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El ingrediente perdido en el drama entre Durant y Westbrook

Lo que presenciamos el sábado en el partido entre Oklahoma City Thunder y Golden State Warriors fue todo un espectáculo. El aderezo de las constantes tensiones entre Russell Westbrook y Kevin Durant acabó siendo la salsa de una cita de lo más atractiva y ABC se frotó con las manos con picos de hasta 4.9 millones de espectadores pegados a sus televisores.

Hubo calidad sobre la duela, baloncesto a raudales, los protagonistas se exprimieron al máximo y mostraron su mejor versión deportiva; pero también hubo insultos desde la grada, choques frontales en el parqué y airadas discusiones entre dos excompañeros cuya relación está completamente rota. Qué más se puede pedir ¿verdad? Luce que no faltó ningún ingrediente y el mejunje pareció gustarnos a todos, cuando dos días después se sigue publicando sobre el asunto, y lo más importante, se sigue leyendo.

La vorágine mediática está disfrutando de esta historia con un guión que lo tiene todo. Amistad, ambición, traición, pasión, ira... Los fundamentos novelescos están bien presentes y eso capta nuestra atención. Aunque, ¿acaso no hay algo llamado perdón que estamos echando de menos en este conglomerado? Realmente sí está faltando un ingrediente.

Cuánto más se alargue la tensión entre Westbrook y Durant, mayor será nuestra atención, pero hay que tener presente que esa capacidad para saber perdonar le da un giro necesario a todo guión que se precie. La clemencia sienta bien cuando es inesperada, el indulto goza de un factor sorpresa que, puestos a amplificar, también ofrece un mensaje de gracia a los aficionados. Seamos realistas, aquí no estamos hablando de personajes ficticios, nos referimos a dos seres humanos cuyos universos se extienden a lo largo de la sociedad. Su condición de excelentes jugadores de básquetbol les coloca en la cúspide de los sueños de millones de niños, jóvenes y mayores. Ambos son la meta, el objetivo, el faro que ilumina y motiva a varias generaciones. Sus acciones son válidas por ser quienes son.

Sin ese perdón, el rencor queda justificado. Los adolescentes que vieron a Westbrook sacar su furia contra Durant en cuanto pudo recogieron un mensaje directo: cuando alguien se equivoca, esa persona debe ser reducida a escombros. Eso funciona para muchos, pero si dejamos de lado intereses económicos y de contenido, lo cierto es que no entra dentro de los valores que promulga el deporte.

La ecuación es sencilla: Durant miró por sí mismo y se marchó para dejar colgado a Westbrook sin ni siquiera darle la noticia de primera mano. Eso no gustó a Westbrook. Durant trató de normalizar la situación. Westbrook se convirtió en un muro impenetrable que sólo tiene gestos de desprecio hacia su excompañero. Está claro dónde residen los problemas y quién tiene la pelota en su tejado para normalizar las cosas.

La inmadurez y la irracionalidad son componentes de peso para que el armador del Thunder esté actuando de esta manera. No nos equivoquemos, que perder los papeles es un signo de necedad, que para relativizar y saber poner las cosas en perspectiva hay que ser inteligente. Westbrook es sin duda uno de los jugadores más astutos de la NBA, pero en lo que se refiere a la inteligencia emocional, sus límites son obvios. En siete meses, todavía no ha sido capaz de salir de su caparazón, de dejar su indignación a un lado y tratar de empatizar con Durant. No está en duda el que tiene razones para estar dolido, pero ¿cuánto durará el castigo hacia un Durant que cada vez que puede se deshace en elogios hacia el base? El alero se equivocó en la ejecución de su marcha, sin embargo las muestras de clemencia han sido notorias, al menos en público.

Caprichos que probablemente no sean fruto del azar: tan solo una semana después de presenciar el divorcio más sonado de los últimos años en la NBA, ambos compartirán equipo en el Juego de las Estrellas. La fiesta magna de la liga, el momento en que rivales y compañeros pasarán tres días en los que celebrarán la excelencia deportiva. La oportunidad perfecta para una conversación privada, para acercar posturas, perdonar desfalcos y para una reconciliación perfecta para culminar el guión y dar una buena dosis de ejemplo a los seguidores.

El Juego de las Estrellas corre un peligro de marginación inminente en la Conferencia Oeste. Por parte de los Warriors, cuatro jugadores representarán a su equipo (Stephen Curry, Draymond Green y Klay Thompson además de Durant). El peso del núcleo duro del Team USA será innegable en el grupo. Westbrook no tendrá a nadie de los suyos, estará solo. ¿Qué imagen nos dejará durante las prácticas y el propio juego? ¿La del tipo malhumorado o la del conciliador? ¿La del clemente o el herido? ¿Cómo responderán los jugadores de los Warriors ante su presencia? ¿Habrá rencor en defensa de Durant o una normalización?

A muchos les interesará que el drama prevalezca. Al sentido común le viene mejor que Westbrook y Durant se dejen de pamplinas y sepan pasar página.