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Julio Ricardo Varela 6y

Manu Ginóbili también fue 'el 5' de la selección argentina

Desde que Manu Ginóbili anunciara el pasado lunes su retiro de la NBA, mucho se ha dicho y publicado en Twitter con respecto a la estrella de los San Antonio Spurs y lo que él representaba para la NBA, al igual que para la comunidad latina de la ciudad tejana.

No obstante, el universo que tiene como eje a la NBA en ocasiones subestima cómo el baloncesto es un verdadero deporte mundial, con raíces no necesariamente creadas por la NBA y debe decirse que Manu, de 41 años, también será percibido como uno de los jugadores internacionales más grandes de todos los tiempos y quizás, como el sudamericano más grande en haber pisado una cancha de básquetbol.

No se puede recalcar lo suficiente el hecho que, desde la incepción del baloncesto masculino como deporte olímpico en 1936, el único equipo latinoamericano en haber ganado la presea de oro fue la selección argentina que compitió en 2004.

Piensen al respecto: de los 19 torneos olímpicos de baloncesto masculino que se han disputado, Estados Unidos ha ganado 15 medallas de oro, la Unión Soviética, dos; Yugoslavia se coronó en una ocasión y el único quinteto del hemisferio sur del mundo que ha llegado a alzarse con el primer lugar ha sido el argentino.

Hasta el día de hoy, incluso pudiendo ver cómo Ginóbili comenzaba a dejar huella con los San Antonio Spurs, mi recuerdo favorito de Manu fue su debut en el baloncesto olímpico, cuando anotó 27 puntos y convirtió una flotadora espectacular con la zurda para así vencer por un tanto a Serbia y Montenegro.

Fue el inicio de una carrera de ensueño para el equipo de la Argentina, la cual incluyó un estremecedor triunfo sorpresa 89-81 sobre Estados Unidos en las semifinales (partido en el cual Manu sumó 29 puntos) y un fácil partido por la medalla de oro en el cual se impuso a Italia.

A la hora de hablar de uno de los equipos internacionales no favoritos más grandes de todos los tiempos, la selección olímpica argentina de 2004 ocupa un lugar preponderante y Manu tuvo un rol fundamental conduciendo a ese equipo, al igual que lo hizo en 2002, cuando Argentina venció a Estados Unidos para ubicarse en el segundo lugar del Mundial de Baloncesto en Indianápolis.

En este momento, quizás están pensando que exagero la importancia de los logros en el baloncesto internacional, pero les perdonaré porque, para muchos de nosotros que crecimos en lugares como Puerto Rico (quien les escribe), Argentina (Manu), México (medallista de bronce en baloncesto masculino en 1936), Uruguay (bronce en 1952 y 1956), Brasil (1948, 1960, 1964) o incluso Cuba (bronce en 1972), nuestra introducción al baloncesto no fue a través de la NBA. Fue mediante los torneos sancionados por la FIBA, el organismo que regula al baloncesto mundial.

Antes que yo supiera de la existencia de los New York Knicks, de hecho, mi primer recuerdo real del baloncesto se produjo cuando la selección boricua de Montreal 1976 se quedara a una canasta (94-95) de vencer a Estados Unidos. Antes de que yo comenzara a seguir las hazañas del Dr. J, ocupaba mi tiempo revisando calendarios de los Juegos Centroamericanos y del Caribe, preguntándome si Puerto Rico algún día podía superar a potencias de Sudamérica como Brasil y Argentina, como lo hizo con frecuencia unos años más tarde.

El baloncesto internacional fue constante complemento a mi iniciación a la NBA durante los años 80 y 90. Aplaudí más cuando el equipo de Puerto Rico superó a Estados Unidos en el Mundial de Baloncesto (aunque luego perdieran el partido por la medalla de bronce en tiempo extra) que cuando los Knicks finalmente se impusieron sobre los Chicago Bulls en los playoffs de la NBA de 1994.

Por ende, cuando llegaron los Juegos Olímpicos de 2004, esperaba que Puerto Rico llegara lejos en el torneo, especialmente tras haber apabullado a Estados Unidos por diferencia de 19 puntos. Sin embargo, cuando mi selección cayó eliminada, aún contaba con Manu y la Argentina.

Cuando triunfaron fácilmente a Italia para alzarse con el oro, vi el partido con algunos amigos argentinos quienes, literalmente, estaban pintados de azul y blanco. Tenían a su alrededor un aura brillante, aún gozosos gracias al sorpresivo triunfo sobre los estadounidenses. La histórica medalla de oro les dio esperanzas, no sólo porque su país no había ganado un Mundial de Fútbol desde 1986, sino porque, finalmente, la Argentina estaba empezando a dejar atrás su trágico pasado.

Mis amigos eran los mismos niños que vieron esos encuentros de baloncesto en los años 70 y 80, aunque se encontraban bajo el mando de una dictadura militar. Durante esos años, las esperanzas no eran tan reales. Esa victoria en el baloncesto olímpico en 2004 fue un triunfo para una nueva Argentina, con Manu como la gran súper estrella albiceleste. Creo que mis amigos lloraron ese día, aunque desconozco si fueron lágrimas de felicidad o producidas por dolorosos recuerdos. Me gusta pensar que sí fueron resultado de la felicidad sentida gracias a Manu y el resto del equipo campeón olímpico.

Ginóbili merece todos los elogios de la NBA que recibe. Pero uno nunca puede olvidar que el armador de 41 años de San Antonio con cuatro títulos de la NBA, como su perfil de Twitter dice, también era "el 5 de Argentina". Si alguien abrazó su mundo bilingüe y bicultural, fue Manu.

No es de extrañar que cuando Manu tuiteó su retiro el lunes, el base de Bahía Blanca primero compartió sus pensamientos en español, porque Manu nunca olvidó de dónde venía, y porque sus hazañas internacionales les importaban a muchos.

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