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Jorge Morejón | ESPN Digital 5y

Anemia ofensiva pone a Marlins en riesgo de imponer nueva marca de derrotas

MIAMI - Los Marlins no anotaron carreras en 18 entradas durante una miniserie interligas de dos juegos ante sus vecinos, los Tampa Bay Rays, y llegaron a nueve blanqueadas sufridas en 41 partidos.

Los Marlins son ahora mismo un barco a la deriva, con un desánimo que se respira en el clubhouse, aunque los muchachos, con una actitud profesional, insistieron en negarlo.

“Seguimos luchando”, dijo uno.

“En algún momento, las cosas empezarán a salir bien”, aseguró otro.

Lo único rescatable de este equipo es su pitcheo con el zurdo Caleb Smith a la cabeza y con unas cuantas actuaciones encomiables, pero, los lanzadores se cansan, sobre todo si para aspirar a la victoria tienen que excederse hasta rozar la perfección por no contar casi nunca con un mínimo soporte ofensivo.

Después de los primeros 41 juegos del calendario, que representan prácticamente la cuarta parte de los 162 partidos de la temporada regular, Miami exhibe marca de 10-31, la peor en Grandes Ligas.

El único rumbo que llevan los Marlins es hacia el récord de más derrotas en una campaña que, en la era moderna, ostentan los New York Mets de 1962, que perdieron 120 partidos y sólo ganaron 42.

Los Marlins han fabricado sólo 105 carreras para un promedio de 2.6 por juego y a este paso, podrían sufrir entre 35 y 36 blanqueadas. Sus bateadores suman 48 dobletes y 24 jonrones sin conseguir aún triples, por lo que el total de extra bases es de 72.

En todas esas categorías, Miami ocupa la última posición en Grandes Ligas, al igual que en carreras impulsadas (102), slugging (.307) y promedio de embasamiento (.281). Sólo en promedio con el bat (.218) no son los peores, gracias al .214 de los Cincinnati Reds.

Estos Marlins lucen tan mal a la ofensiva, que, luego de 41 partidos, no han recibido una sola base por bolas intencional, lo que los convierte en el hazmerreír de los lanzadores rivales, que no necesitan poner a nadie en primera base, porque no hay prácticamente ningún riesgo con el bateador en turno.

Hace unas semanas, Miami despidió al coach de bateo, Mike Pagliarulo, pero las cosas no mejoraron, por el contrario, es como si, de pronto, los pocos que jugaban un poco mejor mejor se hubieran contagiado con el desgano generalizado que se ha apoderado del equipo.

Don Mattingly ya no tiene palabras con qué explicar todas las noches una nueva derrota y cada vez son menos los aficionados que llegan al Marlins Park para ver perder al equipo.

En medio de tanta desidia, la gerencia ha sido bastante reticente a hacer movimientos en busca de una sacudida con la esperanza de que el equipo logre salir de este marasmo por sí solo.

Por semanas se negaron a enviar a Ligas Menores a un Lewis Brinson que llegó en el cambio por Christian Yelich, precedido de una fama como prospecto número uno de la organización de los Milwaukee Brewers, pero que lo único que demostró fue una gran capacidad para poncharse en cada turno.

De igual manera, se resistieron a llamar al colombiano Harold Ramirez, uno de los pocos que ponía números de lujo en Triple A, hasta que finalmente lo ascendieron esta semana, mientras que nadie con sentido común se explica qué hacen el veterano Curtis Granderson (.180, con 40 ponches en 108 turnos) o el dominicano Rosell Herrera (.195) en el lineup de los Marlins.

En el juego del martes ante Tampa Bay, por primera vez en la historia, tres peloteros colombianos estuvieron en un juego con un mismo equipo, pues, además de Ramírez, salieron al diamante el relevista Tayron Guerrero y el enmascarado Jorge Alfaro.

¡Bien por Colombia! Pero, eso es apenas una pincelada de color en un panorama gris oscuro para Marlins.

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