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La alineación imposible

Getty Images

En el deporte, primero es revolución, adaptación y luego evolución. Surge un virus contagioso que se propaga a la velocidad del rayo y luego, como contrapartida, una serie de antídotos con recetas escritas en idiomas diferentes. Y esto ocurre en todas las disciplinas. En los últimos años le pasó, por citar un ejemplo, al Barcelona de Pep Guardiola, que supo colgarse la medalla del buen pie en todas las posiciones, con resultados comprobados, hasta que el resto del entorno logró ponerse a tiro del desafío.

En básquetbol, supo ocurrirle a los San Antonio Spurs de Gregg Popovich y luego, como contrapartida, surgieron los Golden State Warriors, dominadores absolutos del básquetbol mundial merced al ritmo, la ejecución y la precisión en partes iguales. Sin embargo, los mejores cambian cuando todo funciona. Y fue así que Kerr y compañía buscaron más ayuda en la temporada baja y no se equivocaron: en la actual temporada, el resto de las especies se adaptaron a un hábitat de electricidad enfermiza que parecía imposible de equiparar. Y los Warriors, casi sin querer, ya no ganaban tan fácil como antes.

Los resultados están a la vista. De nuevo: revolución, adaptación y evolución del juego.

La llegada de DeMarcus Cousins a Golden State irritó a los fanáticos (obviamente, a los que no son de la bahía de San Francisco) y preocupó aún más a los rivales. Golden State estaba, de nuevo, un paso al frente de todos y de todo. La balanza de la justicia deportiva lucía en ese entonces -y luce ahora en la realidad concreta- más ciega que nunca. Si bien es cierto que Cousins se recupera de una lesión en el tendón de Aquiles, y que aún no está al máximo de su nivel, es un interno que tiene todo para hacer de los Warriors un equipo realmente invencible: velocidad para correr la cancha, defensa, fuerza, sacrificio, capacidad de pase y también tiro externo. Jugar contra Golden State es subirse hoy, más que nunca, a un barco con 12 agujeros en diferentes espacios: no se sabe con exactitud por dónde pero siempre se filtrará agua hasta provocar el hundimiento.

Frente a los Clippers y los Lakers, el escuadrón All-Star (Stephen Curry, Klay Thompson, Kevin Durant, Draymond Green y Cousins) tuvo sólo 18 minutos de acción combinados, pero en ese lapso, dominaron a sus oponentes 55-20. No sólo eso: como nos informa el departamento de estadísticas de ESPN, anotaron siete triples contra el total de dobles combinados de ambos equipos de Los Ángeles (6, con 1-12 en tiros de campo).

Es realmente abrumador el ritmo con el que juegan, pero mucho más ridícula es la precisión con la que ejecutan. Piensen en Thompson y su falta de necesidad de picar la pelota para alcanzar sus tiros: eso es calidad, pero también es movimiento de balón colectivo para llegar al tirador cómodo. Con cinco jugadores y básquetbol fluido la calidad del lanzamiento crece a límites insospechados. Voy a ir a los números una vez más: la alineación, con Cousins en plano protagonista, venció a sus oponentes por 85.5 puntos cada 100 posesiones, anotando 131 unidades cada 100 y permitiendo sólo... ¡45.5 puntos del rival!.

Como si fuese poco, los Warriors, con su quinteto de la muerte, lograron una asistencia -esto habla del juego de equipo- en 22 de 23 tiros convertidos, es decir, 96% de oportunidades. Esto supera por 30% (66%) lo que ocurre habitualmente con Golden State, rankeando aún así, con ese promedio frecuente, segundo en toda la Liga.

Por supuesto, esta radiografía aún necesita ponerse a la luz unos partidos más, pero si se concreta lo que parece, se habrán unificado el principio, el nudo y el final de la temporada. Nada parece ser más lógico que ver a Golden State jugando las Finales nuevamente. Hoy por hoy, los Warriors juegan contra los Warriors: con Cousins, el salto de calidad les permite quitar una hoja de su propio calendario, volver a reinventarse y escribir una vez más las reglas del básquetbol posmoderno.

Desde 1975-76, informa el Elias Sports Bureau, que no existía un equipo con cinco All-Star en su formación. En aquella oportunidad, fueron los históricos Celtics de Red Auerbach. En el caso de Golden State, sólo hay una kryptonita que parecería detener, en parte, al nuevo súper monstruo de la NBA: las faltas. Cousins ha jugado poco porque cometió 10 faltas en 36 minutos, habiendo promediado 4.3 infracciones en ese mismo espacio de tiempo a lo largo de su carrera. Sin embargo, cualquier aficionado amateur sabrá que esto no es otra cosa que ritmo; cuando se vuelve de una lesión de esta naturaleza se requieren horas de vuelo. Y no hay academia de instrucción más atractiva que la de los Warriors, en la que se calientan los músculos a puro triunfo.

La alineación imposible de los Warriors ha dado sus primeros pasos. El básquetbol, con tanto talento junto, puede resultar increíblemente atractivo o aburrido por falta de oposición. De nuevo: revolución, adaptación y evolución.

Uno contra todos. Todos contra uno.

El juego de tronos reconoce, de nuevo, la dinastía dominante.