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Bradford Doolittle | ESPN 6y

¿Por qué el pelotazo de Ureña a Acuña tiene que ser una llamada de atención para MLB?

Ir contra las cabezas, golpes, tumbar quijadas, roces con pitcheos, pelotazos a las costillas... Estas prácticas han estado en pie durante tanto tiempo, que hay toda clase de términos para definirlos. En el Siglo XXI, sólo hay una palabra que necesitamos para hablar de ello: inaceptable.

La práctica de disparar intencionalmente a un objeto a 97 millas por hora dirigido a otro ser humano debe terminar. Es increíble que siga ocurriendo. En el mundo real, tenemos una palabra para definir dicho comportamiento: agresión. En el mundo del béisbol, es una práctica que sigue ocurriendo porque no hay otro motivo mejor a decir que siempre ha estado allí.

De cierta forma, no se puede culpar del todo al lanzallamas diestro de los Marlins de Miami, José Ureña. Se puede atribuirle mucha de la culpa, pero este ritual anacrónico comenzó a ocurrir décadas antes de que él naciera. Durante la mayor parte de la historia del béisbol, fue parte del trabajo para muchos (aunque ciertamente no para todos) los pitchers. Fue un mal necesario, algo que hacían los pitchers si querían mantener respeto por parte de los bateadores rivales en un dugout y de sus compañeros en el otro.

Tal y como vimos el miércoles pasado, esta práctica gastada sigue en pie. Incluso ahora, cuando la práctica de los pelotazos ha adquirido desde hace mucho tiempo el estigma consecuencia del desprecio unánime.

En alguna parte del cerebro de José Ureña, cuando se enfrentó al novato encendido de los Bravos de Atlanta, Ronald Acuña Jr., pensó que golpearle con una recta en el primer pitcheo del partido era lo correcto. En consecuencia, Acuña debía ser retirado del partido. Ambas bancas se vaciaron. Ureña fue expulsado. El partido se demoró durante 17 minutos mientras los umpires resolvían la situación. El jueves pasado, Joe Torre, el veterano ex manager y jugador quien ahora funge como oficial en jefe de operaciones de béisbol a cargo de asuntos disciplinarios en la oficina del comisionado de las Grandes Ligas, impartió a Ureña una suspensión por seis partidos. Ya me referiré a ello.

¿Podemos saber con certeza que se trató de algo intencional? Ureña dijo que fue un accidente, que sólo intentaba sacar a un bateador encendido del plato. La evidencia circunstancial no es positiva para Ureña:

  • De acuerdo con la investigación de ESPN Stats & Information, el pitcheo de Ureña a 97.5 millas por hora se ubicó en el 99 por ciento en cuanto a la velocidad de todos los pitcheos que ha lanzado en la presente temporada. Fue el lanzamiento más veloz que ha hecho para iniciar un partido.

  • Acuña tenía, antes de comenzar el partido, una racha de tres encuentros al hilo botando cuadrangular en su primer turno y una cadena de cinco juegos con al menos un jonrón. Durante el mes de agosto, es líder en Grandes Ligas en OPS (1.319), jonrones (8), carreras (16) y extrabases (12). Está tan encendido como se puede estar.

  • Los 25 pelotazos impartidos por Ureña desde la pasada campaña representan un empate en el primer lugar de esta categoría en las Mayores junto a Cole Hamels y Charlie Morton. Según la investigación de TruMedia, sus 17 golpeados con rectas desde 2016 representan un empate en la mayor cantidad impartida en Grandes Ligas.

  • De los 11 pelotazos impartido por Ureña esta temporada, 9 han sido mediante rectas y 2 con cambios de velocidad. 4 de estos pelotazos se han producido tras haber tolerado un jonrón previamente en el mismo encuentro y eso no incluye a Acuña. Siendo justos, tres de esos pitcheos se produjeron en el mismo inning, a saber, el primer episodio en el Día Inaugural contra los Cachorros de Chicago. Es probable que Ureña simplemente estaba confrontando problemas de control ese mismo día.

  • El promedio de bases por bolas de Ureña desde el inicio de la temporada 2016 está en el lugar 206 entre 359 lanzadores que han pitcheado por lo menos 2,000 envíos. En otras palabras, su control se ha mostrado por debajo del promedio, pero no ha sido terrible. Su promedio de bateadores golpeados (0.49 por ciento) se ubica en el décimo puesto.

Esto ha ocurrido en el béisbol durante demasiado tiempo. Poseo un libro de historias orales del béisbol llamado “We Played The Game” (“Jugamos el juego”), autoría de Danny Peary. En su texto, hay muchos comentarios con respecto al rol que juegan los pelotazos en el béisbol, aunque el que permaneció en mi memoria fue uno hecho por el pitcher Stan Williams, quien llegó a las Mayores con los Dodgers. Hablaba con respecto a la forma en la cual los Dodgers inculcaban maldad en sus pitchers en los días de antaño, diciéndoles a sus jóvenes lanzadores: “Si tu abuela llega al plato con un bate en las manos, golpéala en el trasero”.

No se trata de acusar a Williams de ser perverso, pero sí es cierto que golpeó a una cantidad de bateadores por encima del promedio. Presumimos que los Dodgers abandonaron desde hace mucho tiempo esa práctica de infundir esa mentalidad a sus lanzadores, pero el último partido de Williams en Grandes Ligas fue en 1972. El origen de la filosofía “Dodger Way”, o la forma de hacer las cosas dentro de la organización de los Dodgers se puede ubicar en muchas décadas antes de ello, hasta Branch Rickey y pasando por Walter Alston, quien le pasó el testigo a Tommy Lasorda, quien tuvo en sus manos a futuros managers como Mike Scioscia, de los Angelinos de Los Ángeles.

Considerando que los Dodgers, de hecho, fueron líderes en Grandes Ligas en pelotazos impartidos en los años antes de que Alston tomara el mando en 1954 no fue ciertamente una característica que los definió en eras subsiguientes. Incluso en los años 60, la época de Sandy Koufax y Don Drysdale, los Dodgers se ubicaban en la media de bateadores golpeados. (Drysdale, cuyos 112 pelotazos fueron cifra líder en las Mayores en la década de los 60, fue una excepción en ese sentido).

Esto nos enseña dos cosas. Lo primero es que muchos conceptos dentro del béisbol realmente tienen orígenes ancestrales, particularmente los malos. Segundo, no hay que sentirse obligado por ellos. Los Dodgers no estaban ubicados en los primeros puestos de bateadores golpeados bajo las ordenes de Alston o Lasorda, ni tampoco ha sido el caso de los Angelinos con Scioscia. Los Dodgers se ubican entre los líderes en la categoría de efectividad en prácticamente todas las eras de las Grandes Ligas posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Durante la era Scioscia (desde el 2000), sus Angelinos están en el octavo lugar en efectividad colectiva y los Dodgers se ubican en el primer puesto. Ambos clubes se encuentran entre los 10 últimos en pelotazos. No hay que golpear a los bateadores para hacerles out.

Acuña se encontraba en medio de una racha histórica para unos Bravos que se acercan al liderato divisional. Con sus aportes, ha llamado la atención de los aficionados al béisbol en todo Estados Unidos. Su precoz irrupción de poder apenas forma parte de su encanto. Juega al jardín central de forma espectacular. Juega con la euforia de alguien tan joven y talentoso. En resumen, Acuña es exactamente lo que el béisbol necesita y si Atlanta llega a la postemporada, estará actuando bajo el reflector más brillante. Atraerá la atención de incontables personas.

Y todo eso se pudo haber perdido gracias a una recta lanzada de forma insensata a 97.5 millas por hora. Afortunadamente, parece que Acuña, los Bravos y todos nosotros solo hemos pasado un susto. Los rayos X practicados a Acuña tras haber sido retirado del encuentro salieron negativos y estaba presente en la alineación del encuentro del jueves. Aún así, cuando hay un pelotero con una racha como la que disfruta Acuña, detestamos verlo obligado a dar pausa de cualquier forma.

¿Qué debería haber pasado con Ureña? Tras un partido marcado por un incidente así, los umpires envían sus informes a la oficina del Comisionado. La Liga revisa estos informes, habla con las partes relevantes e imparte sanciones de considerarlo pertinente. La decisión final fue hecha por Torre.

Los precedentes forman parte importante del proceso. El béisbol ha impartido innumerables cantidades de suspensiones por pelotazos impartidos a bateadores desde el año 2000, cuando Major League Baseball asumió dichas funciones tras la disolución de las antiguas oficinas individuales por cada liga. La duración de estas suspensiones ha variado entre cuatro a seis partidos (típicamente son cinco), lo cual representa una apertura para un pitcher abridor.

Se han producido excepciones, con algunos pitchers siendo sancionados con hasta 10 encuentros. Ian Kennedy, Miguel Batista y Runelvys Hernández todos fueron objeto de penalizaciones de ese tenor. Yordano Ventura fue suspendido por nueve partidos en 2015 por golpear a Brett Lawrie. En 2017, Hunter Strickland (relevista) recibió una sanción de seis encuentros por golpear a Bryce Harper.

En resumen, Ureña se merece más de seis encuentros de suspensión. Diría que quince. Quizás 20, si eso es lo que se requiere para que pierda tres aperturas. No se trata solamente de la atrocidad de este incidente en particular. Y tampoco se trata de que fue en contra de Acuña, porque realmente no debería importar quien fue el bateador golpeado. Se trata del hecho que ya es hora de que el béisbol imponga límites y siente un nuevo precedente para incidentes de este tipo. Veamos si, finalmente, podemos poner esta vetusta práctica en el pasado.

Los pelotazos en el béisbol se han producido a nivel récord esta temporada. El promedio de 0.40 pelotazos por partido sería el mayor de la era moderna (desde 1901). Mantenemos ritmo para un total de 1,923 golpeados, lo cual sería un incremento de 33 con respecto a la mayor cifra registrada en una temporada.

Similarmente, hemos visto un incremento sustancial de pelotazos en manos y muñecas. En la noche del miércoles, la misma en la cual se produjo el incidente Ureña-Acuña, el encendido slugger de los Cardenales de San Luis, Matt Carpenter, debió abandonar el partido tras sufrir un pelotazo. Kris Bryant perdió tiempo por haber sido golpeado en la cara. Justin Turner no ha estado en su mejor forma toda la temporada tras haber sido golpeado en su muñeca durante los entrenamientos primaverales. Aaron Judge está ausente en estos momentos. También le ocurrió a Paul DeJong, de los Cardenales. Freddie Freeman perdió una buena porción de la mejor temporada de su carrera en 2007 tras sufrir un impacto contra su muñeca y pasó otro susto a principios de la actual zafra.

Es obvio que la mayoría de estos pelotazos se produjeron sin intención. ¿Por qué sigue ocurriendo, entonces? Parte de ello podría ser que los bateadores mejor protegidos suelen cubrir el plato más de lo que solían hacerlo. Parte de ello podría deberse al reciente auge de los ángulos de lanzamiento, a medida que los pitchers siguen yendo tras las esquinas superiores de la zona a fin de combatirlos. Es difícil saberlo con la data disponible. No hay un patrón aparente de pitchers que sigan subiendo con mayor frecuencia, basados en los datos de ubicación de pitcheos que tenemos.

Sin importar el motivo, está ocurriendo y no se puede regular contra el hecho que los pitchers lancen adentro. Tienen que hacerlo. Esto es el béisbol. En ocasiones, los bateadores cubrirán el plato y por ello los pitchers intentarán hacerles retroceder. Eso está bien. A veces, hay pitcheos que se escapan y golpean a los bateadores. Siempre ocurrirá. No podemos controlarlo todo. Pero sí intentemos controlar lo que podemos.

Siempre ha habido una diferencia fundamental entre lanzar por arriba y adentro del plato y pitchearle a alguien de forma maliciosa. No es excusable, ni siquiera usando la excusa de la retaliación y ciertamente, no se puede excusar en un caso como este, en el cual el único pecado aparente de Acuña es ser un sumamente buen bateador. Si la liga, desde arriba, no se encarga de estas cosas, tal como ha ocurrido en muchas ocasiones en la historia del béisbol, los equipos seguirán tomando cargo durante un partido. Lo cual, obviamente, solo empeora las cosas. Ahora tenemos que ver si los Bravos caen en la trampa. Espero que no lo hagan porque tienen cosas más importantes de qué ocuparse que de Ureña. No necesitan que se les suspenda a uno de sus peloteros.

Quizás no podamos controlar las ganas, pero sí podemos plantar semillas de duda en la mente de un pitcher que busca una retaliación mal entendida. Hacer que la sanción por un pelotazo sea tan grave que los pitchers simplemente desistan de hacerlo. Siempre habrá lagunas y tratar de determinar la intencionalidad de un pitcheo es complicado. Aunque en muchos casos no lo es y el béisbol ya toma sus decisiones que fundamentan sanciones. Si el sindicato de peloteros se preocupa de que el ambiente se torna muy punitivo, se puede involucrar en el proceso.

Sin importar lo que ocurra en el futuro, es hora de que el béisbol de Grandes Ligas tome posición. Necesitamos de nuestras jóvenes estrellas. Son el activo más precioso que tiene este deporte. Si José Ureña hubiese sido tomado para dar ejemplo y se convirtiera en la gota que derrama el vaso, pues que así sea. Se lo merece. Y nosotros, como aficionados al béisbol, nos merecemos una pausa de todo este sinsentido.

Y no me hagan hablar de Keith Hernández...

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