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Albert Pujols, principal víctima de las formaciones defensivas especiales

ANAHEIM, Calif. – Hay un batazo de línea que todavía atormenta a Albert Pujols. Fue en la primera entrada de un juego vespertino el 4 de mayo , y el abridor de los Mariners de Seattle, Mike Leake, colgó un slider por encima del plato luego de dos strikes. Pujols le hizo su mejor swing, conectando una línea a 105 millas por hora hacia la banda izquierda. El campocorto Jean Segura se había colocado unos diez pies más atrás de la tierra del infield y la atrapó fácilmente. Segura convirtió el que hubiese sido el hit 3,000 de Pujols en su 95to. out en 126 turnos al bate esta temporada.

Pujols arrojó su casco y se detuvo a mirar, incrédulo. Su descontento habría de perdurar.

“Soy una de las víctimas”, dice Pujols ahora. “Igual que tantos otros”.

La reciente proliferación de ajustes defensivos ha hecho mucho más difícil a los bateadores de poder convertir los batazos en hits, lo que a su vez ha provocado una infatuación hacia los ángulos de salida y generado un sentido de aceptación general hacia los ponches. Pocos han sido tan victimizados como Pujols, jugador de poder pero que va entrando en años, que todavía hace contacto frecuente pero ya no corre tan eficientemente.

Desde el 2015 al 2018, Pujols ha acumulado un impresionante total de 403 outs en bolas que ha conectado a por lo menos 95 mph. Nadie supera esa cifra. Su velocidad promedio de salida es de 90.3 mph, lo que le clasifica cuarto entre aquellos con al menos 1,700 bolas conectadas en ese periodo, acorde a Statcast. Pero su promedio de bateo en bolas que pone en juego es de .245, empatado en el último lugar en las mayores entre los bateadores cualificados durante ese periodo.

Pujols se encoge de hombros.

“¿Qué se puede hacer, mi hermano?”

Eso no pretende significar que Pujols sigue siendo un bateador elite. Trabaja muy pocas bases por bolas, hace demasiados swings a bolas malas, y la velocidad de su bate probablemente no es lo que era antes. Pero el juego moderno es especialmente cruel con los bateadores de mayor edad, y ha intensificado el declive del que probablemente sea el mejor inicialista en la historia del beisbol.

Desde que se unió a Angels de Los Angeles por un contrato de diez años y $240 millones en el invierno del 2011, el promedio de bateo de por vida de Pujols ha decaído un promedio de cuatro puntos por temporada. Era de .328 cuando salió de San Luis, y ahora es de .303 en su séptimo verano en el sur de California.

Los equipos rivales le han hecho a Pujols formaciones especiales a la defensiva en el 38 porciento de las oportunidades desde el 2016, el segundo mayor entre bateadores derechos con al menos 1,000 presentaciones al plato. Contra las formaciones, batea para apenas .219, 26 puntos por debajo del promedio de la liga.

Muchas de las bolas conectadas que solían ser hit durante la mayor parte de su carrera y de su vida ahora caen en guantes del oponente, y Pujols, lenta pero progresivamente, ha desarrollado una renuente aceptación. No le agrada la idea de alterar su swing para adoptar un ángulo diferente de salida. Tampoco cree que cambiar su pensamiento de que “conectar una roleta débil hacia segunda” resuelva algo.

“Sencillamente tengo que aprender a vivir con eso”, dijo Pujols. “A veces me molesta, pero oiga, al final hay que acostumbrarse. Es algo por lo que todos atraviesan”.

Pujols no culpa a los otros equipos por maximizar una ventaja competitiva. Las gráficas evidencian las tendencias de los bateadores con muestras de gran volumen, y sería tonto de la defensa no posicionarse de acuerdo a ello. Pujols entiende eso. El favorecería que las Grandes Ligas eliminaran las formaciones defensivas, agregando que los fans “verían el regreso de mucha ofensiva, como era antes”. Pero está parcializado y lo admite.

El único cambio que anhela es uno razonable: que a los intermedistas que se ubiquen en el medio no se les permita obstruir la línea de vision y asi impedir al bateador identificar el punto en que el lanzador suelta la bola. Está ocurriendo demasiado a menudo.

“No importa que esté parado ahi”, dijo Pujols. “Pero que no se quede en la línea por donde el lanzador soltará la bola”.

Ese pensamiento lleva a Pujols a recordar todas las líneas que ha perdido por el medio –hits garantizados en el béisbol que antes conoció, y se le pregunta cuál sería su promedio de bateo si los intermedistas siguieran jugando su posición de la manera tradicional sin moverse tanto hacia el jardín central.

“Entre .290 y .300, de seguro”, dijo Pujols, cuyos números reales son de .254/.290/.428 . “Observe todas las bolas que conecto por el medio, especialmente esta temporada. De esas 30, o 40 o 50 bolas, digamos que 25 fuesen hits. Agrega esos 25 hits a mi promedio de bateo de .250, y tendría un .290”.

Esos números lucen un poco inflados. Las gráficas de Baseball Savant muestran a Pujols acumulando 16 outs en líneas conectadas al jardín central esta temporada. De esas 16, solamente cinco lucen ser indiscutibles bajo un esquema defensivo tradicional.

De un modo u otro, el número más importante alrededor de Pujols este año es este: $87 millones.

Esa es la cantidad de dólares que se le adeudan a Pujols por los últimos tres años de su contrato, que se extiende hasta el 2021 y lo lleva hasta cuando tenga 41 años de edad. Su mente le indica que jugará hasta cumplir su contrato, y que no necesita reevaluar nada una vez concluya esta temporada.

“Cuando llegue el momento, ni siquiera voy a tener que esperar a la temporada muerta”, dijo Pujols. “Si lo siento durante la temporada, hasta ahí llego, mi amigo. El día que sienta que ya no puedo competir más en esta liga, no importará cuánto dinero deje sobre la mesa. Hasta ahí llego. He sido bendecido”.

“Pero, para avergonzarse uno mismo, y no poder competir –mi amigo, ese no soy yo. He logrado muchas cosas en este juego que jamás imaginé. El impulso de jugar a diario sigue en mi. Pienso que siempre estará conmigo. Lo que hay que considerar, claro, es la salud”.

Pujols recuerda una reciente conversación con David Ortiz, un Todos Estrellas en 2016, la que sería su última temporada. Ortiz promedió .315 ese año, con 38 jonrones y 127 impulsadas. Pero le tomó mucho para recuperarse de la carga diaria. Su cuerpo ya no le respondía de la forma que él lo necesitaba, lo que hizo lucir más fácil la decisión de retirarse.

Pujols insiste en que él no ha llegado a ese punto. La parte inferior de su cuerpo se ha visto plagada de lesiones, la más notable fascitis plantar. Sin embargo, una pretemporada saludable lo ha guiado a abrir en la inicial en 58 partidos –ya casi el doble de su total en las dos temporadas anteriores, combinadas- y a mirar con optimismo el futuro.

“Creo que el próximo año será todavía mejor”, afirma, “porque ya sé que soy capaz de ir al gimnasio y lo que necesite hacer para estar más fuerte, especialmente en la parte inferior. Porque eso es lo primero que se pierde. Habla con cualquier pelotero y te dirá lo mismo; es lo primero que se pierde con la edad. Y es lo principal que hay que mantener. Siento que puedo seguir haciendo esto por tres años más. Y quizás más, ¿quién sabe?