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Derrick Rose regresa a la luz tras atravesar la oscuridad

Derrick Rose se alejó de los vientos de Chicago -- aquellos que lo impulsaron hacia el umbral de las Finales y a ser un MVP de lujo --, dejó atrás a las luces brillantes de Manhattan y a sus aspiraciones de ser una superestrella y aterrizó en Cleveland para empezar de nuevo con un salario mínimo y una aspiración máxima: Salir campeón de la NBA.

Rose cumplió apenas 29 años de edad este miércoles, pero su trayectoria repleta de lesiones y expectativas incumplidas lo hacen parecer un veterano de 38 que persigue anillos como si su vida dependiera de ello.

Su look es distinto, su expresión es más seria, pero su ambición sigue intacta.

El flamante base de los Cleveland Cavaliers forma parte de su tercer equipo en las últimas tres temporadas y habla sobre como él pasó “por una etapa oscura de su carrera” jugando “básquetbol vengador”. En otras palabras, su campo de rosas estuvo repleto de espinas desde que sufrió la primera de varias lesiones serias que lo sumirían hacia los valles de la duda y la introspección personal.

Aquellos que critican a Rose deben entender que él no solo se rompió los ligamentos en el 2012, los meniscos en el 2013, 2015 y 2017 mientras que también batalló problemas con su visión en el 2016, sino que cada uno de esos contratiempos también le rompieron el alma.

Esas lesiones tan graves como constantes no solo limitaron a su capacidad de atacar al aro con abandono y no le permiten decir presente en más de 64 juegos por temporada desde el 2011, sino que también dinamitaron su confianza de poder volver a ser feliz dentro de la cancha.

El mejor ejemplo de ello fue su inesperada e inexplicable ausencia de un partido de los Knicks a mediados de enero para presuntamente tender a un asunto familiar en Chicago sin avisarle previamente al equipo sobre sus acciones.

Sus 18 puntos y 4.4 asistencias promediando 32.5 minutos en cancha fueron un paso importante para él, demostrando que su capacidad como anotador y creador sigue vigente, pero también se vieron acompañados por un bostezo en la Gran Manzana ante la marca de 31-51 del equipo y la lesión que lo marginó del final de la campaña.

De todas formas, Manhattan nunca fue el lugar en el mundo para un tipo de pocas palabras que le hace culto al perfil bajo como Derrick Rose. Por eso Cleveland es perfecto para él.

El foco está depositado en LeBron James, el enemigo convertido en compañero al que alguna vez supo plantársele cara a cara en las Finales de la Conferencia Este como Jugador Más Valioso de la NBA. Rose puede trabajar tranquilo en Cleveland sabiendo que la responsabilidad de derrotar a los Boston Celtics y Golden State Warriors no recae en sus hombros. Eso, sin embargo, no quiere decir que el destino no lo deposite en un rol vital de acá a junio del 2018.

Digamos que, en principio, su mejor ejemplo debería ser Andre Iguodala. O sea, una pieza de recambio que le otorga estabilidad a la segunda ola de jugadores del plantel y tiene lugar para brillar por mérito propio. Tal y como Iguodala se luce con su defensa, Rose es capaz de darle un envión ofensivo importante a los Cavs con su penetración en la zona pintada.

Además, él no es el único que debe ahuyentar el fantasma de las lesiones. Isaiah Thomas estará marginado con una cadera maltrecha hasta quién sabe cuándo. J.R. Smith disputó apenas 41 juegos la temporada pasada, y Dwyane Wade también acarrea su propio historial de lesiones.

Podría ser solo cuestión de tiempo hasta que Rose vuelva a verse impulsado al centro de la escena. ¿Acaso su cuerpo lo resistirá? ¿O es una bomba de tiempo destinada a traicionarlo cruelmente una vez más?

28 años de experiencia nos dicen que la segunda pregunta es la más probable. La esperanza del futuro hace que toda la NBA cruce los dedos por la prosperidad de un jugador que viste la camiseta número uno y da un nuevo primer paso en su carrera.

El final de esta historia todavía no está escrito.