<
>

Por qué Barry Bonds, Roger Clemens están en mi boleta del HOF

Barry Bonds y Roger Clemens estarán en la boleta del Salón de la Fama por cuarta vez este año. USA Today Sports

La mayoría de los votantes al Salón de la Fama, historiadores y fanáticos recordarán el mes de enero del 2016 como el mayor logro de uno de los agraciados dentro del mundo del béisbol. Un día miraremos atrás, y Ken Griffey Jr. tenía 46 años y listo para entrar sin mayor problema al Recinto de los Inmortales con una votación que debe estar entre el 98 o 99 por ciento.

Entre todo el amor que va a recibir el Junior, yo recordaré esta ronda de votación como el año en el que me desmonté de mi caballo, reconocí la realidad y me metí en el círculo de los que apoyan al rey de los cuadrangulares y al siete veces ganador del Cy Young. Barry Bonds y Roger Clemens no van a estar en el mismo escenario con Griffey en julio. Pero ellos sí están entre los 10 nombres seleccionados en mi papeleta de votación luego de varios años de haber dejado en blanco las casillas que aparecen junto a sus nombres.

Hagan una encuesta entre los votantes al Salón de la Fama, y es muy posible que encuentren variaciones en tres temas diferentes. Los pragmáticos se rehúsan a jugar el juego de "CSI: Cooperstown" y pasar juicio sobre las actuaciones farmacológicas de los candidatos. Ellos solo se rigen por los números, solamente números. En contraste, los de línea dura, se rehúsan a votar por alguien que haya siquiera sido mencionado en las cercanías de los escándalos con sustancias para mejorar el rendimiento. Cuando uno ve las palabras "acné en la espalda" en la columna de un votante al Salón de la Fama, es muy posible que la haya escrito alguien que respalda la línea dura.

Ya que el uso de esteroides y las alegaciones de PED convirtieron en un factor para la votación al Salón de la Fama, yo traté de habitar en un espacio medio un poco más exigente, juzgando a los jugadores caso a caso y esperando que el tiempo proveyera algo de claridad. Yo creía que el desapego ganaría a largo plazo y que el proceso de discernir entre los hombres de verdad y los que hacían trampa sería menos oneroso cada año.

Pero yo terminé cayendo en la broma. A pesar de todas mis tácticas dilatorias, el paso del tiempo ha probado ser un espejismo para lograr más claridad, y ahora solo hemos logrado alternar entre tonos más claros y más oscuros de gris.

Incluso sin sus ascensos impulsados artificialmente hacia la tierra de la fantasía de las estadísticas, se puede decir que Bonds y Clemens son merecedores de estar en el Salón de la Fama, si hubiesen retirado mientras estaban al frente del juego. En 1998, a los 33 años, Bonds ya era un tres veces JMV, que había sido colocado en el puesto 34 en la lista de los 100 mejores jugadores de la historia, recopilada por The Sporting News. Ya tenía un total acumulado de Victorias Sobre Reemplazo (WAR) de 94.6 - más que lo que acumularon Al Kaline, Joe DiMaggio, Reggie Jackson y otros varios grandiosos jardineros en todas sus carreras.

De igual forma, Clemens ya tenía una fuerte base estadística para el Salón de la Fama antes de su improbable segundo acto en Toronto. Hasta 1996, había amasado 192 victorias y efectividad de por vida de 3.06, capturando tres premios Cy Young con los Medias Rojas de Boston. El gurú de Cooperstown Jay Jaffe cataloga esos logros por encima del estándar del Salón de la Fama para lanzadores abridores y "un poco por debajo" de los números logrados por Pedro Martínez, quien fue exaltado al Salón de la Fama el año pasado en su primera oportunidad con el 91.1 por ciento de los votos.

Ya sabemos el resto de la historia. Barry se unió a Greg Anderson y Víctor Conte, y Roger se juntó con Kirk Radomski y Brian McNamee, y ambos llevaron sus números de WAR a una zona sin precedentes, marcada por números de fantasía y escarnio público generalizado.

¿Es preocupante el hecho de que Bonds y Clemens fueron tan narcisistas o sordos a la percepción de destruir sus legados? Por supuesto. Pero ellos fueron además un producto de su era. Y es iluso pensar que nosotros, como escritores de béisbol, mantengamos alguna noción pintoresca del Salón como un bastión de la pureza competitiva mientras que los fanáticos que viajan a Cooperstown cada verano solo quieren visitar un museo y ver la historia del juego junto con todo su complicado desorden.

¿Dónde está la línea divisoria? ¿Acaso un candidato al Salón de la Fama necesita fallar una prueba (Rafael Palmeiro), sentarse a llorar frente a Bob Costas (Mark McGwire), aparecer en el New York Times por un positivo en una prueba (Sammy Sosa) o ganarse una mención en el reporte Mitchell (Gary Sheffield) para ser descalificado de ser considerado? ¿Y qué tal las anfetaminas? ¿Simplemente le hacemos un guiño a dicho pecado y seguimos adelante? Al debatir estas y otras preguntas en los últimos años, hemos perdido más mucho el sueño.

En enero pasado, a modo de experimento en las redes sociales, tuiteé esta pregunta, "¿Deben estar Roger Clemens y Barry Bonds en el Salón de la Fama?" Una hora, 1,200 respuestas y una multitud de votos por el "sí" más tarde, me sentí como un chico amontonando sacos de arena contra un tsunami en mis esfuerzos por racionalizar mi voto hacia el "no".

El encogimiento de hombros es la nueva claridad. Cuando los Marlins de Miami nombraron a Bonds como su nuevo instructor de bateo hace tres semanas, no se acabó el mundo por eso. McGwire es el nuevo coach de la banca de los Padres de San Diego. Sheffield hace análisis en estudio para TBS, y Alex Rodríguez fue la mejor historia del 2015 para los Yankees de Nueva York. Todos ellos son prueba que la redención viene con la pérdida selectiva de la memoria o con un OPS de .800, lo que sea que llegue primero.

La mera presencia de una placa en Cooperstown, con o sin asterisco o en una "ala de esteroides" designada, no va a cambiar la percepción del público. Los fanáticos de los Dodgers tienen libertad para catalogar a Bonds como un tramposo y un villano, y los fanáticos de los Gigantes tienen libertad para amarlo por el resto de sus vidas. Como dijo el comediante Jerry Seinfeld de forma notoria, "En realidad estás vitoreando las ropas que se ponen."

Este debate se extenderá por bastante tiempo en el futuro cercano. Sheffield y Sosa volverán a estar en la boleta el año que viene, y Manny Ramirez y Pudge Rodríguez aparecerán por primera vez. Y a lo largo del camino, tendremos que hacernos las mismas preguntas sobre David Ortiz, Ryan Braun y A-Rod.

La historia ha demostrado que los fanáticos pueden ser aún más hipócritas que los escritores en cuanto al tema de si un pelotero merece entrar a Cooperstown. Los mismos fieles fanáticos de los Medias Rojas que abuchearon hasta el cansancio y gritaron consignas de uso de esteroides a A-Rod serán los primeros en llenar la autopista de Massachusetts en camino a celebrar la entrada de Big Papi siempre y cuando sea electo.

A lo largo de los años, muchos de nosotros en la comunidad de escritores de béisbol hemos sentido la obligación de salvaguardar el ambiente competitivo para la posteridad. Mientras tanto, el Salón de la Fama quiere que el problema desaparezca y siguen creando barreras artificiales para mantener fuera de la bolete a los usuarios de PED. Muchos de los miembros del Salón de la Fama no quieren tramposos entre ellos, y los escritores juegan el papel de guardias de seguridad al decidir la admisión al club. Y mientras más lamentemos los retos de la tarea o los describamos como una carga, más fanáticos van a virar los ojos en señal de reproche.

Así que estoy listo para declarar una moratoria en el asunto y llenar mi boleta, con todos sus fallos e inconsistencias. Griffey es el favorito absoluto y el primer nombre que marqué. Esta vez votaré por Jeff Bagwell y Mike Piazza, quienes han sido mencionados en rumores de uso de PED, y Tim Raines, quien se deslizó en las bases de cabeza durante su mejor momento en Montreal para proteger los frascos de cocaína que tenía en la parte trasera de su uniforme. Clemens, Bonds, Trevor Hoffman, Mike Mussina, Curt Schilling y Edgar Martínez redondean mi lista.

Mis disculpas a Jeff Kent, quien fue parte de mis selecciones el año pasado pero esta vez fue víctima del límite de 10 nombres. Lo mismo para Billy Wagner y Sheffield, a quienes consideré. Yo espero que no se queden por debajo del requisito mínimo de 5 por ciento y no salgan de la papeleta, como le ocurrió Lou Whitaker, Ted Simmons, Mark Grace y otros candidatos con méritos antes de tiempo.

Y para Alan Trammell, una disculpa especial. Yo esperaba darle un saludo cálido de despedida hacia el Comité de Veteranos, aunque anteriormente no marqué la casilla junto a su nombre. Pero esta vez simplemente me quedé sin espacios.

En los años por venir, me reservo el derecho de hacer selecciones basado en instinto y preferencias individuales. Pero me salgo del negocio de moralizar o hacer distinciones basado en transgresiones reales o percibidas. En el caso de Bonds y Clemens, vuelvo a las palabras del columnista de ESPN Ian O'Connor, quien explicó su conflictivo proceso de pensamiento para elegir sus candidatos al Salón de la Fama en una columna escrita en el 2012. "Yo estoy dispuesto a votar por los chicos malos", escribió. "Pero solo si fueron realmente, realmente buenos".

Como escritores de béisbol y votantes del Salón, nos engañamos a nosotros mismos al pensar que alguno de nosotros tiene un monopolio de la verdad. Solo hacemos lo mejor que podemos. Y ante la ausencia de una mejor alternativa, creamos nuestras propias reglas sobre la marcha.