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Boston Celtics queda fuera, pero en buena posición hacia el futuro

BOSTON – Adelante. Pueden consolar a los Boston Celtics en tonos calmantes y dulces, pueden decirles que no hay ninguna vergüenza en perder ante LeBron James: el jugador más grande que hay en el baloncesto, un ícono inmenso quien jugó durante 48 minutos y desmoralizó a su antiguo y familiar enemigo de los playoffs de cada forma posible e imaginable. Triples en forma de daga, defensiva hermética, excelente visión de la cancha y, sobre todo, un porte digno de un miembro del Salón de la Fama que nadie más en el baloncesto (o quizás en esta tierra) siquiera pueda comenzar a duplicar.

Siéntanse libres de recordarles a los Celtics que nadie (absolutamente nadie) esperaba que avanzaran a las finales de la Conferencia del Este con una nómina diezmada desde el principio debido a las lesiones de Gordon Hayward, luego Kyrie Irving, después Daniel Theis y al final, Shane Larkin.

Obviamente que todo lo anterior es cierto, pero no esperen que ellos concuerden en lo más mínimo con eso. Los “hijos de Brad Stevens”, incluso antes de una desalentadora derrota en el Juego 7, en su propio edificio, única en su denominada carrera improbable de los playoffs, salieron del TD Garden con la creencia que se trataba de un partido que debieron haber ganado, incluso tras un 34 por ciento de encestes en el mismo y un inexcusable 17.9 por ciento (7-39) desde la línea de 3 puntos.

Se despertarán en la mañana del lunes alegando, fervientemente, que pertenecen al gran escenario, no como candidatos inferiores sino como legítimos contendores.

“Nada de esto fue improbable para nosotros”, expresó Marcus Morris. “Tal como dije desde el principio, una vez que vi el sorteo de los playoffs, esperaba que nos encontrásemos en la posición en la cual llegamos a estar”.

“Sin embargo, nos quitamos el sombrero ante Cleveland. Pudieron volver de un déficit 2-0 (para la serie). Tenían a LeBron. Fallamos cestas que normalmente logramos hacer”.

Oh, esas cestas fallidas. ¿Por dónde comenzamos? Hubo muchas, muchísimas. Tenemos a Terry Rozier, quien falló en 12 de sus 14 intentos, incluyendo de 0-10 en las largas distancias. Dos noches atrás en Cleveland, dentro de un ambiente mucho más hostil, Rozier estuvo encendido ante los Cleveland Cavaliers, con 28 puntos, 6-10 de encestes en triples.

“Es una píldora amarga que tragar”, expresó un Rozier visiblemente sacudido en la tranquilidad del vestuario de perdedores.

Después, al ser abordado por ESPN en el pasillo, se le preguntó a Rozier con respecto a la idea si este partido fue demasiado abrumador para un roster con promedio de 25.6 años, que tuvo la posibilidad de convertirse en la segunda plantilla más joven en avanzar a las Finales de la NBA desde el inicio de la era del cronómetro de encestes.

“No tiene nada que ver con eso”, dice Rozier. “Definitivamente intentaría hacer esas cestas otra vez. Sigo con mi confianza intacta. La seguiré manteniendo durante el verano y la próxima temporada”.

Una de las cualidades de los Celtics que provocaba mayor empatía era que, cuando fallaba un jugador, otro asumía la labor para compensar. Esa relación no fue posible durante el Juego 7. El trio de pista trasera de Boston, conformado por Rozier, Jaylen Brown de 21 años (5-18) y Marcus Smart (1-10) sumaron un asombroso 19 por ciento de encestes desde la cancha y un aletargado 11 por ciento (3-26) desde la línea de 3 puntos.

Los Celtics dispondrán de todo el verano para asumir las críticas que les achacan las “novatadas” cometidas en el Juego 7, que la enormidad del momento los llevó a presionar, forzar cestas saltadoras con bajo porcentaje y tomar decisiones apresuradas. Los números sugirieron que hay mucho de verdad en lo anterior, con la excepción de Jayson Tatum, de 20 años, quien hace dos años se estaba enfrentando a la secundaria de St. Louis University (Missouri) por el campeonato estatal masculino y en la noche del domingo hacía enfáticas volcadas contra James, su ídolo de niñez.

Tatum terminó la noche con 24 puntos y 7 rebotes, sumando otra página a un resumen que nos podría sugerir que sí fue el mejor novato en el talentoso draft de 2017, después de todo.

“Me encanta todo lo que este chico muestra”, afirma James. “La forma en la cual juega este deporte, su comportamiento, de dónde proviene. Conozco a sus padres. Está hecho para el estrellato”.

Sin embargo, el partido fenomenal de Tatum no fue suficiente, como tampoco lo fue el resurgir de Al Horford como el facilitador indudable a ambos lados de la cancha, un Yoda para los jóvenes Jedis de los Celtics.

Mucho de ello tuvo que ver con la fuerte defensiva de los Cavaliers, más una de las mejores actuaciones de la carrera del ex miembro de los Celtics Jeff Green. Y, obviamente, las huellas de LeBron eran evidentes en todas partes, especialmente a la mitad del segundo periodo, cuando Boston dejó desvanecer una ventaja 35-23 ganada a fuerza de sudor y esfuerzo, faltando 8:52 en el periodo gracias a una cascada de tiros errantes, pérdidas de balón y tiros libres fallidos. James les hizo pagar con creces cada error, mediante un pase astuto o una incursión ofensiva en la pintura. Al medio tiempo, esa ventaja de 12 puntos había terminado reducida a cuatro. Fue una oportunidad desperdiciada y todos en un Garden ruidoso lo sabían bien.

“Nos alejamos de lo que hicimos en el primer periodo”, admitió Rozier. “Cuando lo hacemos siempre pagamos por ello”.

“Estábamos en buena forma, realmente buena”, se lamentaba el entrenador de Boston Brad Stevens, “y simplemente no pudimos extender la ventaja. Creo que eso, probablemente, se sumó al mal enceste visto en el resto del partido”.

A veces, cuando no se producen las cestas, existe la tendencia de tratar de recuperar todos esos puntos a la vez, especialmente si se es joven y aún aprendiendo. Rozier fue culpable de ello. Brown también.

“En ciertos momentos se podía decir que (los jóvenes) jugaron como jóvenes”, admitió Morris. “Cleveland cuenta con hombres veteranos, incluyendo al mejor de todos. Sin embargo, me encanta haber visto que nunca dejamos de luchar”.

De muchas formas, Smart, quien ha sido identificado durante largo tiempo como el corazón y alma de este equipo, fue el mejor ejemplo de los problemas experimentados por Boston. Su intrépida fe en sí mismo es su mayor fortaleza y a la vez, su debilidad más evidente. Es un defensor aguerrido, un pasador subestimado, pícaro y agitador, más no encestador. Sin embargo, sigue intentando. Y eso, tarde o temprano, eso iba a pasarle factura a él y su equipo. Por todos sus problemas con el enceste, Smart pudo tener dos grandes enfrentamientos contra LeBron, sumó siete asistencias y cero pérdidas de balón en 30 minutos de juego. Tuvo rating de +1 en el partido, típica noche en el tabloncillo para el volátil líder de los Celtics.

“Este fue difícil”, dijo Smart. “Muy duro. Lo dejé todo en la cancha, pero mi (actuación) fue inaceptable. Fallé tiros libres. Fallé cestas que convierto normalmente. Intento no cobrar excusas, pero mi pulgar está mal. Toda mi mano derecha es un problema”.

¿Suena familiar? Un jugador golpeado con encestes que vienen y van, con la defensiva como su tarjeta de presentación. He allí los Boston Celtics de 2017-18 en dos platos.

El veterano Aron Baynes, quien hizo sentir su presencia en este partido sin convertir una cesta, se le preguntó si la juventud fue, en definitiva, la perdición definitiva de este equipo.

“No puedo decir eso”, respondió Baynes. “Setenta por ciento de esas cestas que fallábamos, eran buenos tiros”.

Baynes dice que sus compañeros aprovecharán su decepción en formas que aún no son capaces de comprender.

“Es una gran herramienta de aprendizaje”, afirmó. “En mi primer año en la liga (con los San Antonio Spurs), perdimos en las Finales y pudimos regresar con un ánimo diferente, un nivel de energía distinto”.

¿Compartió esa joya de sabiduría con el equipo en la noche del domingo?

“Aún no”, dijo Baynes. “Es pronto aún”.

No hay necesidad de revisar la emocionante victoria sobre los Milwaukee Bucks y cómo desarmaron a los favoritos Philadelphia 76ers. No hay necesidad de darles una palmada en la espalda por su resistencia y su capacidad de perfeccionar la forma de juego en la cual siempre habrá otro hombre a quién acudir. Estos Boston Celtics no sienten placer en ello. Su idea era cruzar el sendero completo, incluso si el resto pensaba que no eran capaces de hacerlo.