<
>

Trae Young: Ha llegado la hora de entrar al draft de la NBA

Brett Deering/Getty Images

Cuando era niño, mi padre y yo hacíamos el viaje en carretera de 30 minutos desde Norman hasta Oklahoma City para esperar fuera de las puertas de acero del Chesapeake Energy Arena, aferrándonos a nuestros abonos del Thunder para así sentir la emoción de tener la oportunidad de estudiar los secretos de las súper estrellas. Faltando noventa minutos para el pitazo inicial, marchábamos por las escaleras más cercanas a la cancha y teníamos un asiento en primera fila para presenciar los regímenes de entrenamiento previo de los mejores jugadores del planeta.

Pude ver a Kevin Durant equilibrar su peso al encestar, sosteniéndose con una sola pierna y después poniendo la otra. Presencié como Kyrie Irving hacía su penetración al aro de lado a lado. A Steve Nash cuando flexionaba sus rodillas y bajaba para luego ascender. Vi a Damian Lillard driblar a toda velocidad, detenerse para recibir la asistencia y subir para convertir un triple. Presencié la rutina de encestes de Stephen Curry, incluyendo esas cestas con salto desde lejos y los tiros flotadores acentuados en la pintura. Y pude ver a Russell Westbrook. Siempre estuve pendiente de Russ.

Durante la mayor parte de mi vida, me he preparado para formar parte de la NBA. Y esa hora, para mí, ha llegado: Tras pasar un año inolvidable como parte de la Universidad de Oklahoma, ingresaré al draft de la NBA en junio para así dedicarme por completo a perseguir una carrera en el baloncesto profesional.

Sin embargo, antes de dar este paso adelante, me siento en la obligación de detenerme y mirar hacia atrás. Mi historia ha estado marcada por la familia: un abuelo que me enseñó a encestar en el jardín de su casa, una madre que creyó en mí sin condiciones y un padre que me alimentó, alentó e inspiró a ir mucho más allá de mis sueños de niñez. Mi historia ha sido la de un jovencito oriundo de Norman, Oklahoma, a quien se le permitió ser conocido en todo Estados Unidos sin siquiera verme obligado a dejar mi terruño natal.

El entrenador Lon Kruger y su equipo comenzaron a reclutarme mientras cursaba noveno grado en la secundaria Norman North. Confié en él desde el inicio. Entre tantas cosas que me impartió, el entrenador Kruger me instruyó con respecto al aplomo que se debe mostrar en la cancha, el manejo de situaciones bajo presión y circunstancias difíciles con calma y mente clara. Mis compañeros en la Universidad de Oklahoma fueron increíbles. En ocasiones, debieron soportar críticas que fueron más allá de lo meramente injusto. Los equipos dobles y triples que me marcaron en Oklahoma me obligaron a hacerme más fuerte, inteligente y determinado como jugador y como persona.

Nunca en mis sueños más increíbles pensé que me convertiría en tema de conversación constante para los programas de televisión y radio a nivel nacional, y menos que mi nombre sería mencionado por los periodistas más respetados del país. En cuanto a mi estado natal, me siento agradecido por la forma equilibrada en la cual siempre me han cubierto los medios de comunicación regionales en Oklahoma, desde la secundaria hasta la universidad.

El mundo del baloncesto estuvo estudiando cada movimiento que hacía y me siento orgulloso de la manera en la cual todos nosotros (mis entrenadores, compañeros y mi propia persona) lo pudimos manejar.

Antes de nuestra llegada, Oklahoma tenía una temporada con marca 11-20. Por ello, estoy orgulloso del éxito que tuvimos en dicha temporada. Ganamos muchos encuentros importantes y llegamos al torneo de la NCAA. Nunca me arrepentiré de un solo momento de los que pasé en la Universidad de Oklahoma, o de mi decisión de haberme quedado en mi estado natal y convertirme en Sooner de por vida.

Sin embargo, lamentaré que no pude ayudar a los Sooners a alzarse con un campeonato nacional. Siempre he querido rendir honor a los legados de Wayman Tisdale, Blake Griffin y Buddy Hield, leyendas de la Universidad de Oklahoma que llevaron a este programa a los Ocho de Élite y Final Four. Quise llevar a los Sooners hasta el final del camino, hasta alcanzar un campeonato nacional. Cuando escogí estudiar en la Universidad de Oklahoma, imaginé que tendría más de una oportunidad de participar en el torneo NCAA. Sin embargo, las cosas cambiaron y esta temporada terminó siendo mi única oportunidad.

Al final de cuentas, debo tomar la decisión que creo es la mejor para mí. No obstante, eso no significa que no lo haga con cierto pesar en mi corazón, sin lamentar un poco que no podré hacer un nuevo intento junto a mis compañeros la próxima campaña.

Siendo niño, mientras jugaba en el YMCA de Norman, soñaba con tener la oportunidad de conducir a los Sooners al campeonato nacional. Sin embargo, también soñaba con jugar en la NBA, enfrentándome a los mejores jugadores del mundo. Para mí, ya es hora de hacerlo. Nunca olvidaré esas mañanas con papá en el YMCA, a las 5:30 de la mañana ya en la piscina, la sala de pesas y luego hacer 100, 200 tiros, antes de ducharme y salir corriendo a la escuela. Luego de las prácticas en la secundaria y la tarea, mis días terminaron también en el YMCA: más cestas en un gimnasio vacío, más trabajo antes de ir a casa para ver partidos de la NBA hasta que se hacía hora de dormir.

En lo que a mí respecta, siempre seré ese chico delgado, de 5 pies y 6 pulgadas de estatura metido en la cancha de la YMCA, tratando que hombres mayores me escogieran para jugar partidas improvisadas. No siempre fue fácil. Y eso es lo que siempre me motiva.

De hecho, ese se convertiría en el tema común de gran parte de mi carrera en el baloncesto: he sido subestimado y he pasado por debajo de la mesa. Fui bendecido al formar parte del McDonald's All American Game y jugar con el USA Basketball Select Team. Sin embargo, esos logros siempre parecían tener un signo de interrogación o un asterisco al lado. Nunca fui un gran saltador, el que hiciera las clavadas de espectáculo, el chico alto y atlético que sí asemejaba ser una estrella tradicional del baloncesto. Siendo honestos, ni siquiera fui considerado como uno de los mejores bases en mi terna de jugadores listos para ser reclutados por universidades.

A pesar de ello, fue el chico que trabajó sin descanso, el que pasaba más tiempo en el gimnasio y jugaba siempre sintiendo que tenía algo que demostrar. Quería ser considerado como uno de los grandes jugadores. Quería pertenecer.

Y ahora sé que las dudas surgirán de nuevo mientras me preparo para el draft. No pretendo afirmar contundentemente que estoy listo hoy en día para jugar en la NBA. No obstante, estoy determinado a hacer lo que siempre he hecho: invertir las horas de trabajo que sean necesarias para prepararme a fin de jugar en esa liga y asumir los retos increíbles que eso conlleva. Voy a comenzar a entrenar para el draft inmediatamente, buscando ganar fuerza en todo mi cuerpo, perfeccionar mis destrezas y estudiando a los mejores entre los mejores.

Dentro de mí, aún sigue vivo ese niño pequeño que esperaba a las afueras de la arena del Thunder en pleno centro de Oklahoma City, ansioso por ver abrir las puertas que me condujeran a ver a un jugador estrella en la cancha, preparándose para la grandeza. Esas noches me hicieron enamorarme con el proceso que me ayudará a desarrollar todo mi potencial como jugador de baloncesto, y ese proceso ahora se convierte en mi empleo a tiempo completo.

Adiós, Universidad de Oklahoma. Hola, NBA.

Como siempre, estoy listo para empezar a trabajar.