuarta peor de la liga con mínimos de 7.6 PPJ y 3.8 APJ. En caso contrario, contarían con alrededor de 20 millones de dólares para el año que viene con el fin de seguir intentando regenerar las esperanzas. El negocio de Rose es cuanto menos arriesgado desde el punto de vista de la urgencia.

Carmelo Anthony y Porzingis podrían beneficiarse de una velocidad en el juego que presumiblemente debería ganar enteros con Jeff Hornaceck como coach, incluso el jugador de segundo año contará con otro veterano valioso para su desarrollo. A los Knicks aún le quedan 30 millones de dólares en espacio salarial de cara a la agencia libre de este verano. La capacidad de atracción de Rose también es algo con lo que cuenta Jackson. Dos nombres podrían barajarse: los de Joakim Noah o Pau Gasol. Ambos serían refuerzos del agrado del gerente para el juego interior. Será difícil evaluar la presencia del nuevo armador hasta que no se configure la plantilla.