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Según muestran los desatinos, el WAR no te llevará a Cooperstown

Henny Ray Abrams/AP Photo

Nunca nos ha quedado tan poco claro que constituye un miembro del Salón de la Fama.

Extrañamente, nunca ha sido más claro lo que hizo un miembro del Salón de la Fama. El miércoles, por ejemplo, casi salió electo Trevor Hoffman, quien se quedó corto por apenas cinco votos. Sesenta años atrás, si su rol como relevista hubiese existido del todo, su mejor estadística -- 601 salvamentos - no habrían sido tomados en cuenta, ya que el salvamento se inventó luego. Ese método de tallar un juego de béisbol en logros más específicos es de lo que depende la fama de Hoffman.

Hoy, todos sabemos sobre los rescates. También sabemos sobre las victorias sobre reemplazo, un número simple que resume una carrera. Sabemos que su WAR es más alto que el de Bruce Sutter o el de Rollie Fingers. Ambos están en el Salón de la Fama, así que sabemos que lo que hizo Hoffman se mide positivamente, al menos en cuanto a precedentes se refiere. Sabemos que su probabilidad añadida de victoria - la medida en la que su equipo mejora sus probabilidades de victoria mientras él estuvo en el montículo - es la segunda más alta en la historia del béisbol para un relevista.

También sabemos esto:

  • Hoffman: WAR de 28.0 según Baseball-Reference; WAR de 26.1 según FanGraphs; segundo año en la boleta, 74 por ciento del voto

  • Billy Wagner: bWAR de 27.7; fWAR de 24.1; segundo año en la boleta, 10.2 por ciento

Yo no voy a tratar de convencerlos a ustedes de que Wagner debe estar en el Salón, o que Hoffman no debe estar. O incluso de que sean mutuamente excluyentes; si la mayoría de los votantes sintió que Hoffman Sí/Wagner No era una posición perfectamente consistente, la mayoría de los lectores probablemente también se sentirá igual, y las mayorías no suelen ser ignoradas casualmente.

Pero en los últimos cinco años, algo extraño ha estado ocurriendo en el club de los dejados fuera en el béisbol. Siempre ha habido "desatinos", jugadores cuyas métricas de valor total eran lo suficientemente buenas pero que fueron ignorados por los votantes. Esos desatinos usualmente caen en las mismas categorías: Su valor provino de habilidades "calladas" como defensiva o conseguir boletos; fueron opacados por un compañero o por un contemporáneo similar o superior; ellos jugaron posiciones que tradicionalmente no están bien representadas en el Salón; o comenzaron tarde sus carreras, o las terminaron temprano, perdiendo la oportunidad de conseguir marcas personales. Los "desatinos" generalmente son profetizados con varios años de anticipación, por ausencia de votos para el JMV o por pocas selecciones al Todos Estrellas. Estas categorías describen a la mayoría de los líderes en WAR en el béisbol que no han sido exaltados: Dwight Evans y Graig Nettles, Buddy Bell y Bobby Grich, Alan Trammell y Gene Tenace, Reggie Smith y Willie Randolph.

Pero este diagrama Venn de invisibilidad parece menos relevante a la más reciente cepa de jugadores que vale la pena evaluar, que nos han dado cinco pares de jugadores - incluyendo los mencionados arriba - que ilustran como la subjetividad ha conservado su lugar en la votación al Salón de la Fama mientras que la objetividad ha ganado fuerza en las notas de béisbol, en el análisis y en la construcción de los equipos.

No estamos hablando de las omisiones de Roger Clemens (el mejor lanzador de la era moderna, según el WAR) y de Barry Bonds (el mejor jugador de la era moderna, según el WAR); puesto de forma simple, estos tipos están siendo castigados por estar vinculados a sustancias prohibidas. ¿Pero cómo explicar al lanzador abridor sin mancha que superó a Bob Gibson (en WAR), o al que superó a Bob Feller (en WAR), o al que superó a Jim Palmer (en WAR)? ¿O al jardinero derecho que superó (en WAR) en Tony Gwynn y Dave Winfield, o al jardinero central que jugó mejor (en WAR) a Duke Snider, o al toletero que bateó mejor (en WAR) que Harmon Killebrew?*

A medida que las votaciones del Salón de la Fama se mueven a la era del WAR, lo que fácilmente podría convertirse en un ejercicio de elección según una tabla de posición no ha sido así. Los votantes se han mantenido ignorando el WAR como siempre lo han estado haciendo.

Consideren estos cuatro pares:

Par 1

Mike Mussina: bWAR de 82.7; fWAR de 82.2; cuarto año en la boleta, 51.8 por ciento
Tom Glavine: bWAR de 74.0; fWAR de 66.9; electo en su primera aparición (2014)

Par 2

Edgar Martínez: bWAR de 68.3; fWAR de 65.5; octavo año en la boleta, 58.6 por ciento
Frank Thomas: bWAR de 73.7; fWAR de 72.0; electo en su primera aparición (2014)

Par 3

Larry Walker: bWAR de 72.6; fWAR de 68.7; séptimo año en la boleta, 21.9 por ciento
Vladimir Guerrero: bWAR de 59.3; fWAR de 54.3; 71.7 por ciento en su primera aparición

Par 4

Curt Schilling: bWAR de 80.7; fWAR de 79.8; quinto año en la boleta, 45 por ciento
John Smoltz: bWAR de 66.5; fWAR de 79.6; electo en su primera aparición (2015)

Posiblemente el total de votos de Schilling se haya afectado este año por sus comentarios inflamatorios en las redes sociales -- especialmente aquellos dirigidos a los medios -- pero él ya tenía problemas antes de eso. Mientras tanto, Smoltz fue el 50º jugador en ser electo en su primera oportunidad. Es desconcertante lo diferente que estas carreras son recordadas. Rara vez ha habido dos carreras más similares y disponibles para ser electas al mismo tiempo.

Smoltz realmente nunca fue el mejor lanzador en el béisbol - ganó un Cy Young pero nunca terminó por encima del cuarto puesto en la Liga Nacional en efectividad y nunca lideró la liga (o, en ocasiones, su propia rotación) en WAR. Pero su caso para el Salón es robusto, su buena carrera se vio reforzada tanto por asociación (con los miembros del Salón de la Fama Greg Maddux y Glavine) y su pitcheo excepcional en postemporada. De hecho, su probabilidad añadida de victoria en postemporada es la tercera mejor en la historia, y la segunda mejor entre lanzadores abridores.

Pero un abridor que está por encima de él es Schilling, quien tuvo sus propias asociaciones para mejorar su reputación: Con Randy Johnson conformó el dúo más dominante en la historia de la postemporada, y con Pedro Martínez y los Medias Rojas del 2004 él quebró una maldición. Tuvo la salida en postemporada más famosa desde -- ¿cuál, el juego perfecto de Don Larsen, por lo menos? Y con 40 años en el 2007 tuvo marca de 3-0 y efectividad de 3.00 en octubre, llevando a Boston a un segundo campeonato.

Hay poco espacio para diferenciar entre estos dos. Schilling tuvo una efectividad ajustada ligeramente mejor que la de Smoltz, ganó 20 partidos en tres ocasiones y terminó segundo en las votaciones del Cy Young tres veces. Al igual que Smoltz, fue un caballo de trabajo que lideró la liga en ponches dos veces y en entradas lanzadas dos veces también, y su tinta negra general es más impresionante que la de Smoltz. Al igual que Smoltz, él ganó el Premio Roberto Clemente, que se le otorga al jugador más destacado fuera del terreno. Ambos se retiraron con record de victorias y derrotas casi idéntico. El par más comparable de Schilling, de acuerdo a las anotaciones similares de jugador de Baseball-Reference, es Smoltz.

Hay una diferencia en estas carreras: Smoltz pasó tres años en su pico como un muy buen cerrador. En cualquier retrospectiva o algún escritor que explique su boleta sobre Smoltz, el hecho de que él es el único lanzador con 200 victorias de por vida y 150 salvamentos aparece. Ya que ese dato es la diferencia más sustancial en estas carreras, debemos asumir que eso es lo que ha causado la diferencia en los votos.

Pero ¿qué es este dato, y cuán importante es? No es como que los lanzadores jóvenes comiencen con aspiraciones de unirse al famoso Club 200/150, y el único miembro de ese club es Smoltz. No es como que esos 150 rescates signifiquen que Smoltz fue un mejor lanzador que Maddux, cuya carrera terminó con un patético total de cero salvamentos. Seguro, Schilling (o Maddux, o la mayoría del resto de los abridores en el Salón de la Fama) habría tenido gran éxito lanzando una entrada en relevo. ¿Por qué el 200/150 es más importante que, digamos, 215 victorias, 20 salvamentos y 3,000 ponches - un club que solo incluye a Schilling y otros dos miembros del Salón de la Fama? El grado de importancia del 200/150 es subjetivo. Se elige algo que significa algo. Y eso significa mucho.

¿Cuál es el caso contra Walker? ¿Que no ganó un premio JMV, como Guerrero? Lo ganó. ¿Qué no tuvo el poderoso brazo que tuvo Guerrero? Él, y quizás él solamente, lo tuvo. ¿Qué no pudo igualar la asombrosa mezcla de poder y velocidad que tuvo Guerrero? Una vez logró 49 jonrones y se robó 33 bases en una temporada, y terminó con más bases robadas de por vida que Guerrero. ¿Qué su record en postemporada no fue tan bueno como el de Guerrero? Fue mejor. ¿Qué sus números se vieron inflados por el Coors Field? Bueno... OK. Tomar en cuenta el estadio es una gran parte de lo que hace el WAR. Medir la ofensiva de cada jugador, por las carreras bateadas usadas en el WAR:

  • Guerrero: 429

  • Walker: 420

Para concluir contra esto que Guerrero fue mejor está bien; es algo subjetivo. Es una declaración de que hay algo ilegítimos contra la grandeza ofensiva en el Coors Field, y que los intentos objetivos para controlar esto han sido insuficientes.

No hay un caso consistente con desatinos anteriores para explicar el caso de Mussina, quien tuvo el 13er mejor porcentaje de victorias en la historia y cuyos 270 triunfos superarían claramente las 150 que los votantes han establecido no oficialmente como la línea mágica. (Solo otros tres lanzadores con al menos 250 victorias han sido rechazados, y uno de ellos es Clemens).

Tampoco existe un caso parecido al de Edgar Martínez. No hay nada más fácil que medir el valor de un bate. La defensiva es difícil de medir, especialmente en retrospectiva. El corrido de bases puede ser controversial. Los ajustes por posiciones no son algo fácil. Las estadísticas de pitcheo pueden estar sujetas a cuestionamientos filosóficos. ¿Pero el bateo? El bateo es tan fácil de medir. El bateo es casi todo lo que Edgar Martínez y Frank Thomas hicieron. Seguro, Thomas fue mejor. Pero la diferencia entre ambos es demasiado pequeña para poder explicar sus totales de votos. Thomas fue electo en su primera oportunidad. Martínez está estancado esperando que la internet ayude a su caso, como lo hizo en los casos de Bert Blyleven y Tim Raines. Por desgracia, hay competencia por esa posición.

Finalmente, volvemos a Wagner y Hoffman. Puedo admitir: Cuando yo me criaba, observando estos jugadores, no tenía dudas de que Thomas era mejor que Martínez, que Glavine era mejor que Mussina, que Guerrero era mejor que Walker. Quizás podía estar equivocado, quizás estaba en lo correcto, pero yo lo sabía por instinto. Pero nunca se me hubiese ocurrido que Wagner no fuera por lo menos igual de bueno que Hoffman. Llegó a tantos Juegos de Estrellas. Se ganó más dinero. Y yo no habría cambiado una tarjeta de pelotero de Billy Wagner por una de Trevor Hoffman.

Hoffman lanzó por más tiempo. Lanzó 186 entradas más en su carrera, pero en esas entradas permitió 115 carreras limpias adicionales. Eso significa tres temporadas adicionales con efectividad de 5.56 encima de la carrera de Wagner, algo que a duras penas se puede destacar en su perfil. Pero Hoffman tuvo en sus manos en un momento el record de salvamentos de todos los tiempos, el logro más importante del que puede vanagloriarse por encima de Wagner. Eso pone a los votantes en la posición subjetiva de tener que sopesar ese logro. Un votante podría echarle una mirada a un record como ese y descartarlo: Es un record que solo puede ser propiedad de un cerrador en la era de los relevistas luego de 1990, así que no es como que Hoffman haya vencido a muchas leyendas para establecerlo. Es un record que ni siquiera se sostuvo lo suficiente para tenerlo cuando entró a la boleta del Salón de la Fama, al cederlo a Mariano Rivera.

Otro podría ver un record como ese y darle mucho peso. Si no es para los que establecieron records, ¿entonces para quién es el Salón de la Fama?


¿Para quién es el Salón de la Fama? Podemos concluir, sin temor a fallar por mucho, que el Salón de la Fama no es para los mejores jugadores; y más allá, que esa es la forma en la que a todos nos gusta.

Eventualmente, la mayoría de los mejores jugadores llegan ahí; pierdes la correlación por completo y se convierte en una farsa. Pero en la última década ha habido una rupture entre lo que es el Salón de la Fama y lo que es la lista de los mejores jugadores. Bonds, Clemens, Rafael Palmeiro y Mark McGwire son parte de ello. Una vez comencemos a permitir que dos de los cinco mejores jugadores en el deporte no estén en el Salón - al menos por ahora - perdemos la definición clara de lo que significa un voto para el Salón. La votación al Salón se convierte menos en un interrogatorio de las estadísticas de un jugador y más en una forma de honrar las historias que queremos honrar.

Paradójicamente, que esto haya llegado en un momento en el que es más fácil que nunca identificar objetivamente a los mejores jugadores podría no ser una coincidencia: Al tener las tablas de posiciones del WAR a una búsqueda en Google de distancia, necesitas menos que nunca un panel de expertos para decirte quienes son los mejores jugadores. Los fanáticos futuros tendrán más datos objetivos. La necesidad de los votantes podría estar cambiando, hacia convertirse en una especie de banco de memoria, para aquellos fanáticos futuros quienes no vieron a un jugador particular en persona.

Esto puede ser bien frustrante. (Y puede ser especialmente frustrante si eres, digamos, Schilling). Los votantes podrían no querer honrar las mismas historias que nosotros queremos honrar, y sin un proceso básico lógico en el que todos estemos de acuerdo - ejemplo "quién es el mejor jugador, y cómo lo vamos a decidir " - no hay espacio real para influir a una persona a tu lado, más de lo que lo puedas convencer de que le gusten los tomates. Pero está muy cerca de la votación que se puso al principio de este proceso: sin estadísticas avanzadas, pocas tablas de posiciones, solo un grupo de escritores experos que votan por sus recuerdos y experiencias.

Díganle a los jugadores que vas a hacer una ceremonia para el nombre que aparezca en la cima de la tabla de posiciones del WAR, y nadie va a acudir. Díganle que la ceremonia es para honrar a una persona seleccionada por una colección de escritores a los que se les dio una serie de instrucciones poco específicas sobre cómo tomar sus decisiones, y se convierte en un evento importante en el calendario de béisbol. Esto es, algo parecido, ciencia: Investigadores japoneses en el 2012 le pidieron a varias personas que aprendieran y repitieran una prueba de toque de dedo. Un grupo recibió respuestas personalizadas; otro solo recibió los resultados objetivos de su rendimiento. El grupo que recibió las respuestas personalizadas respondió más, y mostró mayor mejoría. Los resultados objetivos simplemente no tuvieron tanta importancia para el cerebro.

La tabla de posiciones del WAR no se va a ir a ninguna parte. Ella (o su descendiente estadístico) jugarán un rol importante en documentar lo que sucede en cientos de miles de partidos de béisbol en docenas de ciudades y varias épocas. Pero el voto subjetivo al Salón de la Fama tampoco se va a ir a alguna parte. Podría ser tan interesante ver lo que sucede con esto en las siguientes décadas, lo que ocurra con las tablas de posiciones - y la posibilidad de que ambas se unan o se dividan aun más.

* En orden: Mussina, Schilling, Kevin Brown, Walker, Kenny Lofton, Martínez. Todos los WAR, a menos que se indique, son de Baseball-Reference.