Tata... ¡Ponte serio!

FECHA
02/06
2022
por Rafael Ramos Villagrana
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Gerardo Martino: "A México le falta jugar con rivales de mayor jerarquía para crecer"
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LOS ÁNGELES -- Es tiempo de ensayos, pero ya no de experimentos. Es tiempo de organizar, pero ya no de improvisar. Es tiempo de soluciones, pero ya no de justificaciones. El Tri ante su Himalaya mundialista.

Para Gerardo Martino llegó el momento de ponerse serio y de tomarse en serio la ruta, final y crítica, de la Selección Mexicana hacia la Copa del Mundo Qatar 2022.

En el peor de los casos, a México aún le restan ocho partidos antes de confrontar a Polonia en su debut mundialista. Entre oficiales y amistosos, enfrenta este jueves a Uruguay, y después desfilarían Ecuador, Surinam, Jamaica, Paraguay, Perú, y posiblemente Suiza y Braail, más otro par que piensan amarrar ya en tierras qataríes.

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Imago 7Gerardo Martino atendió a los medios, previo al duelo amistoso frente a Uruguay.

Gerardo Martino ya eligió al batallón. Una lista provisional de 38, con espacios abiertos, por ejemplo, para los lesionados Carlos Rodríguez y Rogelio Funes Mori. Una lista cuestionada, por aberraciones evidentes como Rodolfo Pizarro, Jesús Gallardo, Sebastián Córdova y Luis Romo, todos con un lamentable nivel de juego, no sólo en este 2022, sino desde el segundo semestre de 2021.

Ha marginado a jugadores del Atlas Bicampeón, como el capitán Aldo Rocha y el Hueso Reyes, y a regañadientes debió convocar a los juveniles de Pachuca. Claro, en el caso de Javier Hernández, los mensajes han sido claros: le insinúa que sí, pero decide que no. Atole con el dedo a Chicharito y sus #ChichaFans.

Este miércoles se le preguntó sobre las ausencias de Rocha y Reyes. Y Gerardo Martino se puso poco serio, muy poco serio. Vestido con el atuendo de Ronald de McDonald’s, su bufonada habría despertado, tal vez, una sonrisa forzada y algunos memes.

“Llama la atención que un equipo que ganó los dos últimos torneos no tenga futbolistas en selección, también el Atlas tiene muchos jugadores extranjeros, sobre todo la columna vertebral es de extranjeros”, respondió el Tata.

De verdad, ¡ponte serio, Tata! Nadie le arguyó a semejante respuesta. Resulta que los “europeos” no juegan –obviamente–, en equipos con una columna vertebral de mexicanos. Ni los de América. Ni los mimados suyos y de su representante, que juegan en Rayados. Ninguno, excepto los de Chivas y Pachuca.

Y hay más para exigir eso de “Tata, ¡ponte serio!”. A su explicación, hecha guasa, hecha pitorreo, de por qué no llama jugadores de Atlas, agregó: “No puede haber una convocatoria masiva de jugadores que no estuvieron, porque parecería que no hicimos nada en tres años”.

Entérate, Tata, ¡no has hecho nada en tres años! Un poco de retrospectiva, Tata, un poquito de autocrítica. Voltea, sin soberbia, hacia el espejo retrovisor. Hay más tumbas que monumentos.

La versión de la Selección Mexicana en 2021 y el arranque de 2022 fue un auténtico mamotreto, que clasificó al Mundial por las bondades y bendiciones de la zona. En Concacaf hay que ser muy malo para no ir al Mundial. El cachivache Tricolor que ha presentado en la cancha durante casi dos años aburre, decepciona, aterra, y cuando enfrentó a los dos equipos más serios del área, Estados Unidos y Canadá, lo humillaron.

Por eso, soslayando el juego de desperdicio, la pachanga ante Nigeria versión “B”, a partir de esta noche de jueves, ante Uruguay, debe empezar un proceso ascendente de la Selección Mexicana. Insisto: ensayos sí, experimentos, no. No hay tiempo.

Si el Tata decidió morirse con la suya y con los suyos, Uruguay debe ser la primera demostración de que sabe lo que está haciendo, y de que en verdad a ese plantel tan cuestionado le puede sacar provecho para la Copa del Mundo, entendiéndose, por supuesto, que la fascinante utopía del Quinto Partido se mantendrá aún como la tierra prohibida para el Tri una vez más.

Decepciona, sin embargo, que Martino se atreva a decir que ante Nigeria, el equipo alcanzó durante 20 minutos el nivel que alguna vez a él le pareció convincente durante 2019 y algunos juegos de 2020. Entiéndase, era una Nigeria abúlica, arrejuntada de última hora, víctima del jet lag, y con una anoréxica representación de sus mejores épocas.

Por eso, ante tan poca seriedad, en ese aire de triunfalismo, es que se le pide ya, a Gerardo Martino, que se ponga serio. Ya no hay tiempo para excusas, engaños, bufonadas ni viejos pretextos.

El Tata debe recordar el predicamento en que llega a esta ruta, insisto, crítica y final, antes de la Copa del Mundo. 2021 fue desastroso, y en la afición mexicana quedan las estampas vívidas de los cuatro ridículos ante Estados Unidos, y claro, ante Canadá. Clasificó segundo, cierto, pero como resultado de la fragilidad moral, anímica y futbolístico del resto de los integrantes del Octagonal de Concacaf.

No más excusas como “perdimos intensidad”, o “nos faltó intensidad”, o “fuimos superiores, pero nos faltó el gol”, y otra serie de pretextos que apestan a excusas y escapismos, y hiede a toda la herejía de una mentira, que se agrava en momentos de caos, un caos, que él nunca quiso reconocer.

Tiene a sus mimados, claro, los mismos que lo dejaron colgado de la brocha en la mismísima eliminatoria mundialista: Guillermo Ochoa, Néstor Araujo, Héctor Moreno, Andrés Guardado, Héctor Herrera, Edson Álvarez, Alexis Vega y Raúl Jiménez, por mencionar a los más evidentes.

La consigna inmediata es no perder. Ninguno de los juegos. Gerardo Martino entiende perfectamente que eventuales derrotas ante Uruguay este jueves, y ante Ecuador el domingo, lo pondrían de nuevo en la picota, sólo que esta vez ya no aparecería Miguel Herrera como el candidato a sucederlo. Ha sido borrado de la lista definitivamente.

Por eso, según las versiones en la concentración del Tri, es que el mismo Tata apretará tuercas con su plantel base para estos encuentros ante charrúas y ecuatorianos. Son juegos de preparación o amistosos, pero al interior del Tri, Martino ha puesto tales términos en desuso.

Según versiones de Gibrán Araige, de TUDN, México saltará esta noche con línea de cinco, entendiendo que, finalmente, Martino se dio cuenta de la obsolescencia de “su” particular interpretación del 4-3-3. Ojo, así lo intentó ante Canadá, y aquello fue una desgracia.

Y claro, las aseveraciones desde Phoenix incluyen que el técnico argentino exigirá las mejores versiones de sus jugadores. De hecho, cero tolerancias, especialmente a quienes deben asumir el liderazgo futbolístico y emocional. Si algo ha inquietado al entrenador son esas lagunas en las que México pierde compromiso y cae en el desdén.

Si bien para los partidos ante Surinam y Jamaica, en la Liga de las Naciones, pondrá a prueba a los jugadores jóvenes y con menos recorrido; también espera que la presencia de estos sirva de presión sobre esos supuestos consolidados, que, insisto, quedaron en deuda durante el Octagonal, y fueron cuestionados severamente por la afición.

Por eso, sí, para el Tata Martino ha llegado el momento de ponerse serio, y pensar en funcionamiento y resultados a partir de este jueves por la noche. Y no más intentos fallidos de sentirse cómico frustrado, comediante de carpa, o guasón de feria, como al explicar las ausencias de Rocha y del Hueso, y peor aún, al esgrimir eso de “parecería que no hicimos nada en tres años”, sin darse cuenta que no ha hecho nada, absolutamente nada, en tres años.

Insisto, Martino no clasificó a México al Mundial, lo clasificó, casi en automático, el paupérrimo nivel de la zona y de sus contendientes en el Octagonal.

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¿De Atlista a A-Tri-sta?

FECHA
31/05
2022
por Rafael Ramos Villagrana

LOS ÁNGELES -- “Idos los amores, idos los humores”, refunfuñaba la abuela. Entonces, idos los festejos, idos los desfiles, idos los clamores, e idos, claro, los asteriscos y las sospechas (que los Riestra, que el VAR, que los árbitros), la realidad debe salpullir a los otros 17 equipos: Atlas está más cerca de un inesperado, incontemplable, impredecible, y cataclísmico Tricampeonato, antes de que América bese la 14 o Chivas albergue la 13.

Permítaseme la letanía gastada: este Atlas reniega de sus raíces. Insistí en diciembre pasado y en este mayo inesperado: esta versión rojinegra parece una versión bastarda, y descastada de La Academia, Los Niños Catedráticos y Los Amigos del Balón. Aquellos eran Jennifer López en el SuperBowl, y éste es Carmen Salinas y su Corcholata en su pulquería.

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ESPNAtlas, bicampeón del futbol mexicano.

Y claro, lo entiendo: aquellos magníficos exponentes del futbol generoso, generacional, genésico, del Atlas, tenían las manos vacías. Éste, el del Grupo Orlegi, ha sido dos veces campeón en menos de seis meses. Las nuevas generaciones rojinegras tienen más motivos tangibles de festejos que las nostalgias romanticonas y seniles por aquellos tiempos maravillosos de un futbol vistoso, encarador, desparpajado, insolente, seductor.

E insisto, este Atlas está más cerca de lo insospechado, de un casi apocalíptico Tricampeonato, que los otros equipos populares y populacheros, que hoy sufridamente contemplan cómo la Cenicienta Rojinegra se tardó 70 escalones y otras tantas zapatillas de cristal, antes de salir y regresar a palacio… y quiere adueñarse de él.

No, no me olvido de los “accidentes” arbitrales, ni de las casualidades del VAR, ni de la casi inmunidad absoluta de Aníbal Chalá. No me olvido de ese extraño sortilegio de que en dos torneos seguidos, dos alineaciones indebidas hayan ocurrido ante el Atlas, pero qué culpa tiene de la estulticia de los cuerpos técnicos rivales. No, imposible soslayarlo.

Leo y escucho una exigencia común: “Ahora, a reforzarse”. Es una referencia insulsa, desesperada, una supuración de la obviedad. ¿Se reforzó Atlas para ser Bicampeón? ¿Alguien puede llamar refuerzo a un despojo americanista como Emanuel Aguilera? Y sin embargo, sin ser clave, fue útil. El equipo carga con lastres costosísimos: Gonzalo Maroni y Franco Troyanski. El primero tiene más kilometraje en vuelos que en la cancha, y el segundo ha sido el Caballo de Troya de su propia carrera. Ambos fueron desplazados por jugadores mexicanos. Y ambos están a préstamo.

Vamos, Atlas fue capaz de “desforzarse” en pleno torneo. Fue vapuleado por vender a Jairo Torres (21 años) justo antes de la Liguilla al Chicago Fire FC de la suburbial MLS. ¿Alguien lo extrañó? Incluso, Jeremy Márquez, el vitoreado verdugo de Chivas, tras ser expulsado en el Juego de Vuelta ante Guadalajara, perdió la titularidad. Luis Reyes resultó un “Hueso” duro de roer y se adueñó del puesto.

Queda claro que en lugar de hacer apuestas costosas y riesgosas, Atlas puede nutrirse de lo que produce. Ahí, de donde sacó a Márquez, a Torres, a un espléndido Diego Barbosa, de ahí mismo, de su propia ubre, como en otros tiempos, antes de la sistematización de Marcelo Bielsa, y después de ella.

Recuérdese que la incubadora rojinegra le dio al Tri su mejor columna vertebral de la historia (Rafa Márquez, Pável Pardo, Jared Borgetti, Oswaldo Sánchez y Andrés Guardado), comparable sólo con la que alguna vez generó Pumas (Hugo Sánchez, Manuel Negrete, Félix Cruz, Olaf Heredia, Luis Flores, Rafael Amador).

Hoy por hoy, tiene al mejor portero en México: Camilo Vargas. Si no fuera por su edad, ya estaría con visado a Europa. Tiene una defensa que hace muy bien su chamba, dentro de un estricto aparato defensivo, en el que sus primeros mastines, sí, entérese, son Julián Quiñones y Julio Furch.

Especialmente tiene a un caudillo que es el único Bi-Bi de la historia de torneos cortos: Aldo Rocha. El tipo pujó y empujó en Morelia, y pujó y empujó en León, donde para su infortunio, había una media cancha poderosísima: Luis Montes, Gullit Peña y Gallito Vázquez. Ahora, en Atlas, ha dado muestras de personalidad. Él no lo dice, pocos lo saben: ha salido a la cancha en plena Liguilla con dolores, pero sin infiltrarse. ¿Lo vio domesticar a Tigres desde el manchón de las sentencias? ¿Cuántos jugadores con esa personalidad? ¿Será que acaso tanta testosterona, tantas gónadas espantan a Gerardo Martino? Hoy, el Tri, tiene capitancitos de chalupas y trajineras, no de trasatlánticos.

Por eso, hablar de refuerzos, parece un ataque de dislexia oportunista. ¿Alguien cuestiona a un higiénico jornalero de obra negra como Édgar Zaldívar, como para buscar otra versión soez, procaz, de los Maronis y Troyanskis? ¿Alguien se atreve a emplazar a la banca a un Javier Abella, con su mejor exposición, desde aquella su primera versión en Santos?

Adelante, los dos primeros peones de este proletariado del Atlas: Quiñones y Furch. Ahí empieza este tosco estilo de juego. Pero ellos lo hacen efectivo. Y cuando embisten, cuando al colombiano se le pega la gana retraer memorias de aquel fantasmagórico Abel Verónico, él sólo puede resolver partidos.

¿Furch? Es un mil usos en el ataque. A pesar de sus facultades de “killer”, se ha convertido en un humilde doméstico de sus compañeros. Si tiene que desaparecer de la línea de fusilamiento para que aparezca otro, lo ha hecho. Y bueno, ya sólo espera que la FMF le recomiende los mismos “coyotes” que usó, en plena pandemia, con las oficinas de la SRE (Secretaría de Relaciones Exteriores) cerradas, para naturalizar a Rogelio Funes Mori, quien aún convalece, aquejado todavía del estrés que las críticas le han generado, tras su impúdica impotencia para anotar.

Entiéndase algo: sumar jugadores con ese halo impostor de refuerzo suele generar incomodidades en vestuario y banca. Eso lo saben en Atlas. Buscan un perfil de jugadores dispuestos al compromiso desde este mismo martes, porque en julio arranca la refriega. Los divos tienen miles de egos que no caben en la estrechez de un santuario humilde como el rojinegro.

En Futbol Picante del lunes, el tema envenenado y sabroso era quién había formado este Atlas, el Grupo Orlegi o Diego Cocca. Ciertamente el riesgo lo corre Orlegi, porque incluso hubo un momento en que el técnico estuvo agobiado por malos resultados y cada vez que sonaba su teléfono, aterido, empacaba las maletas.

Ciertamente no es –ni será–, “el Guardiola de América”, como pomposamente lo llamó Alejandro Irarragorri al presentarlo en Santos. Es una falta de respeto para Pep. Pero entregar dos títulos en menos de seis meses a un equipo que vagó en los páramos dolientes del fracaso por 70 años, tiene un mérito incuestionable.

Y sí, ya sé que Usted, uno de esos pocos asiduos a este espacio, que tiene menos lectores que estrellas el Atlas, va a desempolvar los asteriscos de los Riestra, el VAR, los árbitros, y otras calamidades, causalidades y casualidades, de las cuales hemos ahondado ya antes aquí mismo, pero entiéndase que también, Pachuca, que nos embelleció el torneo durante casi 20 semanas, se resquebrajó en los últimos 20 minutos de la Final.

Además, se viene un torneo sabroso. Hay equipos que apuestan por lo que conocen y otros que juegan a lo desconocido, en una cita a ciegas entre su ignorancia y el suicidio.

América ungió a Fernando Ortiz, el interino milagroso. Chivas haría lo mismo con Ricardo Cadena. Cruz Azul firmó a Diego Aguirre. Toluca fortalece los planes de Nacho Ambriz. Pachuca deberá alquilar un diván para los demonios de Guillermo Almada. Miguel Herrera hurga en busca de defensas para unos Tigres más vulnerables que gato bodeguero. Puebla le cumplirá con refuerzos a Nicolás Larcamón. León ensaya con Renato Paiva. Mazatlán mantiene la apuesta por el triunvirato con Gabriel Caballero, Chaco Giménez y Gerardo Mascareño. Pumas arrima escapularios al misticismo de Andrés Lillini. Etcétera.

¿Concuerda, pues, en que en cuanto a proyecto armado, sólido, solidario, devoto, que sí, que juega feíto, y que sí, de repente las hadas se transforman en arpías arbitrales, amenaza con un Tricampeonato?

Lo cierto es que hace poco más de seis meses, el Atlas vivía en el exilio del anonimato. Hoy, es tendencia, bajo sospechas, bajo cuestionamientos, pero, sin duda, bajo admiración y una dosis inevitable de envidia. Pero, si todos ahí adentro tienen el espíritu acorazado de Aldo Rocha, tormentas vendrán de aciagas y sólidas injurias, pero mantendrá la sonrisa maliciosa, esa que por 70 años, en este equipo, era totalmente ajena.

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LOS ÁNGELES — Javier Hernández ha reiterado su fragilidad emocional en diversas entrevistas. Se le oye, pero no se le escucha.

Es su culpa: su alboroto mediático, su estruendo en redes, transfiguran sus lamentos en aparentes falacias. La metamorfosis pública de una negación privada.

Un psiquiatra diría que implora ayuda; un “chichafan” lo tildará de espartano, y un “hater” le llamará payaso. Al final, lo oyen, pero no lo escuchan. Él mismo devalúa la dimensión de su crisis.

Chicharito ha mostrado las muescas de los grilletes que lo esclavizan. “Me llegó la depresión porque me cansé de no ser yo”. La crisis y la redención, según él, llegan a través de sus hijos. “Ellos vinieron a darme el tiro de gracia en la depresión”. Ya él debe saberlo: la depresión no se cura ni con fármacos, ni con divanes. Permanece, ahí, agazapada, voraz, al acecho.

Y ha dicho: “Toqué fondo (…) y no asumí la responsabilidad”. Y se queja, como los armadillos: “No es fácil estar escuchando todo el día que el Chichatronco, que el Chicha esto, que el Chicha lo otro, que hasta si mis hijos no son míos”.

Este domingo, Javier Hernández rompió una racha sin gol en la MLS ante el Austin. Ya el miércoles había sentenciado en la Copa ante el LAFC. Han sido, ambos goles, un refunfuño más emocional que futbolístico. Un acto de escapismo de esa fragilidad emocional. No hay heroísmo, pero sí regeneración.

Este domingo, también, marca otro gol, que le anulan por un roce de la mano con el balón, y yerra un penalti, con un disparo insulso, bobo, débil, a media altura, antes de salir de cambio.

Quede claro, los tres goles, los dos válidos y el anulado, no los hubiera consumado el decrépito Hernández de 2019 y 2020, imposible. ¿El penalti? El manchón es un lugar sagrado. Si no cree en leyendas, menos en mitos.

En la semana, saltó la versión de un armisticio entre el delantero del Galaxy y el técnico del Tri, Gerardo Martino. La tregua concertada por una llamada, por un cabildeo o por una carambola de intereses y de advenedizos interesados.

Antes de los goles de esta semana, Javier Hernández había estado en sequía absoluta. Su anterior llaga perpetrada a un adversario, había sido el 9 de abril contra el LAFC. Sumaba por entonces cinco goles. Y ante la miseria de los atacantes de la selección mexicana, la Voz del Pueblo quiso jugar a ser la Voz de Dios. Raúl Jiménez, Henry Martín y Funes Mori tienen la brújula rota, torcida, apuntando estrictamente al caos.

Sin embargo, ante el vítor popular y mediático por Chicharito, el 12 de abril, Gerardo Martino, técnico del Tri, sofocó las llamas del jugador galáctico de manera brutal, en conferencia de prensa. Verso matapasiones.

“Javier Hernández no está (en el Tri) porque el entrenador (o sea, él mismo) en turno no lo ha elegido en estos últimos dos años y casi tres, pero dicho esto quiero decir que no hay nada que yo tenga que compartir con los medios. Toda cuestión que sucede dentro del ámbito de la Selección Nacional se resuelve dentro de la Selección Nacional”, dijo lapidario.

Las veladoras pujantes de Javier Hernández en busca de un milagro se apagaron abruptamente. Dejaron su paso a los cirios fúnebres y tóxicos del desengaño.

Allegados de Chicharito lo revelan. “Esa declaración aplastó a Javier. Sintió que todo lo que ha trabajado para que se le dé una oportunidad, para ir al Mundial de Qatar, había sido inútil”. Desde noviembre de 2020, ya con su esposa y sus hijos en fuga, contrito, tragando sus propias cenizas, comenzó su rehabilitación física, atlética, futbolística, nutricional y mental.

Al interior del Galaxy se percibía el efecto de las palabras sepultureras del Tata. Le habían robado el mes de abril, en términos de Sabina. El veredicto de Martino había sido tan franco, tan frontal, tan cruel, tan sincero, que recluyó de nuevo a Chicharito en la depresión. “Quiere ir al Mundial no sólo por la selección, por él, sino también por sus hijos. Lo dejó devastado esa decisión del Tata”, explica un vocero.

Ahora, sin embargo, explica la fuente de información, “que se hayan abierto pláticas, le cambió el ánimo, lo volvió a la vida. El equipo lo vio de inmediato, y ha marcado goles (LAFC y Austin) ante dos de los equipos con las mejores defensivas del torneo”.

Hace diez días, iniciaron los contactos a través de terceros. El cómo, es un misterio aún. Se le pregunta al mismo informante por detalles y la respuesta es: “No comments (sin comentarios)”.

En el festín morboso, precipitado, desesperado, salpican las versiones en redes, textos y micrófonos.

1.- “El primero en llamar fue el representante de Javier”. (“No comments”, la respuesta).

2.- “Hay dos patrocinadores que quieren a Chicharito en el Mundial”. (“No comments”).

3.- “SUM y la MLS abogaron por Javier ante la Federación Mexicana de Futbol”. (“No comments”).

4.- “Chicharito habló con los referentes del Tri (Guardado, Ochoa, Herrera y Raúl), se disculpó, y pidió su apoyo”. (“No comments”).

Gerardo Martino y Javier Hernández han hablado del tema en diferentes conferencias de prensa. El jugador reconoce los acercamientos. El Tata también, pero suelta ácido corrosivo en su respuesta: “Que yo tenga una reunión con él (Chicharito) no significa ningún tipo de compromiso (para convocarlo)”.

El 10 de junio de 2021, habíamos expuesto aquí que Javier Hernández estaba a sólo 15 dígitos y tres palabras

(https://espndeportes.espn.com/futbol/selecciones/nota/_/id/8759797/chicharito-javier-hernandez-regreso-tri-seleccion-mexicana-gerardo-martino), para recibir el indulto de Martino y de Yon de Luisa, el principal afectado, en temas familiares, por la indisciplina orquestada por el jugador desde el mismísimo periplo por el brunch en Nueva York y unas botineras de escotes largos y faldas cortas, de gustos caros y escrúpulos baratos.

Sin embargo, Javier no quiso o no supo o no pudo reaccionar a tiempo. En el camposanto de sus errores, había ya demasiado sepulcros, que justificaban su destierro del Tri, y además, la soberbia de no marcar el teléfono de Martino y De Luisa, ratificaba a ambos, que ese silencio altanero y veleidoso dejaba en claro que no debía ser convocado, por la salud emocional, grupal y disciplinaria del grupo.

En menos de diez días, Javier Hernández ha visto transfigurado el panorama. Él marca goles y en la FMF hay luz verde para que el conciliábulo tenga lugar. Chicharito se aferra emocionalmente a un quizás, que se gangrena dramáticamente en un nunca.

El problema es que tras los juegos amistoso de junio ante Uruguay y Ecuador, y los oficiales en la Liga de las Naciones, contra Surinam y Jamaica, quedará poco espacio para que Chicharito sea puesto a prueba, en todos los aspectos.

De ser convocado, obviamente, sería observado, escudriñado, azuzado, provocado, exigido. ¿Qué tan genuinamente Javier Hernández ha recluido a Chicharito, qué tan genuinamente el doctor Jekyll somete a míster Hyde? Resta un juego de ensayo ante Paraguay, se tambalea el amistoso con Brasil, y sólo quedarían uno de preparación ante Perú, y el de despedida en el Estadio Azteca, antes de partir rumbo a Qatar.

Porque Gerardo Martino podrá charlar con Javier y escuchar nuevamente sus viejas promesas, pero él ya cerró filas con Anaxágoras: “Si me engañas una vez, tuya es la culpa; si me engañas dos, es mía”. Además, el Tata ha encendido también sus propias veladoras. Y ha agregado a otro paisano a su retablo: Julio Furch.

Quede claro pues, que los dos goles recientemente marcados por Chicharito no lo acercan a Qatar más de lo que lo alejó aquella calenturienta jornada en Nueva York y San Antonio.

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LOS ÁNGELES -- Diciembre 12, 2021. Atlas era el hijo adoptivo de todos, después de 70 años de ser el hijo de nadie. Estalló la fiesta en el Callejón de los Milagros. La había comenzado Cruz Azul en julio de ese 2021, rompiendo la monotonía castrante del fracaso durante 23 años.

Este 29 de mayo, Atlas es Bicampeón. Pero, esta vez la euforia no es nacional como aquel diciembre. Esta vez el virus del "sospechosismo" circunscribe los festejos a la feligresía rojinegra. ¿El resto del universo futbolero de México? Hace muecas y traga hiel infectada por el siempre infectado arbitraje.

No se le cuestiona al Atlas su futbol. Cierto, tacañito, deslucido, con proezas monumentales de su arquero Camilo Vargas, pero, al menos, en la cancha lo transpiró de manera pura, con fundamentos claros de sus capacidades y decisiones tácticas. Un equipo sólido.

Y no es su culpa que Pachuca, en los momentos clave, se asustó de la ventaja evidente de jugar más de 20 minutos contra sólo diez adversarios. A Guillermo Almada le siguen doliendo lo minutos importantes de los juegos determinantes. Aunque claro, se le agradece la exuberancia de futbol a lo largo del torneo.

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Sin embargo, el arbitraje mexicano, propenso siempre a la estulticia, la ineptitud o el dolo --o a todas ellas juntas--, termina, en sus decisiones, bobaliconas o torvas, equivocándose a favor del Atlas a lo largo de la Liguilla. Y en ese escenario, es inevitable la ecuación, ciertamente audaz, del nepotismo y del despotismo.

Alejandro Irarragorri, cabeza de Grupo Orlegi, tiene dos alfiles en puestos clave: Íñigo "Caín" Riestra al mando de las comisiones de la FMF --entre ellas la de Arbitraje--, y a su hermano José "Caín", al frente del proyecto del Atlas. Él los sugirió a ambos, él los estudió a ambos, él los ungió a ambos, y él los protege a ambos.

Inevitable la sospecha. Si los mellizos Riestra se permiten jugar a juez y parte con un nuevo cordón umbilical, más allá del materno, evidentemente generan suspicacia y escepticismo. No es sano que los dos deban besar la misma mano de quien les condecoró con semejantes puestos.

Ojo: no se cuestiona su capacidad ni sus talentos. Deben tenerlos, más allá del oportunismo laboral de encontrar un mismo mecenas. Porque los dos tienen estudios, porque los dos tienen formación, y porque, quienes los conocen hablan de su tesón y disciplina, por encima de su intelecto.

Asegurar que han sido capaces de manejar las dos coronaciones del Atlas, es temerario. Habría que tener pruebas tangibles, legalmente válidas y aceptables. De otra manera, todo se remite a la circunstancialidad de coincidencias y de momentos, sin poder establecer un nepotismo satelital. Claro, eso equivaldría a creer en el zodiaco y sus charlatanerías.

Este domingo, el árbitro Fernando Hernández vuelve a ser el protagonista oscuro, turbio, como en sus anteriores actuaciones, especialmente en Liguilla. Un arquitecto de desastres, con habilidades de albañil en demoliciones. Pero él sólo es culpable de su ineptitud o de sus malas intenciones. Porque, la pregunta clave, es quién lo designó. ¿Fue decisión de Arturo Brizio o fue una imposición? Como sea, habrá sido su última equivocación o sumisión como jefe del arbitraje, ante las versiones de que sería invitado puntualmente esta semana a "renunciar por motivos personales".

En tanto, en un juego que fue de más a menos, conforme Atlas consolidaba su trinchera, y Pachuca era víctima de la inmadurez de su plantel, de sus precipitaciones, y, nuevamente, la incapacidad de Guillermo Almada para saber mantener el orden y la serenidad en sus jugadores. Le pasó con Santos y le ha vuelto a pasar con Pachuca. Al equipo que mejor futbol jugó en el torneo, lo llevó de la mano al despeñadero.

Y Atlas Bicampeón, con asterisco o sin él por un apellido común en sitios incorrectos. Pero, que nadie denigre, o hecho por los jugadores, con un mariscal histórico como Aldo Rocha, Bicampeón con León y ahora con los Rojinegros. Ah, sí, ni con semejantes blasones, le obligan a Gerardo Martino a ojear sus actuaciones y hojear su hoja de vida.

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LOS ÁNGELES -- Trincheras contaminadas que se purifican en la cancha. Pachuca y Atlas, en la Final del Clausura 2022. Y promete tanto. Aún cuando se juegue en el estadio marchito de la indiferencia.

Dos equipos menesterosos en ratings, sin peso mediático; sin muchedumbres y sin arrastre. Atlas no pudo llenar el Jalisco en Semifinales. Y en Pachuca, la camiseta oculta frustraciones de una ciudad: debajo de ella, hay una amarilla, una rojiblanca, una azul, por hoy, colores, matices, del fracaso.

Y sin embargo, una Final que promete tanto. Porque viven en las antípodas del futbol. En esta jungla hay cazadores y carroñeros. De ambos necesita la ecósfera del futbol mexicano. Hay quien pinta murales y hay quien detiene el andamio del pintor.

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Imago7Jóvenes de Pachuca fueron impulsados por Guillermo Almada.

1.- Los Tuzos alzan valerosamente una bandera generalmente corroída por la mezquindad: el espectáculo, el espíritu del futbol. No es jugar para ganar como sea; no es mendigar errores ajenos, sino enaltecer las fascinaciones de este deporte. A lo largo del Clausura 2022, fue el único equipo que reembolsaba con futbol el precio del boleto. Descarado, dinámico, frontal, algo que no congenia con algunas personas torvas de su propia directiva.

2.- Atlas es distinto. Y se entiende. Se rompió un ayuno ulcerado, purulento de 70 años. El fin justifica los medios y los miedos. Pero, si no hay exquisitez, hay una brutalidad y disciplina que merece ser galardonada. Porque el futbol, caritativo, humanista, cobija el esfuerzo y la devoción, y el coraje y la rabia. Ojo: lejos de su escuela delicatesen (aquellos Académicos, Los Niños Catedráticos y los Amigos del Balón), pero ha demostrado que cuando debe y quiere, porque puede y sabe, soltar a sus mastines, es tan feroz como su antagonista de la Final.

3.- Pachuca rinde homenaje al futbolista mexicano. Su armazón es de casa y los jugadores extranjeros lo fortalecen. Guillermo Almada vendió los clavos de su cruz por Kevin Alvarez, Erick Sanchez, Daniel Aceves, Luis Chavez, Micky Tapias, Víctor Guzman, Fernando Navarro y Bryan Gonzalez. En el universo fascinado del futbol mexicano, sólo un tipo los ignora: Gerardo Martino.

4.- Atlas, en cambio, tiene un andamiaje extranjero, con un ángel de la guarda (Camilo Vargas), tres luzbeles (Julio Furch, Julián Quiñones y Aníbal Chalá), y tres defensas de medio pelo, sublimados por el sistema de juego (Martín Nervo, Emanuel Aguilera y Anderson Santamaría). Pero, sin duda, el Atlas de este Atlas es Aldo Rocha, sí, otro marginado por Martino. El capitán ejerce como tal, en tiempos de crisis, arria banderas, y en tiempos de destrucción, las despliega.

Vea pues, que será una Final sin morbos (futbolísticos), y sin los rancios aranceles y linajes de clubes dominantes. No habrá marabuntas festivas ni multitudes coloreando y atiborrando avenidas. Pero, la modestia pasional no erosiona la calidad futbolística de ambos.

Cierto, hay verrugas en la nariz de esta Final que parece guapetona. Hay tipos de cuello blanco de puños percudidos, y cuyos zapatos de charol ensucian la cancha, ulceran el balón y mancillan a sus equipos.

1.- Esa cofradía sanguínea de Caín José Riestra y Caín Íñigo Riestra destiñe la credibilidad, cuando se acentúan los errores arbitrales en favor del Atlas, y porque se acumulan de manera insalubre e insana. ¿Habrían cambiado la historia un VAR y un arbitraje menos miope y menos torpe? Dilema de los ociosos. Porque lo que Atlas hace en la cancha, embellezca o no, seduzca o no, ha sido serio, más allá de guarradas, como la de sacar un balón de la hielera y arrojarlo a la cancha ante Tigres.

2.- Si bien no hay morbo deportivo, hay, sin embargo, una perturbación institucional. Los Capuleto y los Montesco. Desde la inocua tribuna de medios y redes sociales, Alejandro Irarragorri (Grupo Orlegi) y Jesús Martínez (Grupo Pachuca), se destazan moralmente a verdadazos. Como sus equipos, confabulan desde recintos diferentes. Uno, es el preferido del amo y señor del futbol en México, es su dedo meñique, o el dedo índice acusador si es necesario, o el dedo mayor increpador. El otro, es el juanete, la fascitis plantar, de Emilio Azcárraga Jean, que ha incomodado su autocracia, su dictadura, aunque ha sido confinado al silencio desde el #TuzoGate difundido a horario estelar a nivel nacional.

¿Qué puede ocurrir en la cancha? La bendición para el espectáculo sería que Atlas recibiera un gol en los primeros minutos de juego. Obligaría, insisto, a que le soltaran las cadenas a sus mastines, sobre un equipo que se defiende con la pelota, y que exhibe fragilidad ante un acoso masivo.

Pachuca no modificará su forma de juego. Lo ha dicho su propio entrenador. Y motivos no tiene. Con tres tipos explosivos como Nico Ibáñez, Romario Ibarra y un furioso Avilés Hurtado, además del soporte ofensivo de esa pirámide de mexicanos, sólo sabe ver al frente. No recupera para especular, sino para atacar. Los kamikazes oran desde sus tumbas.

Así, esta Final no es para los obtusos feligreses de camisetas, clubes o jugadores. Es para quien gusta del futbol, aún cuando uno ataca con dos espadas, y el otro se defiende y contrataca con dos escudos. La definición de ofensivo y defensivo, aquí, es una formalidad, porque, al final, la historia hablará estrictamente del vencedor. Hay dos rutas: el elevador de los Riestra o el sudor puro y purificante del futbol.

Y, claro, saber si el delfín aspirante al trono de Emilio se consolida como tal, o si el insurrecto, desde los pasadizos de la intriga, recupera fuerzas en su lucha contra la monarquía que le ha quitado hasta el control legítimo del Salón de la Fama.

Ojo, si Irarragorri sigue sumando bonos, el más preocupado debería ser Yon de Luisa, que tras la maltrecha versión de la Selección Mexicana, ha dejado de ser el favorito del Salón Oval de Televisa.

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LOS ÁNGELES -- Los espíritus chocarreros del #Solarismo se apoderaron del América los primeros 45 minutos. Y El Nido terminó humillado por Pachuca, ya finalista del Clausura 2022, con Atlas como rival.

3-0 (4-1, global). Y debieron ser más. Pero los postes de Guillermo Ochoa se sublevaron para proteger del escándalo el ocaso de la #TanoTesla de Fernando Ortiz.

Un partido cargado de momentos chuscos. Que pudieron modificar la historia, pero que agregaron elementos de circo, maroma y teatro.

1.- Al minuto 2, Diego Valdés, solo ante el portero Óscar Ustari falló tres remates consecutivos, en un balón mal regresado por la defensa tuza. El jugador más técnico del América, siendo epítome de la torpeza.

2.- Sí, claro, los buitres y bufones con calzoncillo y silbato. Fernando Hernández perdona dos rojas. La primera era para Nico Ibáñez por una plancha a la pantorrilla de Richard Sánchez. La segunda para Bruno Valdez. Y el VAR, ese cómplice silencioso. ¿Por qué chusco esto? Porque ya tratarlos de delincuentes, al juez y al VAR, es concederles demasiada inteligencia.

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Imago7Pachuca decretó la victoria con el tanto de Romario Ibarra.

3.- El primer tiempo del América. Fue un homenaje con retraso a la versión más pusilánime del Indiecito en el arranque de este torneo. En el 1-0, Bruno Valdez, entre la sospecha y la estulticia, se hace a un lado para que el balón llegue al remate de Romario Ibarra. ¿Jorgito Sánchez? De él no se puede sospechar. Lo suyo es malo, mental, futbolística y hormonalmente, porque contempló en primera fila, ese primer gol y el segundo. Si fuera tantititito listo, si lo fuera, se le acusaría de cómplice.

Lo de Pachuca fue reflejo de lo que ha venido haciendo en el torneo. Se venía anunciando y sólo, los ciegos, los ignorantes o los que no lo veían jugar, no lo sabían. Es el único equipo de la Liga Mx que respeta el futbol y que respeta al futbolista mexicano.

Su pirámide lo demuestra: Kevin Álvarez, Micky Tapias, Daniel Aceves, Erick Sánchez, Luis Chávez y Víctor Guzmán. Y sus relevos, Bryan González y Fernando Navarro. No, aquí no corren peligro de alineación indebida, como esos equipos donde hay técnicos haraganes que viven facilito con la cartera del club.

Claro, detrás de todo, está Guillermo Almada. El técnico uruguayo construyó un equipo dominante, espectacular, generoso, con lo que parecían ruinas, tras el pasaje dantesco de Paulo Pezzolano. Esta vez Jesús Martínez no se vio tan memo, llevando a Memo Almada.

Sobajado, zarandeado, maltratado, pero el América respetará el proyecto con El Tano Ortiz. Deberá haber limpia y una inversión fuerte. Le urge un goleador y un defensa central, para evitar esos extrañísimos errores neuronales de defensas como Bruno Valdez, que comete al menos un par de ellos en juegos clave de Liguilla.

Se habla de una lista en manos de Santiago Baños. Pero, recuérdese que hace tres años, le ofrecieron a Julián Álvarez, jugando para River Plate, pero se le hizo muy jovencito. Se habla del mismo Nico Ibáñez, de Rodrigo Aguirre y de Germán Berterame.

Con la Final establecida, inevitable ver los contrastes. Un equipo capaz de desequilibrarse, por esa venturosa obsesión de ir al ataque, como lo es Pachuca, ante un adversario, calculador, sólido, bien pertrechado y con pocas licencias para el adversario.

Sin embargo, en el caso de los Rojinegros, ya Tigres corroboró que con intensidad y velocidad, factores que son ADN de este Pachuca, se puede hacer daño al Zorro Mecánico.

Por otro lado, Pachuca tiene sus debilidades, especialmente cuando se le presiona en la salida, algo que, por ejemplo, América o no quiso, o no supo, o no pudo hacer nunca.

Sin embargo, recuerde que cuando está entero, y se le pega la gana, Atlas es capaz de transformarse, y fue evidente en los primeros 15 minutos del segundo tiempo del Juego de Vuelta ante Chivas, cuando borró al Guadalajara, hasta antes de la expulsión de Jeremy Márquez.

La gran duda será, hasta dónde esos tipos que son Doctorados Honoris Causa en impartir justicia, según su cacique, Arturo Brizio Cárter, dejarán de malograr y arruinar los pocos momentos de buen futbol en la Liga Mx. Sí, hoy, el arbitraje y el VAR, son el enemigo público número uno de la Liguilla.

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LOS ÁNGELES -- ¡Vaya tragicomedia! ¡Vaya aquelarre! Lo sublime y lo ridículo. De héroes y villanos. De hazañas y de trampas. De atletas y de payasos. De artistas y de ladrones. De genios y de ineptos. Y al final, Atlas es finalista del Clausura 2022.

4-2, goleó Tigres. 5-4 para Atlas en el global. El marcador narra el dramatismo, la histeria, el orfeón demencial de la tribuna durante los casi 60 minutos que se vivieron en el segundo tiempo. Aldo Rocha, el mariscal silencioso de los Zorros, al minuto 101, de penalti, dejó sólo humareda y cenizas en el Volcán extinguido.

Pero tanto que contar, tanto que revisar, tanto que dudar...

1.- Tigres estuvo cerca de ganar en la cancha, pero, también, por alineación indebida, de perder en la mesa. Cuando ingresa Florián Thauvin por Hugo Ayala ('46), tenía nueve jugadores no formados en México en el terreno. Otra vez ante el Atlas. Había sido el #ViñasGate y ahora el #ThauvinGate. "Fue culpa mía", la piojosa excusa de Miguel Herrera.

Imago7Aldo Rocha festeja pase del Atlas sobre Tigres.

2.- El recién ungido mundialista César R. Palazuelos, y el siempre denostado VAR, se adueñan del protagonismo perverso y promiscuo. Perdonan una roja a André Pierre Gignac, y árbitro y VAR se contradicen en su forma de legislar en la cancha. Doble moral en los penaltis. El árbitro hizo lo necesario para ser segregado de Qatar 2022. Sí, son unos sinVARgüenzas.

3.- André Pierre Gignac despierta, tarde e inútilmente, pero despierta con un hat-trick. Un penalti en el que un trabajo de proctólogo con la nariz de Hugo Nervo, terminó marcado como falta contra el francés, quien antes, al minuto 48 debió irse expulsado por un codazo sobre Gaddi Aguirre. Después marcaría a su estilo y con un penalti más.

4.- Y el aluvión felino. Atlas estaba sumido en el desorden, el desconcierto, el desamparo. Cuando Tigres estaba 4-1, los Zorros repelían desesperadamente los ataques. Y vinieron los excesos. Luis Quiñones, Thauvin y el Diente López, sintiéndose clasificados, quieren jugar como exquisitos, como malabaristas, como mimos del balón, y perdonan en el área. La soberbia es un veneno inmediato.

5.- Penalti para el Atlas. Carga del ex rojinegro Jesús Angulo sobre Aldo Rocha. Sin embargo, en jugada previa, hay una mano de Julián Quiñones que árbitro y VAR, coludidos con la estulticia y el dolo, no marcan. El capitán no falla. Serio, sobrio, seguro, se olvida del ridículo comediante, se olvida del bufón que tenía enfrente, y cobra abajo a la derecha del arquero guiñol de Tigres.

6.- Y claro, el Patón haría su show. Antes del cobro del penalti por Rocha, Nahuel Guzmán rompe en llanto, se convulsiona, se estremece, se asfixia, se colapsa, y como plañidera de su propia desgracia llora su Noche Triste. Después, al minuto 104', se hace expulsar, deliberadamente, por conducta antideportiva. Sí, el Titanic felino empezaba a quedarse sin roedores.

Encomiable, sin duda la reacción de Tigres. Lamentable que cuando había consumado --aparentemente--, su clasificación a la Final, se dedicó a ese futbol desagradable de los fantoches. Arriesgó y perdió. El futbol castiga a los patiños que lo ofenden.

Atlas, en tanto, pudo resolver antes el juego, pero erró. Cayó en desconcierto, en temores, en dudas, pero, para su fortuna, en los minutos finales, encontró de nuevo un desliz, delincuencial o de estupidez, por parte de los sinVARgüenzas, a los que seguramente Arturo Brizio, premiará con honores.

Ahora, los Zorros a esperar este domingo al otro finalista. Y que alguien cuide a Pachuca y a América, de los embajadores de caos, enviados por Brizio Carter, y comandados por Jorge Pérez Durán.

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LOS ÁNGELES -- Fue un cabezazo brutal de Nico Ibáñez, un martillazo seco, con el reloj ya desangrándose en el alargue. El bólido, abajo, a la izquierda, donde sufre todo arquero, donde les rechinan las coyunturas a los guardametas, especialmente, a los que se acercan a los 37 años. Ahí, entre el milagro y el instinto, entre lo felino y lo intuitivo, apareció el manotazo de Guillermo Ochoa. El Estadio Azteca entero debió resoplar, debió bufar con ese sonido confuso del alivio y la supervivencia.

El marcador también resoplaba. 1-1. Así permanecería, trémulo, pero quieto, luego de ocho minutos de compensación. Ochoa, el que provoca escalofríos cuando sale por balones elevados, demostró que como atajador es el número uno. Y por él, el América también resopla.

No hay nada escrito para el Juego de Vuelta. El 1-1 y el reglamento, bendicen a los Tuzos del Pachuca. Sin embargo, el América confirmó que después de su naufragio en la era aciaga de Santiago Solari, no piensa morirse en la orilla.

El veredicto tiene firmas formales de Diego Valdés y del mismo Nico Ibáñez. El chileno tuvo dos oportunidades más de marcar. Una de ellas la acunó Óscar Ustari y la otra terminó en la Calzada de Tlalpan.

América genera oportunidades, pero sigue resignado a que Federico Viñas y Henry Martín desperdicien. Y eso marca diferencia, porque Nico Ibáñez suma 14 goles en el torneo, cinco de ellos en Liguilla. Unos cazan con mastines y otros con gatos.

El trámite resultó agradable. Porque Pachuca no renuncia a esa forma generosa, osada, suicida, casi, de respetar el futbol con su esencia de embellecer el deporte. Y América decidió responderle sin temores, sin escrúpulos, pero sin descuidos.

Las Águilas han llegado a un punto de quiebra. Catorce juegos y sólo una derrota. En un paralelismo, con el #Vocholari del Indiecito, quien en sus últimos catorce partidos alcanzó sólo una victoria. Por eso, en esa brava resurrección, América no sabe lo que es claudicar.

Pachuca tiene un bono extra que debería ser ejemplar en el futbol mexicano. Una fe enorme de Guillermo Almada en el jugador nativo. A su mexicanísimo triángulo equilátero en defensa y media cancha (Álvarez, Tapias, Aceves, Chávez, Guzmán y Sánchez), le agrega sin empacho a dos más en el relevo, que cerraron acordonando y presionando a Las Águilas: Fernando Navarro y Bryan González.

En tanto, al #TanoTesla de Ortiz no le duele absolutamente nada, excepto que sus bayonetas tiene la punta roma: es más peligroso el cuchillo del juego de té de Barbie que Viñas y Henry. Acaso, también, la evidencia de que Pedro Aquino no está en su mejor forma. Acusa imprecisión y llega una milésima de segundo tarde a jugadas de alta precisión en cobertura y disputas uno a uno.

Pero, con un Roger Martínez al que le urge convencer de que le alarguen el contrato, más la devoción de Álvaro Fidalgo, Alejandro Zendejas y el mismo Valdés, el equipo discurre de posibilidades ofensivas, ya con mayor tranquilidad, tras recuperar la zaga orden y seguridad, y, sabiendo que en condiciones extremas, aparecerá Guillermo Ochoa, como lo hizo en tres ocasiones la noche de este jueves.

Para bendición del juego mismo, el trabajo de Jorge Pérez Durán fue, extrañamente, aceptable. Incluso el penalti contra el América fue una decisión quirúrgica junto con el VAR. Era evidente el contacto de Jorge Sánchez con Avilés Hurtado.

Siguen escatimándose, en algunos casos, las tarjetas amarillas para evitar rojas precipitadas. Una decisión sabia, pero que debería prevalecer en la fase regular del torneo y no sólo en la Liguilla. Pero, recuérdese que las recaudaciones a lo largo de la competencia, por amarillas y rojas, es una forma generosa de engordar el cochinito de la Comisión Disciplinaria.

Así, mientras América está obligado a ganar en la Vuelta en el Estadio Hidalgo, el empate colocaría al Pachuca en la Final. Pero, el libro sigue en blanco, aunque el bolígrafo esté en poder de los Tuzos. Lo más sensato y estimulante es que detrás del suspenso para el desenlace del próximo domingo, es que deberá llegar un juego aún más intenso que el de este jueves por la noche.

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LOS ÁNGELES -- Atlas, literalmente, deshoja las veleidosas Margaritas (el primer sobrenombre del equipo) de su propio destino. No tiene hoy el aroma exquisito y romántico de Los Niños Catedráticos, ni de La Academia, ni de Los Amigos del Balón. Sin embargo, hoy tiene la fragancia de Bicampeón. A veces deslumbra como murales de Orozco, y a veces subyuga como grafiti pueril en la estación Tetlán del Tren Ligero de Guadalajara.

No es ya el Atlas de las taquicardias, ni de los soponcios. No es el Atlas aquel, en el que cada aficionado rojinegro debía llevar a cada partido a su cardiólogo de cabecera, con una jeringa con epinefrina, y un marcapasos. No es aquel que esperaba al minuto 90 para saber si era un día propicio para matar o para morir. No es ya aquel, el de las bolsas de papel de la ignominia propia y el oprobio ajeno.

“A lo Atlas”, ya no. Ese credo que era una moneda en el aire, girando, oscilando, entre la propensión a la desgracia y la fe escuálida en la dicha. Porque ser Rojinegro, implicaba esa desazón del placer indeciso hacia la tragedia o hacia la felicidad. Con todo el sadismo del rojo, y con todo el masoquismo del negro. “Le voy al Atlas hasta cuando gana”, inmortalizó Ney Blanco de Oliveira, un brasileño que bebió mejores aguas en América y Toluca, pero que al final se compró un jorongo rojinegro, se declaró oriundo de Cocula, y renunció a su natalidad en Santos, Brasil, sin perder la intimidad eterna con O’Rei Pelé.

Getty ImagesJulian Quiñones y el Atlas festejan con Tigres

Hoy, el Atlas hace honor a aquello de Zorros. Ha resistido la salida de Jesús Angulo y de Jairo Torres, y eligió el torneo mismo para hacer su pretemporada. Se metió a la Zona VIP de la Liguilla como tercero, y lo hizo untado de vaselina, con 27 puntos de 51 posibles, y apenas por encima de América (26 unidades), además de ser el equipo menos goleado (15) al lado de Pachuca.

Pero, en la Liguilla, volvió a su versión del Apertura 2021. Sin embargo, se planta con mayor solidez que en aquel entonces. Juega al borde del precipicio ante equipos balanceados, pero es capaz de despedazar a los fortachones de rótulas frágiles, como pasó la noche del miércoles en el Estadio Jalisco. Tres, a los tristes Tigres triturados.

Tal vez Miguel Herrera no vio, o no supo ver, los primeros 15 minutos del segundo tiempo ante Chivas, antes de la expulsión de Jeremy Márquez, en el Juego de Vuelta de Cuartos de Final. Habrá sido, sin duda, el lapso más huracanado de los Rojinegros. Aníbal Chalá, Julián Quiñones y Julio Furch, con el sostén de Aldo Rocha, prometían una masacre caprina. La roja de Márquez obligó a regresar a la trinchera original.

Estaba dicho: los Tigres de Miguel Herrera tienen ataques de desorden. Y el resumidero de esos colapsos, es su zona defensiva, endeble, sin líderes y sin personalidad en la zona central, y cuando el único y púnico bastión es Guido Pizarro, es reflejo de que por tapar un hoyo en el fondo abriste otro en media cancha.

Cuando tus presuntos guardianes son Hugo Ayala, Jesús Dueñas e Igor Lichnovsky, volteas a la banca y están el Chaka Rodriguez y J. J. Purata, y bendices que Diego Reyes esté en la enfermería, queda claro que tienes menos defensas que una vacuna AstraZeneca y ya caducada. Sólo te queda avivar veladoras para que Nahuel Guzmán, no haga una “nahueleada”.

Ciertamente, ante un equipo que defiende mal, al ser el más vapuleado de los ocho primeros (20 goles recibidos), sólo detrás de Chivas (21), y que sólo los postes, y las tembleques piernas cruzazulinas le indultaron en los Cuartos de Final, propiciaron el festín para un equipo experto en ganar posiciones y sembrar desconciertos, con tipos como Chala, Furch, Quiñones, y anoche, aún más, con el reacomodo de Luis Reyes, en funciones del ausente Jeremy.

Además, su primera línea de recuperación sólo recupera aliento para tratar de atacar. Poco y nada estorban Jefferson Soteldo, André-Pierre Gignac, y esta vez Luis Quiñones volvió a sumirse en las penumbras de su irregularidad, mientras contemplaba a su paisano y tocayo deleitarse con travesuras. “Tuvimos muchas oportunidades y las desperdiciamos”, dijo Miguel Herrera, como ha dicho tantas veces, y lo dirá otras tantas más, en cualquier equipo en que esté.

¿Están muertos estos Tigres? Se sabe, los equipos de El Piojo tienen el maldito hábito de salirse de la tumba. Cuando se les quiere hacer la autopsia, se levantan y andan.

Sin embargo, esta vez, va ante uno de los clubes que mejor se defienden, con o sin balón. Si lo tiene, lo malabarea, pero no lo desperdicia. Si no lo tiene, es paciente, resiste, y en el fondo tiene además a Camilo Vargas, nuevamente el mejor arquero de la competencia.

Los bravucones del torneo parecen haberle claudicado en Liguilla a Miguel Herrera. Gignac no ha tenido el aporte siempre oportuno, y a veces empiezan a crujirle los efectos de los 36 años. Mientras, Florian Thauvin no está a plenitud, y Carlos González carga con el trauma de ser irremediable suplente. ¿Soteldo y el Diente López? Enriquecen el folclore de la Liga y de la tribuna felina, pero parecen más soluciones de temporada, que de crisis.

Atlas pues, sin curar la nostalgia por aquel futbol de exquisita etiqueta, ha elegido ser espartano, con el overol en rojo y negro. A su afición, ese espécimen que justifica sin justificar su estoicismo, resiliencia pura, bajo un “no lo entenderías lo que es ser del Atlas”, le basta, de momento, con unirse en ese ritual a su equipo: deshojar las Margaritas que tienen la fragancia de un posible Bicampeonato.

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LOS ÁNGELES -- Hay deudas de honor y deudas de amor. Cruz Azul decidió no saldar ninguna de ellas con Juan Reynoso. La nobleza, en La Noria, murió con Guillermo Álvarez Macías.

Juan Reynoso se equivocó dos torneos en la cancha, eso es incuestionable. Pero, la directiva de Cruz Azul se equivocó dos torneos desde la comodina impunidad e inmunidad de la ignorancia, desde su escritorio. El futbol no es física cuántica, pero requiere, al menos, un poquitito de cacumen.

Cruz Azul sumaba 23 años y medio buceando en ese pantano del fracaso, de la corrupción, de las falacias, de los contubernios. Los hermanos Álvarez Cuevas, donde no hay ningún Abel, sino dos Caínes, se esforzaban por boicotear al equipo para no afectar sus intereses. Uno de ellos está prófugo. El otro, amenaza con regresar para darle el tiro de gracia al equipo.

Juan Reynoso terminó con ese cautiverio del fracaso, con esa calamidad repetitiva de ser el hazmerreír de las finales que jugaba y de ponerle facha y colores al infame verbo cruzazulear.

Entiéndase algo: todo mundo está obligado a ser agradecido, pero nadie debe ser esclavo del agradecimiento. Eso se entiende. Cruz Azul deberá encuadernar en oro la gestión del técnico peruano, pero tampoco encadenarse al servilismo del agradecimiento.

Ciertamente, Reynoso se ayudó poco. Tomó decisiones inexplicables, eligió formas de juego confusas y pareció apostar por cartas equivocadas. Hay partidas de póker que se ganan con ases y otras con doses.

Además, perdió la Semifinal de la Concachampions, que era un objetivo que rayaba en el capricho, y fue eliminado en Repechaje en dos partidos en los que su rival, Tigres, jugó con diez hombres por expulsiones. Y no supo resolverlo.

¿Fue toda su culpa? Absolutamente. Perdió a Charly Rodríguez y a Jesús Corona por lesión, pero ya antes había perdido a futbolistas clave por decisiones ambiciosas de los directivos y negociaciones truculentas de los promotores. De golpe, se quedaba sin Yoshimar Yotún y, además, nunca se llenaron dos boquetes: el de Cabecita Rodríguez y Brayan Angulo, ambos en horas bajas en las ligas saudí y brasileña.

¿Merecía la continuidad? Sin duda, pero él mismo entendía que se había resquebrajado esa relación, que al menos debería ser armoniosa, con la directiva. Desde dentro, el equipo era víctima de microsismos. No todos los jugadores que llegaron fueron elegidos por Reynoso, ni todas las posiciones fueron cubiertas correctamente.

La salida de Álvaro Dávila dejó confusión en todo Cruz Azul. Los que se quedaban eran expertos en la Cooperativa, pero lerdos en futbol. Llegó Jaime Ordiales, pero la antipatía fue más que evidente. “No somos amigos, no nos tomaremos un café”, dijo Reynoso.

Imagínese el campo minado que rodea a Cruz Azul. Muertos y heridos vinculados a la Cooperativa y, encima, el mismo día de un juego clave en Liguilla, aparece, perniciosa y perversamente, desde donde se encuentra oculto y prófugo, Billy Álvarez Cuevas, a soltar una perorata sobre su inocencia, obviamente, con la intención de desestabilizar al equipo.

En tanto, Alfredo Álvarez Cuevas, después de entregar y vender a su hermano a cambio de su libertad, ahora amenaza con recuperar ante la FMF y los juzgados, el control de Cruz Azul. Parece poco probable, pero, con la comprobada prostitución de las leyes en México, todo puede ser posible. Insisto, hay dos Caínes y ningún Abel, y ambos dispuestos a convertir en ruinas el imperio que les dejó su padre.

Además, ocurre la detención de Joaquín Velázquez, el auxiliar de Reynoso, quien terminó siendo declarado culpable desde las ratoneras de Cruz Azul, pero fue declarado inocente por las autoridades mexicanas. Eso, arruinó aún más la relación con el técnico peruano, quien pidió ayuda y solidaridad a sus dirigentes, pero se lavaron las manos con el mismo cinismo y pánico de los eternos Poncio Pilato que pululan por el futbol mexicano.

Entre el recambio del plantel, lesiones y ese tipo de terrorismo tan cruzazulino y extra cancha, parecía imposible llevar a La Máquina a mejor puerto, sin soslayar, como ya se dijo, los errores propios de Reynoso, y sin olvidar que el estilo de juego cada vez se volvía más un reflejo de los miedos que de las audacias.

Roto, pues, el proyecto que tenía aún seis meses más de vigencia y en un divorcio más que anunciado, al que sólo le faltaban fecha y monto de la liquidación, el Cruz Azul no puede equivocarse nuevamente.

Sin embargo, todas esas zacapelas burdas, traicioneras e internas, más el regreso de Carlos Hurtado, sobrevolando La Noria, llevan a pensar que La Máquina está retomando el camino para otros 23 años y medio sin celebraciones.

Hoy, hay inestabilidad extra cancha; Jaime Ordiales quedará supeditado a las decisiones de directivos que han demostrado haber consumido y consumado el Principio de Peter: “Cada hombre asciende hasta su propio nivel de incompetencia”. Los jugadores, en tanto, perciben esas condiciones inquietantes en la institución.

Visto así, hoy, sin duda, Cruz Azul está más cerca de otros 23 años de ayuno, que de llevar una décima doncella a su Sala de Trofeos.

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