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Bruno Altieri 5y

Nadie es mejor que todos juntos

En la noche del miércoles de NBA, los Raptors volvieron a poner sobre la mesa un concepto del juego tan lógico como evidente: haciendo las cosas en equipo, no hay talento individual que valga.

Nadie es mejor que todos juntos, reza la máxima del deporte posmoderno. Y los Warriors lo vivieron en carne propia. Pese a la descomunal tarea de Stephen Curry, autor de 47 puntos, siete rebotes y ocho asistencias, perdieron el partido sin atenuantes.

Lo que pasó esta noche con Curry, no es ninguna novedad. Pasó antes con los Houston Rockets de James Harden, previo a esto con los Cleveland Cavaliers de LeBron James y también ocurrió, en otras oportunidades, con los Raptors de Kawhi Leonard. El talento individual se maneja con la lógica de Harry Houdini en el básquetbol actual: se puede ser escapista de manera excepcional, usar recursos extraordinarios para liberarse de cadenas en situaciones de riesgo, pero no se puede hacer de eso algo sostenido y regular. Tarde o temprano, lo grupal superará lo individual.

Ya no es uno para todos. Es todos para todos.

La lógica del básquetbol multiposición, del talento extremo en todas las partes de la cancha, hace que esto cobre un rol fundamental. De alguna manera, todos queremos ver si Curry -o cualquier estrella de turno- es capaz de sobreponerse a una adversidad suprema, como pueden ser las lesiones de Kevin Durant, Klay Thompson y compañía. Nos despierta empatía ese esfuerzo sobrehumano, pero a todas luces es insuficiente: el sueño de los héroes ya es cosa del pasado.

Curry anotó el miércoles por la noche el 43% de los puntos de su equipo, según información recolectada por el departamento de estadísticas de ESPN. Es el máximo de su carrera en playoffs y la sexta vez que ocurre en los últimos diez años en la NBA. Si revisamos la casuística, veremos la enfermedad de fondo. Ocurrió antes tres veces con LeBron (44.7 en 2018 y dos veces de 44.0 en 2015), una vez con Kobe Bryant (44.2 en 2010) y otra vez con Russell Westbrook (43.9 en 2012).

El resultado para todos fue el mismo: perdieron el partido.

De todos modos, debemos ser justos con Curry. El caso del miércoles fue el típico caso de desesperación absoluta. No sólo se quebró la dinámica de Golden State merced a las lesiones de las estrellas, sino que sus compañeros jamás pudieron entrar en sintonía fina. Las pruebas de laboratorio de Steve Kerr finalizaron todas en explosión. Alquimia cero.

Los compañeros de Curry se combinaron para 62 puntos con 37% de campo, pero anotaron sólo 19 puntos con 21% cuando tuvieron que crear su propia ofensiva. Curry, en tanto, anotó 31 de 47 armando su propio juego. Como siempre decimos, en una embarcación es mucho más sencillo tapar un agujero, por más grande que sea, que doce al mismo tiempo. Para los Raptors, entonces, fue cosa sencilla arruinar la sesión de stand-up de la estrella de Warriors.

De acuerdo a un informe de Second Spectrum, los Warriors fueron casi 37 puntos mejores cada 100 posesiones cuando Curry trasladó el balón que cuando lo hizo cualquiera de sus compañeros. Con Curry, la eficiencia ofensiva fue de 132.6 cada 100 posesiones y sin él, de 95.7. Ni Dante en el infierno sufrió tantas adversidades.

Sin su póker de ases (Curry, Thompson, Draymond Green y Durant), Golden State puede estar en serios problemas en estas Finales NBA. Está claro que los Raptors tienen un enorme mérito en haber ganado fuera de casa, pero los números son los números: desde que Durant se sumó a los Warriors en 2016-17, el récord es de 211-62 (77.3%). Con el cuarteto estelar en cancha, su marca es de 151-40 (79.1%), con tres de cuatro 60-22 (73.2%), con dos de cuatro 13-9 (59.1%), con uno de cuatro 3-2 (60.0%) y con ninguno de los cuatro 0-3 (0%).

Existe un punto fundamental que nos ayuda a comprender el fenómeno: ningún equipo puede acertar tanto a esa velocidad si no cuenta con los mejores tiradores del mundo en sus filas. No es lo mismo que un tiro a la carrera lo ejecuten Curry, Durant o Thompson, a que lo hagan Green o Iguodala. No son los mismos porcentajes ni los mismos roles. Esa velocidad de ejecución, esa precisión con ritmo dominante, es lo que ha convertido a Golden State en el mejor equipo de la década. Son los creadores del básquetbol del absurdo, precisión de relojero adiestrado a velocidad de Fórmula Uno. Pero ese propósito excede lo normal. No es algo para cualquiera y es por esa razón que es un estilo muy, pero muy difícil de imitar, por no decir imposible.

De cara a lo que viene, los ojos de los Warriors estarán enfocados en la enfermería. Ellos mismos experimentaron en carne propia lo que significa jugar sin sus estrellas: no se puede ganar un partido ante un rival tan poderoso con una única vía de gol sostenida.

En el momento más importante de la temporada, las lesiones juegan una mala pasada para los campeones reinantes. 

La salud, en estas instancias, cobra un rol trascendental. Tan relevante como el Juego 4 que, de acuerdo a lo que pase, puede significar un nuevo renacer o el comienzo de una gran historia inesperada para el básquetbol NBA.

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