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Yasiel Puig: los altibajos de su época en Los Ángeles

LOS ÁNGELES – Llegó tarde, pero se fue temprano de jonrón.


Qué apropiado.

Yasiel Puig pasó más de un lustro deslumbrando a Los Angeles Dodgers con su talento y atormentándolos con sus indiscreciones. Fue apropiado, entonces, que hiciera lo mismo a su nuevo equipo al regresar a su vieja casa.

Puig llegó con 70 minutos de retraso a la rueda de prensa que tenía programada para la tarde del lunes, poco después que Dave Roberts y un grupo de ejecutivos de los Dodgers entregaron anillos de campeón de la Liga Nacional a los jugadores que formaban parte de su equipo y ahora hacen vida con el rival.

Puig profesó su amor por los aficionados de los Dodgers y se deshizo en elogios con respecto a la camadería que existe dentro del clubhouse de los Dodgers, un guiño no tan sutil a la dinámica que él ha percibido faltaba dentro de su anterior club. El cuarto pitcheo que vio en el partido de la noche del lunes (enviado por Clayton Kershaw, la clase de lanzador zurdo que habría limitado a Puig a la banca durante su época con los Dodgers), voló sobre la barda del jardín central para el que ha sido apenas su segundo cuadrangular en 13 partidos en la actual temporada. La multitud lo saludó mientras Puig recorría las bases.

“Extraño a los aficionados y ver al estadio repleto, oírlos cantar mi nombre todo el tiempo cada vez que voy a batear o hago un buen lance”, expresó Puig después de la derrota 4-3 sufrida por los Reds a manos de los Dodgers, quienes los dejaron en el terreno. “Mi año anterior, jugando en la Serie Mundial, la gente cantaba mi nombre y eso me emocionó, me hizo jugar de la mejor forma que puedo a diario cuando salgo al terreno. Así me sentía hoy”.

La estadía de Puig en Los Ángeles, que duró seis años, fue complicada. Los aficionados lo adoraban; sin embargo, varios miembros de su organización le detestaban en ocasiones. Era una presencia dinámica, aunque inconsciente, un talento único en una generación, necesitado de guía perpetua.

A continuación, hacemos un recuento de los momentos que definieron la era tumultuosa de Puig en Los Ángeles.

Bienvenido al mundo

La comunidad del béisbol nunca olvidará su introducción a Puig: en horas tardías de la noche del 3 de junio de 2013, con un elevado de Kyle Blanks que voló hacia la pista de seguridad del jardín derecho, con un out en la parte alta del noveno inning. Puig retrocedió, tomó un par de pasos hacia su izquierda, aseguró la atrapada, cobró impulso hacia el infield y soltó un rayo láser hacia la primera base, haciendo out a Chris Denorfia y (dejando perplejo a Dave Roberts, quien era en ese entonces coach de primera base de los San Diego Padres) preservando así lna ventaja por una carrera con un doble play que puso punto final al encuentro.

Ese tiro marcó el inicio de lo que se convirtió en un extraordinario primer mes para el jardinero cubano, con su sorprendente historia de deserción.

Puig se convirtió en el segundo jugador de la era moderna en soltar jonrón en cuatro oportunidades en sus primeros cinco partidos. Registró 27 hits en sus primeros 15 partidos, 34 en sus primeros 20 y un total de 44 en su primer mes. Vin Scully lo apodó “El Caballo Salvaje” y el resto de la liga lo comparaba con Mike Trout. Al final de ese año, Puig aseguró línea estadística de .319/.391/.534. Pasó los primeros dos meses del torneo en Menores y a pesar de ello, terminó en el puesto 15 en la votación al Jugador Más Valioso.

Demasiado rápido, demasiado lento

En una mañana de sábado, cerca del final del año calendario 2013, el Mercedes-Benz color blanco de Puig fue registrado a velocidad de 110 millas por hora en una zona con límite de 70 millas por hora, lo cual tuvo como consecuencia su segunda acusación por conducir de forma negligente en ocho meses. Eventualmente, los cargos fueron desestimados, aunque los Dodgers quedaron alarmados por lo sucedido.

Menos de dos meses después, Puig llegó a los entrenamientos primaverales con 26 libras de sobrepeso. Luego, llegó tarde para el partido inaugural en el Dodger Stadium, lo cual causó que fuera sustituido en la alineación abridora por Matt Kemp. En el puesto de Puig, Kemp cometió un error en el primer inning y dejó que un elevado cayera fuera de su guante en la segunda entrada. Los Dodgers perdieron 8-4.

“No me mires”

Todo comenzó con una sutil acción de arrojar el bate, ejecutada después que Puig conectara jonrón contra Madison Bumgarner en mayo de 2014. Bumgarner se aseguró de ubicarse cerca de la línea de tercera base, para así expresar su disgusto al jardinero derecho de los Dodgers mientras éste se acercaba a la goma. Cuatro meses después, Puig fue golpeado en un tobillo por un pitcheo de Bumgarner con dos strikes en la cuenta y ambos comenzaron otra acalorada discusión.

Luego, en septiembre de 2016, otro batazo, que cayó convenientemente por la línea de primera base y otro choque de miradas, incitado por Bumgarner. “No me mires”, decía Bumgarner una y otra vez mientras se dirigía al dugout, inspirando la famosa camiseta firmada por los Dodgers y enviada a los San Francisco Giants. El último incidente en el cual Puig se vio involucrado y que llevó a Dodgers y Giants a vaciar sus cuevas ocurrió el otoño pasado, generado por el receptor Nick Hundley, quien aparentó su molestia por la forma en la cual Puig tomaba su bate después de soltar foul.

Beso de buena suerte

El ritual comenzó en el clubhouse, como suele ser el caso, cuando el ex coach de bateo de los Dodgers, Turner Ward, se topó con un Puig de mal humor durante el verano de 2017. “Ven acá”, le dijo Turner. “Quiero decirte algo”. Puig se inclinó y sin sospecharlo, Ward le plantó un beso en la mejilla. Días después, en el Citi Field, después que Puig conectó su jonrón número 20, se acercó a espaldas de Ward, puso un brazo alrededor de su cuello y le devolvió el favor.

Se convirtió en un ritual, el cual dio la imagen de que Ward (quien actualmente es, una vez más, coach de Puig, ahora con los Cincinnati Reds) era una de pocas personas dentro de la organización capaz de tener una relación real y sustancial con Puig. Los besos más memorables ocurrieron a mediados de septiembre durante el torneo pasado, cuando Puig bateó cinco jonrones en un periodo de 24 horas. Ward se sentía tan contento, que estuvo cerca de besar a Puig en los labios.

Estrechando lazos en Triple-A

Para finales de julio de 2016, la primera temporada de Roberts como manager, los Dodgers se estaban cansando de Puig. Luego de fracasar en un intento de canjearlo antes de la fecha límite para hacer transacciones fuera de waivers, descendieron al cubano a Ligas Menores. Farhan Zaidi, quien era en ese momento gerente general, lo trató de disfrazar como “una oportunidad de trabajar en algunas cosas y desarrollarse mejor como pelotero”. Su OPS había descendido hasta .706. No obstante, Puig seguía llegando tarde a las reuniones y era inconsistente en sus hábitos de trabajo.

Una semana después, Puig publicó una serie de videos en su cuenta personal de Snapchat en los cuales se le veía celebrando en un autobús para fiestas con sus nuevos compañeros en Triple-A. Estas actividades parecían inofensivas en su naturaleza, pero se veían mal proviniendo de un jugador a quien los Dodgers aspiraban ver actuando con mayor responsabilidad.

Un último espectáculo

Hablamos de cada celebración bulliciosa (las mismas que despertaban a los aficionados y enfurecían a los rivales) que surgía después de un jonrón decisivo durante el Juego 7 de la Serie de Campeonato de la Liga Nacional de 2018: la misma en la cual los Dodgers sellaron su boleto de regreso a la Serie Mundial, cumpliendo la promesa hecha por Puig a principios de octubre.

Arrojaba su bate. Colocaba los brazos cerca de la ingle. Alzaba las manos y movía los dedos, desatando la furia de la multitud en el Miller Park. Golpeaba su pecho con los puños. Hizo gestos de cortar gargantas. Y, obviamente, sacaba la lengua. 
Siete días después, en el Juego 4 de la Serie Mundial, Puig disparó un majestuoso jonrón contra Eduardo Rodriguez, lanzador de los Boston Red Sox. La imagen de ese cuadrangular (con los brazos de Puig alzados mientras Rodríguez golpeaba su guante) pudo ser la instantánea icónica de la época de Puig en Los Ángeles. Sin embargo, los Dodgers dejaron perder una ventaja 4-0 y fueron eliminados a la noche siguiente.

Menos de ocho semanas después, Puig había partido.