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Los Spurs, ante la realidad de adaptarse o perecer

Hace pocos años, los Spurs edificaron una escuela de básquetbol que se expandió como un reguero de pólvora a lo largo y ancho del mundo. Defensa, juego de equipo, rotación de balón y búsqueda siempre del compañero mejor ubicado.

La premisa siempre fue igual: no existe mejor jugador que todos juntos. Y como dice la frase que cuelga dentro del propio vestuario texano, no se trata del último golpe que rompe la piedra sino de los cientos que lo precedieron. Cultura del esfuerzo, del sacrificio, del bien común.

Sin embargo, ese básquetbol que años atrás se exhibía como una gema única e incomparable, hoy luce anticuado. No se trata de la ejecución, que muchas veces se lleva a cabo con maestría, sino con el reglamento implícito que el deporte moderno acarrea: la NBA hoy es intensidad, vértigo, ritmo y energía.

San Antonio no logra aún adaptarse a ese mundo de frenesí sistemático: el equipo monocromático se muestra como un maravilloso diario en papel en un presente que respira con la velocidad de las redes sociales.

Ya hemos hablado en entregas anteriores de los jugadores multiposición y la destrucción absoluta de los puestos naturales en el básquetbol. Hemos pasado de cinco posiciones a dos grandes grupos, los externos y los internos. Los equipos de elite modernos ya no juegan de la forma que pretenden los Spurs. No se trata de centímetros hacia arriba sino de elasticidad hacia los laterales y vértigo hacia el frente.

Ritmo, ritmo y mucho más ritmo. Las alineaciones pequeñas explican en parte el fenómeno.

En los principios de los '90s, ningún gran maestro del básquetbol imaginó un atleta de la versatilidad de LeBron James, Giannis Antetokounmpo o Kevin Durant. Ni siquiera los fanáticos pudieron asimilar lo que significaba alguien como Russell Westbrook para el juego: su velocidad y su intensidad fueron confundidas con desorden. Se buscaba en él a un base sin comprender que se trataba de la nueva piel del jugador de básquetbol. Una caja de cambios adicional, resortes en las zapatillas y resistencia en el vértigo. Capacidad de ir de cero a cien kilómetros en escasos segundos; el caos absoluto, el Big Bang deportivo. Aquel equipo ilógico de Oklahoma City Thunder estaba destinado a construir un nuevo mapa del juego que aún no era asimilable para el ojo humano, pero que tuvo años después, en Golden State Warriors, su tesoro siguiendo las líneas punteadas.

Kawhi Leonard fue, en la temporada pasada, el jugador multipropósito que maquilló a los Spurs como un equipo de esta época. Sin embargo, su extraña lesión en el cuádriceps desnudó una realidad inexpugnable: San Antonio aún no está preparado para competir contra lo mejor de lo mejor en el Oeste. Con Leonard -entre algodones- esta temporada, tienen un récord de 5-4, anotaron 99.9 por encuentro (45.2% en TC) y recibieron 95.6 del rival (42.6% en TC), mientras que sin Leonard tienen un récord de 30-20, anotan 101.9 puntos por encuentro (45.9% TC) y reciben 99.0 de los rivales (45.4% en TC).

Los equipos hoy corren e intentan lanzar triples, evitando los tiros de campo de dos puntos fuera de la llave. Los Houston Rockets son grandes maestros en intentos de tres puntos, con 42.8 triples por encuentro mientras que los Spurs figuran 26º, con 24.6 intentos. Los Cleveland Cavaliers están terceros (32.9), los Toronto Raptors cuartos (32.4), los Boston Celtics sextos (31.4) y los Golden State Warriors décimos (29.8). Es curioso que los propios Rockets figuren últimos en tiros de dos puntos de rango medio (¡sólo siete por partido!) mientras que San Antonio aparezca quinto desde arriba (21.0), sólo por detrás de New York Knicks, Minnesota Timberwolves, Indiana Pacers y Washington Wizards.

Algo cambió para que todo cambie.

La defensa es lo que ha mantenido a flote a los Spurs, ya que tienen la segunda mejor eficiencia defensiva (101.9) de la NBA, sólo por detrás de Boston Celtics (100.9). Sin embargo, es el ritmo lo que convierte a San Antonio en un equipo tan ralentizado que exaspera: tienen el segundo más lento de toda la liga (96.7) y su estructura, con jugadores como Pau Gasol y LaMarcus Aldridge en plano protagónico, necesitaría soltar algunas bolsas de arena para tomar vuelo.

Gregg Popovich ha visto esto al elegir a Dejounte Murray por encima de Tony Parker. Con Murray en cancha, la eficiencia ofensiva de San Antonio ha sido de 103.6 y la defensiva de 96.9, generando un neto de +6.7. Sin él, la eficiencia ofensiva ha sido de 106.0 pero la defensiva de 105.2, lo que genera un neto de +0.8.

Murray es el base que mejor ritmo tiene en San Antonio (97.3), en comparación con Mills (97.2) y Parker (95.7). Sin embargo su vértigo sigue siendo bastante pobre en relación a lo que demanda hoy la NBA. Citemos algunos casos comparativos de perimetrales: Stephen Curry (106.46), Lonzo Ball (104.66), Rajon Rondo (104.02), Devin Booker (103.69), Kevin Durant (103.45). La lista es enorme.

En otras palabras, Murray es, en el comparativo con toda la liga, el jugador 384, Mills el 392 y Parker el 460. Recordemos que hay 503 jugadores desparramados en las 30 franquicias de la NBA.

Pese a todo esto, los Spurs siguen siendo competitivos en el Oeste, porque sus ejecutores son grandes maestros de la música clásica. Y hay cosas que, pese a no ser practicadas de manera asidua, jamás pasan de moda. Figuran terceros con 35 partidos ganados y 24 perdidos. Es cierto, la ausencia de Leonard ha cambiado por completo a este equipo y no le ha permitido mutar de oruga en mariposa. Pero no se puede llorar sobre la lápida: con lo que tienen deben saber que si quieren competir contra lo mejor de lo mejor en la Conferencia, hoy Rockets y Warriors, deberán cambiar su estilo una vez más.

Ya no queda espacio para la velocidad crucero. En materia de transformaciones oportunas, no existe franquicia que lo haya hecho con éxito tantas veces. Hecho el diagnóstico, sólo queda tratar la enfermedad.

Será, entonces, adaptarse o perecer.