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Gonzalo Aguirregomezcorta, ESPN Digital 8y

El legado combustible de Kevin Durant

El dolor afecta a la memoria y en ocasiones provoca retrocesos en los eslabones de la evolución humana. A veces, los comportamientos neandertales se vuelven a poner de moda como lo hacen los sombreros, los pantalones de campana, los discos de vinilo o las cámaras Polaroid. Pero ninguno de estos estilismos o accesorios son comparables a los usos prehistóricos que se están viviendo en Oklahoma por parte de un par de cavernícolas con los recuerdos distorsionados y la 'tontitis' agudizada.

La salida de Kevin Durant después de nueve años en Oklahoma City Thunder provocó episodios de quema de camisetas con el dorsal 35 y el nombre del Jugador Más Valioso de 2014 a la espalda. Las reacciones a la decisión del jugador cuentan con otros precedentes como el de LeBron James cuando se marchó a Miami Heat en 2010. Muchos en Cleveland se arrepienten de haberse deshecho de unas equipaciones que ahora valdrían su peso en oro.

Pasó nueve años en un Thunder que le trató a la maravilla tras ser elegido por la otrora formación de Seattle Supersonics (número 2 del draft). Durant remó en un plantel que llegó a contar con un 'Big Three' de potencial presumiblemente ilimitado pero con fecha de caducidad. Poco duró el trío formado por el alero, por Russell Westbrook y por James Harden, quien se marchó a Houston Rockets después del varapalo de las Finales perdidas ante el Heat en 2012. Dos años antes, Durant había firmado una extensión por cinco años en los que mostró plena fidelidad a su equipo.

En sus nueve campañas de periplo, el vencedor de una medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 (y miembro senior de la próxima expedición a Río de Janeiro), dejó constancia de todo lo que sudó por los suyos. Lo hizo cuando Westbrook cayó lesionado y tomó la batuta del Thunder para convertirse en el primer JMV de la historia de la franquicia. En aquella temporada 2013-14, le avalaron 32.0 puntos y 6.7 rebotes por juego, y llevó el nombre de un mercado minúsculo como el de Oklahoma a todos los rincones del mundo. Antes, en su año de debut, logró erigirse como el Novato del Año en la que sería la primera alegría de los Supersonics en 12 años, cuando en la temporada 1995-96 y con Gary Payton a la cabeza, el equipo llegó y perdió las Finales contra los Chicago Bulls de Michael Jordan y compañía.

Ningún otro jugador de la franquicia en las dos ciudades en las que estuvo formó parte del Primer Equipo de la NBA en cinco ocasiones, tampoco hay integrante histórico (sin contar con algunos miembros actuales como el propio Westbrook, Nick Collins o el defenestrado Serge Ibaka) que haya participado en cuatro Finales de Conferencias. Hasta la era actual del Thunder, Payton había sido el jugador más ilustre, aunque con la salida de Durant la situación queda igualada. Necesitó cuatro temporadas (358 partidos) más para superar al alero natural de Washington en 541 puntos y 16 victorias, por eso el dorsal 35 es el segundo. Ambos llegaron al Juego de las Estrellas en siete ocasiones.

La imagen de Durant ya no cuelga del Cheseapeake Energy Arena después de que un operario la retirara el martes por la mañana. El futuro miembro del Salón de la Fama dejó una huella imposible de rellenar y el daño que su marcha ha provocado a la franquicia es irreparable. Las razones, en cambio, son comprensibles para todo aquel mortal que no haya quedado anclado en la Edad de Piedra. Se podrá tardar más o menos en digerir y asumir, ya se sea natural de Oklahoma o parte de la construcción de un proyecto que queda cojo, pero la lógica del jugador prima por encima de todas las cosas: alcanzar un campeonato. En el Thunder tuvo su chance en 2012 y en la campaña que recién acaba estuvo a dos minutos de juego para llegar a las Finales.

Ahora se marcha al equipo que le quitó el sueño hace poco más de un mes. Lo hace porque no quiere pasar a la historia del mismo modo que lo hicieron jugadores como Karl Malone, quien finalizó su carrera como el segundo máximo anotador de la historia de la NBA, con dos JMV, dos medallas de oro olímpicas y como participante en los playoffs en todas las temporadas que estuvo en liza; aunque sin ningún anillo en sus dedos. Ya fue demasiado tarde cuando Malone decidió que ya había sido lo suficientemente leal a Utah Jazz.

Durant tenía la oportunidad de escribir su propio destino con 28 años de edad. La aprovechó para formar parte no sólo de la franquicia más potente en la actualidad, sino de la que sobre el papel podría ser una de las más grandes de la historia. ¿Garantiza eso que cumpla el sueño que comenzó a hilvanar en la pequeña población de Seat Pleasent cuando tan solo era un niño? No, pero se ha colocado en una posición muy favorable para ello.

Claro, que de eso los neandertales no saben nada cuando el legado de un jugador único no sirve más que de combustible para quemar sus camisetas.

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