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Dusty Baker: generoso e incisivo

Tres días antes del final de la temporada regular y 90 minutos antes del juego, Dusty Baker se sienta en su oficina en el Nationals Park y simplemente hace lo que Dusty Baker hace.

Pasa el tiempo hablando de cosas triviales con su viejo amigo George Santiago, que está en la ciudad visitándolo. Siempre hay un viejo amigo en la ciudad. Él se involucra en perfecto español conversacional con un miembro del personal de la cocina quien trae noticias sobre el almuerzo (es día de juego). Levanta el teléfono y comienza a textear (un mensaje a su hija Natosha, de quien era el cumpleaños).

"Es fácil recordar que edad tiene", dijo Baker, mientras la música fluye del receptor Bose que está encima de su escritorio. "Tengo 67, Natosha 37 y Darren 17. Siempre sé su edad, ¿sabes a lo que me refiero?"

La historia que está tratando de vender es que los sietes importan; eso porque de algún modo fortuito, gracias a la coincidencia matemática, está disponible para recordar la edad de las personas más importantes en su vida. ¿La verdad? Baker recuerda cada cosa de todos porque escucha. Él escucha a todos.

"Él se enorgullece de venir y conocer a cada uno de sus jugadores", dijo el relevista Blake Treinen. "Es realmente muy atento y recuerda una gran cantidad de pequeños detalles. Esa es una cualidad especial".

Con Treinen, un amante de la naturaleza que tiene su hogar en Walla Walla, Washington, Baker habla de pesca. Con el primera base Ryan Zimmerman, un graduado de UVA que se inclina hacía el epicureísmo, Baker habla de vinos. Con el lanzador Shawn Kelley, un padre de dos niños pequeños, Baker habla de la familia. Por supuesto, eso ayuda a Baker a: A) pasa la temporada baja pescando con un jefe Cheyenne en Montana; B) es propietario de una bodega de vinos; y C) tiene dos hijos propios.

"Definitivamente te escucha", indicó Kelley, un veterano de 32 años que jugó para siete diferentes equipos en siete temporadas antes de aterrizar en Washington con Baker este año. "No solo habla por hablar porque es el manager. Realmente se preocupa".

Como un padre cariñoso, Baker, un entusiasta autoproclamado, a menudo refleja ese comportamiento a través del cuidado en la alimentación. Durante una serie en junio en la que eran locales ante los Cachorros de Chicago, equipo que los había barrido en Wrigley Field a inicio de temporada, Kelley caminó al clubhouse una tarde y descubrió una caja de comida sobre una silla frente a su taquilla. La abrió y encontró una porción de pastel de carne y luego miró a los alrededores del lugar en busca de alguna pista.

Sin encontrar a nadie, caminó a la oficina de Baker. "Quisiste dejarme algo de comida?" preguntó el relevista. Baker asintió con la cabeza. "Necesitamos fuera de Irlanda a los Cachorros", dijo el manager, que había recogido el pastel en Extra Perks, un café británico que él frecuenta en Northen Virginia. Kelley, quien es de ascendencia irlandesa, procedió a comerse el aperitivo y entonces salió -sustituyendo al lesionado Jonathan Papelbon- y consiguió su primer salvamento de la temporada en una victoria de Washington 4-1. "Cosas como esa no son normales en otros camerinos", subrayó Kelley.

Incluso, cuando los Nacionales están en la carretera, Baker tiene una habilidad especial para hacer sentir a los jugadores como en casa. A finales de agosto, el equipo estaba en Filadelfia finalizando una seguidilla de 20 juegos consecutivos en 20 días. Un día en camino al estadio, Baker paró en el famoso Reading Terminal Market y compró un par de filetes en uno de los puestos Amish. Cuando llegó al camerino de visitantes caminó directamente hacia el jardinero central Trea Turner y el tercera base Anthony Rendón -los únicos jugadores que estuvieron alineando en cada uno de esos 20 partidos- y les dio los filetes. Después del partido, que los Nacionales ganaron (ellos barrieron a los Filis), los dos jugadores se sentaron en el comedor del camerino a darse un banquete.

"Es muy cercano, y es por eso que es bueno", dijo Turner. "No todo se trata de béisbol con él. Es muy, muy serio. Puedes estar tan ocupado en meterte al campo cada día o lo que hagas en tu vida diaria. Sin embargo, él se toma el tiempo para conseguir esos regalos, y los comparte con todo el mundo".

A decir verdad, muchas veces esos regalos son en realidad re-regalos. Al igual que la bola de Tony Pérez firmada y la botella de vino de Orlando Cepeda que Baker le dio a Zimmerman la semana pasada.

"He leído este libro que dice que por lo general las personas que son amigables tienen un montón de amigos, y las personas que son generosas, la gente es generosa contigo", destacó Baker. "La gente me da cosas. Me dan de comer, me dan vino, y ¿qué voy a hacer, acaparar todo?"

Está tan en contra del acaparamiento que Jayson Werth lo llama en broma Santa Claus. "Es un tipo cariñoso", dice el veterano jardinero. "Es generoso. Ese tipo que acopla en cualquier lugar. Puedes entrar a la habitación en el primer día de los entrenamientos de primavera, y lo más importante que notas es lo atractivo y afable que es. Eso es lo que le diferencia del resto".

¿Otra cosa que lo diferencia? Es ganador. Ahora, en su temporada número 21 como manager de Grandes Ligas, Baker tiene 1.766 victorias, suficiente para la segunda mayor cantidad entre los managers activos y Nº 17 de todos los tiempos. De hecho, de los 23 managers que han sido incluidos en el Salón de la Fama, casi la mitad de ellos (11) tiene un menor número de victorias que Baker. Durante su primera temporada en Washington llevó a un equipo decepcionante, que terminó 83-79 hace un año, y los convirtió en un equipo de 95 victorias, elevando su reputación como un técnico capaz de cambiar su entorno: En cuatro paradas diferentes durante su carrera como manager -San Francisco, Chicago, Cincinnati y ahora Washington- sus equipos han mejorado en un promedio de 16 victorias en su primera temporada con él a la cabeza. Todo lo cual plantea la siguiente pregunta: ¿La manera afable y simple de dirigir de Baker crea equipos ganadores, o él simplemente los acompaña?

"Absolutamente, eso hace la diferencia", dice el entrenador de lanzadores Mike Maddux, un veterano de 14 años que está en su primera temporada trabajando con Baker. "Todo el mundo sabe que está en su trinchera. Eso es un gran apoyo. Sabiendo que no estás siendo juzgado con este pitcheo o este swing. Es su manera de trabajar, hombre. Oye, eres uno de mis chicos. Vas a jugar, vas a pitchear. Un mal swing o un lanzamiento malo no va a cambiar nada. Estás a gusto".

"Sabes que cuando algo marcha mal, va a apoyarte", dice Kelley. "Está luchando por ti, y pone pie en tierra por ti. Hay managers que no trasmiten esa sensación. Dan la sensación de que estuvieran allí por sí mismos, y dirigieran para sí mismos. Dusty está allí para esta organización y todo el mundo hace una cosa, y eso se hace solamente para ganar. Cuando se tiene ese vínculo, ese respecto, esa comunicación, eso permite salir a jugar más relajado. Cuando los tiempos son buenos, son realmente muy buenos. Cuando vas en el otro sentido y se pierde un poco, hay esa sensación de calma, que... oye, estamos bien, sólo tenemos que mantenernos luchando, seguir haciendo las cosa, estamos bien".
Pero eso no fue siempre el caso con Baker.

"Anteriormente, este juego lo desgastaba", dice el entrenador de banca Chris Speier, quien también sirvió bajo Baker en Chicago y Cincinnati. "Esta vez, él parece mucho más feliz y mucho más en paz. Y no toma los reveses, no toma la derrotas del modo tan duro como hacía antes".

Baker está de acuerdo en que se ha suavizado en los últimos años. Gracias a múltiples sustos de salud -se le diagnosticó un cáncer de próstata hace 14 años y sufrió un mini-derrame cerebral hace cinco años- no se preocupa por las cosas pequeñas.

"Tomaba todo personalmente porque odio tanto perder que me carcome por dentro o hace que pierda el sueño", apuntó Baker, que celebró su cumpleaños 67 en junio. "Tenía que relajarme. Me encanta este juego, me encanta lo que estoy haciendo, pero no hay nada digno de tomar que me saque de aquí".

Tampoco no hay nada digno de sacarlo fuera de los juegos. Junto a los managers que estuvieron con sus equipos toda la temporada de 2016, Baker es el único que no fue expulsado. De hecho, no ha sido expulsado desde 2011 y solo tiene 20 expulsiones en su carrera de 21 temporadas. Compare esto con el manager de los Gigantes, Bruce Bochy, que ha dirigido un año más que Baker, pero tiene más de tres veces la cantidad de expulsiones en su hoja de vida (61).

"Es difícil ser expulsado hoy en día porque tienes repetición", dice Baker, rechazando la idea de que su capacidad de permanecer en los juegos está directamente relacionada con su capacidad de llevarse bien con la gente (y sí, los árbitros también son personas). En cambio, tiene más que ver con el análisis de costo/beneficio. "No. 1, tengo que quedarme y manejar el juego, y no creo que yo peleando y gritando vaya a llevar al equipo por buen camino. Y Nº 2, de un tipo que tenía un derrame cerebral, no voy a dejar que nadie me lleve a ese punto en el que mi presión arterial sea tan alta porque me puedo enojar de forma real".

¿Dusty Baker, enojado? El tipo que baila durante la práctica de bateo, elogia a la prensa cuando hacen una buena pregunta y regala a sus jugadores en sus cumpleaños una botella de vino de su propio viñedo que deja en su taquilla?

De vuelta en los entrenamientos de primavera, cuando sus Nacionales estaban empezando su búsqueda de la corona del Este de la Liga Nacional, Baker se sentó en el banquillo y sonrió, viendo como su equipo se esforzaba al máximo antes de un juego de Liga de la Toronja. Cuando se le ocurrió que Michael Taylor estaba desaparecido porque estaba afuera firmando algo para un portero, la cara de Baker se convirtió en una roca y le ladró al jardinero, dejando caer una mala palabra en el proceso. Siete meses después, con el banderín en la mano, se sentó frente a una sala llena de periodistas y una vez más mostró su lado oscuro.

La pregunta era sobre Dave Roberts, el manager novato de los Dodgers. Al igual que Baker, Roberts es un exjardinero de Los Ángeles. Al igual que Baker, Roberts es afroamericano. De hecho, son los únicos dos gerentes negros que hay hoy en MLB.
"Está donde yo estaba hace 20 años", indicó Baker de manera correcta. "Estoy feliz por él, son grandes tiempos. Yo lo conozco, pero realmente no lo conozco. Lo conozco desde el otro lado del campo, y lo conozco por uno de mis jugadores, Rich Aurilia. Él y Rich Aurilia son propietarios de bodegas de vino, como yo. Ellos no cultivan uvas, pero ambos hacen el vino. Siempre es un tipo agradable; es un joven brillante".

Luego Baker hizo una pausa muy brevemente, y se volvió frío.

"Pero él está en el camino".

Roberts está en el camino de la única cosa que de alguna manera ha logrado eludir a Baker, durante su larga e ilustre carrera. Baker ha ganado una Serie Mundial como jugador. Ha sido un All-Star. Ha sido un ganador del Guante de Oro y ganador del Bate de Plata. Es un tres veces Manager del Año. Sin embargo, nunca ha ganado un anillo como gerente. A pesar de siete apariciones en playoffs en 20 temporadas, nunca ha guiado a su equipo a ganar la Serie Mundial. Es la razón por la cual en noviembre pasado, después de dos años fuera del juego, firmó por un término de dos años en D.C.

Sentado en su oficina, tres días antes del final de la temporada regular, 90 minutos antes de la hora de juego, y una semana antes del inicio de los playoffs, pondera la posibilidad de ir todo el camino. No sólo este año, sino que el año próximo también.

"Es por eso que volví aquí," remarcó. "Por las dos cosas que le falta. Dos anillos".

Por un lado, suena un poco codicioso. Por otro lado, si los gana, va a probablemente tenerlos alrededor un tiempo y luego echarlos a un lado.