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Tim Keown | ESPN The Magazine 6y

La NBA cambia y Carmelo Anthony trata de cambiar con ella

Observen al hombre en su elemento: cerca de la cesta en el rincón derecho, con el balón en alto, a casi 17 pies de distancia. Es una visión fuertemente incrustada en la cultura, tan reconocible de manera instantánea como el logo de una marca internacional. Poderle ver allí, en persona, se asemeja a visitar un famoso monumento, es un lugar para rendirle tributo a una época distinta.

Uno sabe quién es y no se necesita ver el nombre. Uno lo puede ver. Sé que pueden. El balón sujetado tan fuerte, de manera digna de ser estudiada, inclinándose para evitar al defensor, como si estuviese reflexionando con respecto a la sabiduría de dejarse caer ante otros en signo de confianza. Es tanto un ícono como un motivo de división. Se han dedicado millones de palabras a fin de analizarlo. Los datos han desacreditado por completo esa forma de hacer las cosas. El deporte que practica prácticamente la ha abandonado por completo. Es ineficiente, obsoleta y contraria a la idea del juego colectivo. Peor: ya no es algo elegante. Todos quieren ser Steph, KD y James, encestar triples y lanzar sus cuerpos hacia el aro, creando arte a partir del caos. Nadie quiere que alguien haga tanto trabajo. Nadie quiere tomarse tantas molestias.

Piensen al respecto: Si está allí frente a la línea de 3 puntos, espera un pase y encesta un tiro sumamente amplio, nadie realmente lo siente, ¿entienden? Y si este hombre termina siendo aplastado como ropa dentro de una lavadora en medio de un pick-and-roll y termina encontrándose sólo frente al aro con el balón, lo único que ha logrado demostrar es que puede hacer una jugada. Es baloncesto de laboratorio, calibrado a tres lugares a la derecha del decimal. Pero, vaya, ese tema del aislamiento cerca del poste, ¿estar sólo él y un defensor? Es un juego de suma cero en esa esquina: un ganador, un perdedor. Es algo puro y simple.

Hay que separar al hombre del arte. Olviden la percepción de egoísmo, el supuesto fetiche con las estadísticas y el dinero, la idea que, para él, ganar está en tercer orden de prioridad (a lo sumo). Por el contrario, sólo aprécienlo, utilizando el balón como arma, casi apuñalando al rostro del defensor con la esférica, moviéndolo tan cerca que podría pulir la cancha, moviéndolo como una espada. Esto es lo que recibirán si se acercan más hacia mí. Y los pasos en ritmo de jab: una y otra vez, un tic a toda velocidad, como si sus pies están tratando de mantener el paso con un solo de percusión.

Imagínense estar allí, en ese rincón, casi a 17 pies de distancia, sintiéndose como si fuera un extra en una representación histórica. Cuando piensas que ya no hará otro bote en falso con el balón, hace tres. Podría voltear y enfrentársele. Quizás no. Es algo llamativo dentro de su peculiaridad. Luego, asciende para encestar, sus pies ligeramente en frente de él, su cuerpo arqueado de una forma que hace que el salto que se trate de dar para bloquearlo de forma tardía se mire como algo obligatorio en la mejor circunstancia, y en las peores como algo digno de lástima.

El problema con todo lo anterior (de acuerdo con la evidencia tanto empírica como estética, sostenida por todos, desde el pasante de menor nivel hasta el gerente general graduado en el MIT), es simple: Esto no es buen baloncesto. Fuera del foco preciso que se mantiene allí, no hay nada más ocurriendo en la cancha. Todos esperan mientras este hombre viola de manera constante los nuevos mandamientos de este deporte: movimiento constante que crea bandejas, triples y drives hacia el aro que atraen faltas. La cesta de 2 puntos fuera de la pintura (el tiro de rango medio al cual se le pueden atribuir la mayor parte de sus 25.115 puntos de por vida) se ha convertido en el calificativo más vil en el mundo del baloncesto.

Este mundo ha cambiado, y él intenta cambiar con él. Dios sabe que está intentando. Sin embargo, durante 15 años, Carmelo Anthony ha hecho que su valor como jugador de baloncesto quede intrínsecamente ligado a las cosas que puede crear desde este punto. Gracias a él, ha hecho 10 apariciones en Juegos de Estrellas, ha ganado un título como mejor anotador en la NBA, además de ayudarle a mantener un estilo de vida cosmopolita que sólo se puede disfrutar si se ganan casi $250 millones de por vida. Sólo bebe el mejor vino, sólo fuma los mejores cigarros y tiene una amistad tan estrecha con el ex Presidente de Estados Unidos Barack Obama, al punto que ambos están en el proceso de definir el rol que Anthony tendrá dentro de la Fundación Obama. También ha sido el creador de divisiones dentro de los equipos, conflictos en serie con varios entrenadores y le ha negado el éxito en la postemporada que su talento parecía prometerle cuando abandonó la Universidad de Syracuse en 2003 tras una temporada en la cual se alzó con el campeonato.

A pesar de todo, termina cada práctica de la misma manera: en ese rincón, a casi 17 pies de distancia, rodando por una fila de cafetería de movimientos cerca del poste, sintiendo que el balón abandona sus dedos para ascender y caer con una ligereza digna del aire. Es un clásico, tal como es, y podría ser feliz haciéndolo todo el día. Está viendo cómo su deporte cambia a su alrededor, percibe como las ofensivas se expanden de línea a línea y desde la línea hasta la mitad de la cancha como un pulmón al llenarse de aire. Dice: "Veo a los muchachos entrenar en el verano y sólo se dedican a lanzar triples y hacer pick-and-rolls y manejo de balón. Nadie trabaja en lo que hago yo. Es un arte perdido". Conoce todas las críticas, podría recitarlas con puntos y comas, y dice: "Para serte honesto, creo que podría ser la única persona en la historia de la NBA que es criticado por la jugada que hace mejor". Quince años en ese rincón, a casi 17 pies de distancia, puliendo piedras para su propia pirámide personal. Es una manera de reafirmar su nivel, en un mundo que ya no está de acuerdo con su proceder.

Cuando se le pide cambiar, que trate de hacer que su juego entre en este nuevo paradigma, uno tendrá que convivir con él tratando de facilitar su camino hacia ese nuevo concepto. Como bien se lo pueden imaginar, es algo complicado.


Tú eres tú. Durante el campamento de entrenamiento y las seis primeras semanas de la temporada, ese fue el mantra no oficial del Oklahoma City Thunder; o por lo menos, de sus tres protagonistas: Russell Westbrook, Paul George y Anthony. Cuando se presentaban problemas con la ofensiva del Thunder, y se presentaban muchos, uno de ellos les decía a los otros: "Tú eres tú". Sonaba cordial, hasta magnánimo, y era dicho de una manera conciliatoria, casi que expresando "todos estamos bien aquí". Sin embargo, como solución a los problemas, no aportaba mucho. Era poco específico y muy confuso.

Para el 01 de diciembre pasado, ya era claro que la filosofía de "tú eres tú" ya no estaba funcionando. El Thunder tenía récord de 8-12 y estaba en el puesto 24 en ofensiva en la NBA. Este experimento, tan enorme como inesperado (los cambios que trajeron a George proveniente de Indiana y a Anthony desde Nueva York para unir fuerzas con Westbrook, el Más Valioso de la NBA) se encontraba en peligro de colapsar bajo el peso causado por todos, siendo ellos mismos. "Tú eres tú" significaba que nadie era realmente alguien y era obvio que alguno de ellos necesitaba convertirse en otra cosa.

"Pienso que, a principios de año, el permitirles trabajar y entender algunas cosas era el camino apropiado", indica el entrenador del Thunder Billy Donovan. "Quería ver cómo funcionaban estas cosas. Pues bien, "ellos siendo ellos" no iba a funcionar. 'Tú eres tú mismo, tú eres tú, sé cómo eres'... No, eso no iba a funcionar. Russell es este gran jugador en transiciones. Paul es grandioso permitiendo fluir, cortar y mover. Y a veces, Carmelo quiere decir: 'Vamos a desacelerar esto, fajémonos a media cancha'. Entonces, no puedo salir y decir: 'Muy bien. Corramos, cortemos y movamos, salgamos a mitad de cancha y allí desaceleramos'. Eso no va a ocurrir".

Era natural que este Thunder remozado necesitaba algo de tiempo a fin de procesar y adaptarse. Durante una conferencia de prensa en pleno campamento de entrenamiento, el gerente general Sam Presti, con su característica altura al decir las cosas, expresó: "La visión dentro de nuestro equipo y la forma en la cual hacemos las cosas siempre ha sido ver las cosas de la manera en que pueden ser, no de acuerdo con cómo son en un momento dado". Fue un equipo armado para el mes de junio, para ir de una serie a siete cotejos tras otra, con una cancha apretada y rotaciones más cortas, junto con una sucesión impredecible de días libre. Pero, con un récord de 8-12, con la temporada amenazando convertirse en un desastre indescifrable y esclerótico (con una noche perdiendo por margen abultado contra los Mavericks y a la siguiente alzándose sobre los Warriors de forma contundente), Anthony, después de una práctica, le pidió a Donovan conversar con él.

Carmelo inició el diálogo con una pregunta:

- ¿Qué necesitas de mí?

Quince años. Quince años han pasado, llenos de "Cámaras del Beso", lanzamientos a media cancha, sorteos de tacos y chasquidos de "los Locos Addams" y distintas interpretaciones de "Cuando tengas ganas de aplaudir". Quince años oyendo una de tres variaciones del tema "Jump" (la versión R&B de las Pointer Sisters, la de Van Halen con rock pesado y la tecno) con cada balón y las primeras nueve notas de "We Will Rock You" cada vez que el operador de sonido piensa que se necesita un poco de apoyo moral. Y aquellos incontables anunciadores internos que gritan y aúllan, con tanta falta de sinceridad y con un volumen ligeramente menor a una expresión genuina de sentimiento, desde el pitazo inicial hasta el final. Quince años con todo eso, hombre. Quince años.

Anthony está sentado en frente de una de las canchas de práctica del Thunder, en una silla de cuero que parece digna de una puerta en un aeropuerto. Tras asegurarse que no hay fotógrafos presentes para la entrevista, está sin camiseta, recién salido del salón de pesas. A sus 33 años, está en buena forma (sólo cumplo con informar) y se muestra menos fláccido que en años previos, quizás como un guiño a los cambios en el ritmo de este deporte y su propensión a crear espacios. Sus compañeros lo tratan como un hermano mayor que está en onda, la clase de persona que puede leer muy bien el ambiente en un lugar y cambiarlo cuando sea necesario. La palabra que mejor lo describe, creo yo, es "calmado" y Anthony la viste con orgullo, como si fuera una medalla de honor: Carmelo Anthony, hombre calmado. Steven Adams lo describe: "Es una pieza de historia viviente, amigo". Terrance Ferguson, novato de 19 años de largas piernas quien se asemeja al chico cuyo entrenador aspire gane corpulencia para su último año de clases, se creció el cabello y se hizo trenzas en el segundo o tercer grado, para parecerse a Carmelo. Tan pronto Anthony se cortó el pelo, Ferguson lo emuló. "Oh, no, no le puedo decir de las trenzas, hombre", expresa Ferguson. "Siento que sería algo raro. Estoy del otro lado ahora. No quiero parecer un niñito admirador".

Luego de la derrota del Thunder ante el Jazz el 13 de febrero, en medio de la obligada calma del vestuario, Anthony fue desde las duchas hasta su armario, teléfono en mano. Una pieza de jazz lento sonaba en la bocina del teléfono. Uno por uno, sus compañeros volteaban sus rostros para tratar de descifrar de dónde provenía el sonido. "¿De dónde viene eso?", preguntó uno de ellos, con cierta actitud. Patrick Patterson respondió: "Melo". Su afirmación calmó el ambiente. Minutos después, con Anthony frente a los reporteros respondiendo sus preguntas, la música se desvanecía poco a poco en su armario. Anthony interrumpió sus palabras y, usando un tono de un DJ a media noche poniendo canciones de amor, sonrió y dijo: "Espero no les moleste mi música de ambiente".

"He estado en equipos al lado de gente mala", dijo el base suplente del Thunder Raymond Felton, quien jugó con Anthony en Nueva York. "Los malos no se relacionan con sus compañeros. A los malos no les importa otra persona que no sean ellos. Él no es así. Las cosas que se dijeron sobre él en Nueva York me molestaron. Estoy contento de verle fuera de esa situación".

Anthony parece mostrarse un poco asombrado por su presencia aquí. Una semana antes del inicio de los campamentos de entrenamiento, Anthony organizó a un grupo de jugadores de la NBA para una semana de entrenamientos que él llama "Black Ops" (Operaciones Negras) en su gimnasio de Manhattan. ("Nada de medios aquí, hombre", dice. "Hay una razón por la cual lo llamo Operaciones Negras".) La relación de Anthony con los Knicks estaba fracturada y casi rota por completo. La coexistencia corrosiva ya llegaba a un punto insostenible. Ambas partes necesitaban la ruptura. Las conversaciones por un cambio (había renunciado a su cláusula de vetos por Houston y Cleveland) estaban a punto de llegar a una conclusión. Westbrook estaba entre los jugadores presentes en las secretas Operaciones Negras, sin embargo, nunca llegaron a hablar sobre la posibilidad de ir al Thunder. "Nunca pensé que Oklahoma City podía ser el sitio que haría el movimiento", expresó Anthony. No obstante, el viernes 22 de septiembre, tres días antes del inicio de los entrenamientos primaverales, Anthony recibió una llamada telefónica en la cual se le preguntó si estaría dispuesto a agregar al Thunder a la lista de equipos aprobados en caso de un cambio. "Escuchen", dijo Anthony. "Si Oklahoma City puede halar el gatillo, hagan el cambio". Para el domingo, ya la negociación estaba concretada.

Voló en dirección a Oklahoma City esa misma noche, dejando atrás a su esposa LaLa (no indica si se ha producido una separación, tal como ha surgido en diversos informes) y su hijo de 10 años, Kiyan, de quien Carmelo afirma es uno de los 10 mejores jugadores de baloncesto en el quinto grado en Estados Unidos, de acuerdo con personas que, aparentemente, dominan el tema. Quiere hacerles saber que hubo otra cosa que dejó atrás: su estilo de vida neoyorquino.

"Ahora dicen: 'Bien, le importa ganar. Quiere ganar'", dice Anthony. "Todo el cuento cambió con mi llegada aquí. Cambia el foco de la percepción". Comienza a hablar sin parar, dejando claro que esto es lo que se necesita saber aquí y ahora, Por ello, comienza a hablar en fragmentos líricos, prácticamente respondiendo a las críticas que él se plantea en su cerebro: "Bien, estuvo dispuesto a sacrificar y cambiar a este punto en su carrera... ir a plena Norteamérica media... Oklahoma City... ¿Quién pensaría que Melo iría a parar a Oklahoma City?". Se ríe y mira alrededor del complejo de prácticas, la cual ahora representa a toda una región del país. Sí, está aquí, Melo, poniendo pie en medio de una ciudad que no se despierta. "Sí", dice. "Eso es lo que cambió".

¿Saben qué es raro? Que a Melo le gusta estar acá. Vive en una casa grande en un viejo barrio. Le gusta explorar, por lo que sale de su casa y toma una dirección al azar, sólo para ver qué consigue allí. "Me gusta caminar. Entonces, empiezo a andar por allí y trato de conocer", expresa. "Me encuentro en muchos pubs, comiendo y viendo partidos".

Oklahoma City es el tipo de sitio que concibe a las decisiones hechas por personalidades de la talla de Anthony como una especie de referéndum que valida el valor de la ciudad como lugar para vivir. Tener a George y Anthony en esta ciudad significa algo, especialmente luego de la partida de Kevin Durant, producida hace 18 meses. (De hecho, adoran a Westbrook por su lealtad. Aún se consiguen letreros que dicen "En Russ confiamos" en los jardines de las residencias, aunque han sufrido los efectos del clima). No es un complejo de inferioridad que sienten en Oklahoma City, necesariamente. Eso requeriría una sensación de estar a la defensiva que no se percibe allí. Es una esperanza sincera en que algo bueno podría ocurrir. La multitud canta a George, pronto a convertirse en agente libre, diciendo: "Queremos a Paul", como si le imploraran a un entrenador que ponga a jugar al último chico sentado en la banca. Cientos de personas acudieron al aeropuerto a darle la bienvenida a Anthony tras llegar procedente de Nueva York inmediatamente después del cambio. Comenzaron a cantar "Me-lo, Me-lo, Me-lo", antes de cambiarlo a "Pres-ti, Pres-ti, Pres-ti". Muchos de ellos vistieron suéteres con capotas sin mangas para hacerle ver a Anthony que no tenían problemas con el meme del "Melo con suéter de capota" que inundó las redes sociales.

"En Nueva York, había tantas cosas pasando en la organización y la propia ciudad", dice Anthony. "Había mucha tensión allí, y nunca tienes realmente la oportunidad de contar con cierta estabilidad. Pues aquí, hombre, me estoy divirtiendo otra vez jugando al baloncesto. La felicidad que esto conlleva. Así me conocen los muchachos: estoy riendo, sonriendo y disfrutando este deporte. Pienso que yo llegué a perder esa sensación durante el último par de años, y creo que la gente alrededor de la NBA fue capaz de verlo".

"Esa fue la parte más difícil de mi estancia en Nueva York, tener que ir allí, trabajar y a pesar de todo, dibujar una sonrisa en mi rostro, teniendo que lidiar con todo lo que allí ocurría, lo cual no me hacía tan feliz. Trasladé los efectos de esa situación a mi familia y amigos por estar con ellos, tuve que sufrir mucho y, sin embargo, debí mantenerme fuerte. Es algo que te consume. Tienes que ser fuerte, pero te sientes con poco ánimo. Tuve que lidiar con eso".

"Después, llego acá y..." Anthony se detiene para inhalar fuertemente antes de soltar una sonora carcajada. "Es algo refrescante. Aquí hay aire fresco".


-¿Qué necesitas de mí?

Donovan asimiló esa pregunta (una que él no se esperaba) y la pensó muy bien. Él está acostumbrado a dar respuestas largas, envolventes y esclarecedoras que incluyen, muy a menudo, la frase "Pues, respondiendo tu pregunta..." en algún pasaje medio. Sus ojos se empequeñecen mientras responde, y las líneas de su frente se hacen más marcadas mientras prosigue. Casi nunca responde de manera superficial.

- ¿Qué necesito yo?

Pues, aquí va.

"Carmelo", respondió. "Pienso que, dentro de nuestro equipo, necesitamos que cumplas con un rol. Tendrás que ayudarnos a esparcirnos dentro de la cancha, tendrás que reconocer cuando hay enfrentamientos dispares. Necesitaremos crear espacios para que Russ y Paul jueguen hacia abajo y sean nuestros creadores. Habrá ocasiones en las que tengamos cuatro, cinco o seis posesiones y no recibas el balón. Quizás, en pleno quiebre, no se te tome en cuenta. Todos esos serán ajustes, pero no podemos llegar al nivel que podemos alcanzar por completo como equipo, no podremos llegar a ser todo lo que somos capaces de ser a menos que estés jugando bien".

Durante la carrera de Anthony, nunca, ni en sus ocho años en Denver, ni en los siete en Nueva York, éste se ha mostrado dispuesto a la idea de reducir o alterar su rol. Sin embargo, mientras Donovan seguía respondiendo, Anthony asentía con la cabeza, diciendo: "Bien, entrenador. Lo entiendo".

Sin decirlo expresamente, Donovan le pedía a Anthony que retomara su faceta de "Melo Olímpico", el hombre dueño de prácticamente cada récord ofensivo en la Selección de Estados Unidos y es el único baloncestista masculino con tres medallas de oro. ¿Podrá Donovan conseguir que Anthony vuelva a asumir esa faceta? Nuevamente, es algo complicado. En los Juegos Olímpicos, se enfrentan competidores inferiores y, al lado de los mejores jugadores del mundo, Anthony se mostró dispuesto a dejar su ego a un lado, junto con su juego aislado, por una causa mayor. Sin embargo, otros entrenadores de la NBA han tratado de reencarnar al "Melo Olímpico" en otras ocasiones, siendo el caso más notable el de Mike D'Antoni, quien creó la ofensiva Olímpica que vio nacer al "Melo Olímpico" y vio terminado su periodo como entrenador de los Knicks luego que él y Anthony chocaron con respecto a utilizar esa misma ofensiva en la NBA.

"Tuve que decirme a mí mismo: 'Bien, esto es algo diferente'", dice Anthony. "Russ hacía las cosas a su manera aquí. Paul hacía lo suyo en Indiana. Yo hacía lo mío en Nueva York. Todos éramos artistas en solitario. Ahora, la pregunta era: '¿cómo poder aportar tu arte para crear solos dentro de esta banda?' Todos aportamos algo distinto a esta banda. Creo que una vez que pudimos entender y apreciar lo que podemos aportar a esta orquesta, allí empezaron las cosas a salir bien para nosotros".

"Lo difícil es ajustarse a la oportunidad que tenemos. Hay que hacer sacrificios y cambiar tu estilo de juego, para así poner en práctica lo que funciona en este equipo. Al principio, pensábamos: 'Bendito, nunca más volverá a ser el mismo juego'. Tuve que entender y aceptar que era por nuestro bien. Me tomó cierto tiempo entenderlo. 'Oh, vaya, tenemos a Russ, Paul, Steve. Tengo grandes compañeros ahora conmigo'. Eso me quita mucha presión. Me libera la carga de salir e intentar ser un súper héroe noche tras noche".

La conversación con Donovan permitió a Anthony darle voz a un sentimiento que crecía dentro de él: Sería la persona que intentaría convertirse en alguien más. Estaba de acuerdo con todo lo dicho por Donovan. Asintió cuando su entrenador le dijo que debía disminuir sus jugadas en aislamiento y mantener el balón en movimiento y lanzar más triples. Seguía recordándose: Tengo grandes compañeros ahora conmigo. Sin decirlo expresamente, indicó que haría todos sus esfuerzos para hacer que el "Melo Olímpico" cobrara nueva vida en Oklahoma City.

Al día siguiente, Anthony juntó a Westbrook y George, para comentarles el nuevo plan. "Voy a aceptar este rol", les dijo. "Hasta que aceptemos que las cosas serán diferentes de ahora de adelante, seguiremos siendo un equipo promedio".

El Thunder llegó al receso del Juego de Estrellas con récord 33-26. Ganaron seis partidos al hilo en diciembre y ocho consecutivos en enero, con marca de 25-14 desde que Donovan le dijo a Anthony que necesitaba que se convirtiera en alguien distinto. (El Thunder tiene récord de 3-6 desde el 27 de enero, cuando la lesión en la rodilla de Andre Roberson, la cual puso fin a su temporada, creó un vacío que la mayoría ni se había dado cuenta que estaba cubriendo). Aun así, es difícil poder imaginarse que el quinto puesto en la Conferencia del Oeste, detrás de Minnesota y apenas por encima de Portland y Denver, como algo distinto a una decepción. Nuevamente, apuntan a junio y una serie de siete partidos, y la idea que era fundamental que este equipo intentara un cambio dispendioso en vez de arriesgarse a convertir a otro año del apogeo de la carrera de Westbrook en un acto en solitario y una posterior salida de los playoffs en primera ronda.

Cuando las cosas funcionan, cuando Westbrook está en su décima velocidad y George hace su juego más sutil, con Adams arrollando en la cancha y Anthony consigue puestos abiertos, es fácil poder creer en la visión de Donovan. "Buena suerte para los rivales, si todo les funciona", dice Felton. "Que tengan buena suerte". Antes del receso del Juego de Estrellas, habían ascendido al décimo puesto en ofensiva en la NBA, con Anthony registrando promedios de 17.1 puntos y 6 rebotes, con un promedio de uso de 24.2, el más bajo de su carrera.

Lo está intentando. Dios sabe que lo está intentando. Y no hay duda alguna en su mente: En algún momento, llegarán a necesitar al "Melo Clásico". Será en un encuentro de playoffs, con unas defensivas apretadas, una pizarra cerrada, el reloj corriendo. Necesitarán desacelerar, quemar algo de tiempo, quizás sacarle una falta a alguien en problemas. Necesitarán de su astucia. Estará allí, frente a la línea de 3 puntos, evaluará la situación y luego, hará exactamente lo mismo que ha hecho durante 15 años: dirigirse al rincón, a casi 17 pies de distancia y exigirá que le den el balón.

Esa es la razón por la cual, religiosamente, se dirige a ese rincón después de cada práctica y antes de cada juego. Anthony revisa los nombres de los jugadores que quedan activos de su promoción del draft de 2003: LeBron James, Dwyane Wade, Nick Collison, David West, Zaza Pachulia, Kyle Korver. Él y James son los únicos que aún permanecen como titulares. Wade está viviendo el ocaso de su carrera en Miami, Collison es prácticamente entrenador asistente de facto en Oklahoma City y el resto son jugadores de reparto, con una presencia cada vez más disminuida. Anthony, con una voz que resuena llena de desafío, dice que su situación es distinta y quizás muy similar a la de LeBron, porque: "No creo que la edad y la experiencia se compaginen, en cuanto a mi situación. Puedes decir que tengo 15 años en esta Liga, pero mi edad es de apenas 33 años". Es una advertencia: no confundan su sacrificio con una rendición.

"No estoy diciendo: 'Oh, acepto este rol porque esto ya casi ha terminado para mí'", expresa. "No veo aún el final. No. Acepto esto porque quiero ganar y esa es la única razón". He allí el por qué, luego de terminar la conversación con Donovan y la decisión estaba tomada, Anthony regresó hacia él. Tenía una cosa más por decir.

"Entrenador", dijo Anthony, con una pequeña sonrisa en su rostro. "Sólo no me quite todo lo que tengo".

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