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Humildad e intensidad, cualidades que Manu Ginóbili deja en la memoria de todos

DALLAS -- Hay atletas o momentos que quedan grabados en la mente de quien se dedique al deporte profesional, incluso como periodista.

Manu Ginóbili dejará marcados a todos quienes tuvimos la oportunidad de estar cerca de él, de verlo jugar, de cubrirlo durante sus primeros años en la NBA, la etapa intermedia y sus últimas temporadas.

Siempre humilde y con una intensidad y concentración que daban miedo desde que salía a entrenar, a calentar, a disparar al aro, al simplemente pisar la duela, fuera en las instalaciones de práctica de los San Antonio Spurs o en día de juego de temporada regular, Playoffs, Finales, lo que fuera, Manu siempre estuvo al máximo.

Su trato personal con compañeros, rivales, entrenadores, aficionados y periodistas siempre fue con una educación como la del caballero generoso que siempre ha sido. Durante más de cinco años tuvo que aguantar el mismo cuestionamiento: “¿Hasta cuándo Manu?”.

La pregunta finalmente fue respondida cuando el argentino anunció que, con una mezcla de sentimientos encontrados, dejaba el basquetbol profesional de la NBA como jugador activo.

En la que fue su última gira de postemporada, el entrenador Greg Popovich me vio llegar un día antes del Juego 1 de la primera ronda contra los Golden State Warriors, volteó con esa mirada y sarcasmo que le caracterizan y me preguntó si ya había llegado esa época del año en que un servidor llegaba a “retirar“ a Ginóbili.

Popovich sabe a la perfección el que tiene Ginóbili para el deporte latinoamericano en general, no sólo para el basquetbol sino para todos los atletas profesionales que han llegado a las principales ligas de Estados Unidos con el sueño de triunfar.

El argentino era, es y será propiedad de Latinoamérica. Había que ver en San Antonio lo que representa para una ciudad y el significado que tenía para los aficionados en las arenas de la NBA y, en el vestidor, su importancia para la prensa.

Y, por supuesto, para sus compañeros, jóvenes y veteranos.

Siempre fue honesto, incluso hasta el último momento. Nunca daba pista sobre su posible regreso o retiro, porque ni él mismo lo sabía. Los reporteros notábamos que luchaba los últimos años entre sus ganas de competir y ganar otro campeonato con el deseo de estar con su esposa e hijos, cuyo cariño y respaldo siempre fue absoluto.

La última vez que Manu jugó en el AT&T Center, ahí estaban sus hijos, esposa, algunos primos y hasta sus padres, quienes de manera informal me dijeron que querían estar cerca de él por si era la última vez que su hijo pisaba una duela de la NBA. Nadie lo sabía con certeza.

Alguna vez, en las más recientes series de Playoffs, Manu me dijo que sólo iba a jugar hasta que se sintiera útil, motivado, sano y, sobre todo, con el respaldo de competir por cosas trascendentes.

Quizá, esta vez, después de charlar con Popovich, fueron realistas y se dio cuenta de que el sacrificio de un campamento de entrenamiento más, 82 partidos de temporada regular, 41 de ellos en gira, ya valía menos la pena con un equipo que comenzará una nueva etapa en la que hay más preguntas que respuestas.

Los Spurs tienen para competir y estarán en la pelea por los Playoffs la próxima campaña, pero será muy diferente ya sin Tony Parker, quien jugará para los Charlotte Hornetss, y sin Ginóbili, quien ahora jugará, pero con sus hijos.

Gracias, Manu, por todas las atenciones que tuviste dentro y fuera de la cancha para quienes tuvimos el privilegio de verte jugar, sacar esa garra, talento y, sobre todo, humildad y educación.

La NBA sigue sin el astro argentino, quien hizo absolutamente todo a su alcance para, además de ayudar a sus Spurs a ganar partidos y campeonatos, a crear una gran cultura en el vestidor.

“No le pregunte qué tan duro fue, pero podría decir después de hablar con él que fue una muy difícil decisión“, afirmó Herb Rudoy, agente de Manu, al periódico San Antonio Express News.