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Gonzalo Aguirregomezcorta, ESPN Digital 8y

Paul Pierce opta por una despedida a lo Kobe Bryant

Son días de gloria, de reflexión y de toma de decisiones. Los últimos meses han sido movidos. El adiós glorificado de Kobe Bryant, Tim Duncan, Kevin Garnett, y ahora Paul Pierce, extinguió parte de una especie cuyo paso por este mundo deportivo ha estado marcado por la excelencia, la competitividad y los éxitos. Se va un estilo de vieja usanza. Algunos dinosaurios de la NBA dicen adiós mientras los 'Milenials' o la 'Generación Y' se abren paso. Los video selfies cada vez tienen más peso, el discman hace tiempo que pasó de moda y los valores siguen reflejando la metamorfosis social.

La extinción de la tercera edad del básquetbol tiene dos corrientes definidas. La primera, la de Duncan y Garnett. La del abrupto, la retirada por la vía rápida, sin más ruido que el del eco de su prestigio. La segunda, la de Bryant y ahora Pierce, la de la extensión de su notoriedad, la del regusto a despedida. Ambas maneras de despedirse son válidas, aunque ejemplifican formas de ser distintas. Como la vida misma, como la selva de personalidades de la liga.

Son tiempos de gloria, de reflexión y de toma de decisiones, y Pierce aprovechó el rebufo para dar el pistoletazo de salida a su nueva vida. Lo hizo a través de 'The Players Tribune', ese nuevo periodismo invertido en el que los cronistas son los propios jugadores.

"Esta es mi decisión final. Es hora dejar el mundo del básquetbol. Como cualquier otra decisión, creo que hay que estar en paz con uno mismo. Estoy en paz con mi retirada, pero aún tengo un último viaje, Una temporada más. Una última oportunidad. Con los Clippers, en la ciudad en la que crecí. Estamos hambrientos, queremos ganar un campeonato. Después de 18 años en la NBA es difícil creer que estaré jugando en cada estadio por última vez. Así que aprovecharé cada práctica, cada viaje en bus, cada cena con el equipo, cada salida por el túnel. Voy a contribuir para darnos una oportunidad de lograr el objetivo último", afirmó el alero de 38 años de edad.

Repasar la carrera de Pierce es anticipar demasiado su adiós. Aún le quedan 82 partidos de temporada regular en un equipo angelino que es manifiestamente más competitivo que sus vecinos y eternos rivales de Los Angeles Lakers. Esa misión lleva años cumplida, aunque la asignatura pendiente es la de alcanzar la cima. No hay ningún campeonato en las vitrinas de los Clippers, ni siquiera hubo una temporada en la que de aspirantes potenciales se convirtieran en aspirantes reales. El mejor resultado en los playoffs que consiguieron en los últimos cinco años es el de las semifinales de conferencia en tres ocasiones, las otras dos, incluido el año pasado, la primera ronda guillotinó el proyecto de Doc Rivers.

De cara a esta temporada, los Clippers cuentan con algunas caras nuevas. Marreese Speights es la adquisición más esperanzadora de los angelinos, además otros jugadores como Brandon Bass, Raymond Felton, Alan Anderson, Brice Johnson o Diamond Stone recalan para potenciar una banca que seguirá estando comandada por Jamal Crawford, Austin Rivers, Mbah a Moute y Wesley Johnson, todos ellos con contratos refirmados. Los jugadores que abandonaron la nave fueron Jeff Green, Cole Aldrich, Pablo Prigioni, C.J. Wilcox y Jeff Ayres. El quinteto titular parece claro con Chris Paul, DeAndre Jordan, Blake Griffin, a Moute y J.J. Redick como las bazas más importantes. La primera unidad cuenta con talento de sobra, aunque la incógnita reside en cómo carburarán a nivel colectivo e individual.

Pierce será el más veterano de una formación que demostró su madurez cuando su expropietario, Donald Sterling, evidenció un manifiesto racismo contra los afroamericanos. Sin embargo, a nivel individual, la inmadurez ha sido notoria.

Lo de Jordan con Dallas Mavericks y su marear la perdiz el verano pasado fue más propio de un tipo con las ideas poco claras que de una personalidad sensata. El caso de Griffin en las últimas dos temporadas es otro caso al que hay que prestar atención. Su altercado en Las Vegas hace un año y su agresión a un miembro del equipo de utilleros de los Clippers durante una cena sembró las dudas de si vale la pena tenerle o no. La temporada pasada quedó casi en blanco con 35 partidos jugados y la necesidad de ajustar de un Rivers demasido paciente. Consciente de su pérdida de cabales, Griffin se disculpó con sus fans en otra carta abierta a 'The Players Tribune'.

"Cuando twiteo algo como, 'Qué bien que vuelvo a casa'. Las 10 primeras respuestas son tipo, 'Trata de no darle un puñetazo a nadie'. Twitter es justo. Duro, pero justo. Le debo a los fans de los Clippers pedir perdón de nuevo", señaló antes de retratar lo entusiasmado que está por comenzar su octava temporada con unos Clippers que cuando él llegó eran casi desconocidos a nivel nacional pero que ahora tiene más y más seguidores, más y más espacio en los informativos deportivos, más y más carácter.

Es ahí, en esta organización en crecimiento pero con ganas de asentarse en la cima donde Pierce ha decidido poner fin a su carrera. Será su segundo año en los Clippers, en la ciudad de sus amores, en el lugar donde se le adora y se le odia (depende de si son los Lakers o los suyos los que le ven por la calle). Pero por encima de todo se le respeta por lo que ha conseguido en la NBA. El alero será otro dinosaurio presto a la extinción de una especie en la que cada vez quedan menos (Manu Ginóbili, Andre Miller, Vince Carter, Dirk Nowitzki o Prigioni, entre otros).

Su despedida será a lo Kobe Bryant, con un año de turné por todos los estadios de la liga, pero con más competitividad que la que tuvieron los Lakers. Al menos sobre el papel. Lo que son las cosas.

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