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Manu Ginóbili y el placer de un adiós silencioso

Para llegar a conclusiones sobre cuál será su futuro, a Manu Ginóbili es necesario leerle entre líneas. Aún no ha expresado a viva voz que ésta sea la última campaña de las 15 que acumula en la NBA, sin embargo, se intuye un gozo silencioso, una retirada bien digerida.

Con 39 años de edad, el argentino disfruta en silencio de su gira de despedida y de sus baños de masas. A diferencia de los dos años anteriores, Manu se sube a los aviones con un ánimo distinto porque ya sabe que cada vez serán menos las escalerillas que baje junto a sus compañeros de San Antonio Spurs. Concretamente le restan ocho viajes de temporada regular. Los de playoffs siempre son distintos, menos cargantes, están dotados de más adrenalina e ilusión.

Los otros se hacen difíciles cuando la familia espera paciente a que se acabe una campaña eterna, y otra... y hasta siete seguidas desde que su esposa Marianela dio a luz a los gemelos, Dante y Nicola, y tres desde el nacimiento de su tercer hijo, Luca.

Se hace largo y la mente se agota al mismo ritmo que el cuerpo.

La visita de Ginóbili a Los Ángeles el pasado fin de semana tuvo un aroma distinto al de otras ocasiones. Los Spurs permanecieron en la ciudad durante cuatro noches con motivo de los encuentros ante los LA Clippers el viernes y Los Angeles Lakers el domingo. Mientras Gregg Popovich pasó las horas libres en restaurantes, degustando buena comida y mejores vinos, Manu optó por disfrutar de la ciudad con una mirada menos abstracta que la que se suele tener en este tipo de visitas. Según el entorno del equipo, el escolta se interesó mucho en el tren que va desde el centro financiero donde se suele quedar la comitiva a la playa de Santa Mónica.

Ya llegará el momento de disfrutar de los encantos de L.A. cuando el tiempo no sea medido con el segundero de la competición.

El que Ginóbili tiene la decisión tomada se percibe en su sonrisa permanente, en su disposición más sosegada de lo que generalmente ya era ante los medios, en sus abrazos con los rivales que conoce bien y porque desde el banquillo se abstrae y contempla otras cosas más allá del juego. Se le ve más reflexivo, más ensimismado.

Tras la victoria ante los Lakers del domingo pasado, el internacional argentino dribló a los medios para ir a saludar a sus invitados. Siempre que juega en Los Ángeles recibe visitas. En la zona habilitada para familiares y amigos de los jugadores, Manu fue el único que se dedicó a satisfacer las demandas habituales de los que querían hacerse una foto con él o que les firmara un autógrafo. Lo hizo con una sonrisa de oreja a oreja ya que probablemente fuera la última visita a la ciudad californiana como profesional.

Además de sus gestos, hay ocasiones en las que sus palabras han guardado un componente de despedida. Algunos reporteros de medios de San Antonio que cubren el día a día del equipo contaron un episodio en el que Ginóbili no pudo evitar soltar la bomba de su retirada. Cuando se enteró de que 'The Palace of Auburn Hills' de Detroit Pistons dejaría de existir a partir de la temporada que viene y que ésa era la razón por la que jugaría su último partido en ese estadio, su reacción fue inequívoca.

"Lo hubiera sido de cualquier manera".

Ginóbili está tomando el camino de Tim Duncan. Ya lo expresó el año pasado a ESPN Digital, cuando comentó que no se planteaba tener una despedida como la de Kobe Bryant, anunciada a bombo y platillo. El suyo es un adiós reservado, silencioso, de los que se disfrutan por dentro.

Y así debemos disfrutarlo también los que vemos que con su retirada se marcha otro estandarte, otro pilar básico de lo que ahora son los Spurs. Un representante de Latinoamérica en la mejor liga del mundo. Un tipo cuyos gestos valen más que mil palabras.