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Tigres, ese campeón que 17 aficiones rezongan

LOS ÁNGELES -- León iluminó el torneo regular y es subcampeón. Tigres ensombreció la Final y es campeón.

Alguna vez Johan Cruyff dijo bajo su peculiar y venerada filosofía: ''Los italianos no pueden ganar, pero sí puedes perder frente a ellos''. Tigres, igual. Y León hoy lo sabe.

El 1-0 en la Final de Ida, el 104 de Gignac, ése escribió la historia. Ése, apagó las candilejas del futbol del León.

Ése mismo, encendió las luces de la Sala de Trofeos de Tigres y de la heráldica del Tuca: siete títulos. El cómo no se embellece ni aún con las bellísimas postales de la euforia galopante de su afición.

Marcelo Bielsa clasificaría de simplona la metodología del Tuca y de insuficiente la de Nacho Ambriz, al menos en la Final: ''El trabajo de defender tiene cinco o seis pautas y chau, se llega al límite. El futbol ofensivo es infinito, interminable. Por eso es más fácil defender que crear''.

Ferretti y Tigres levantan el trofeo. El fin, nuevamente, justifica los medios y la dimensión de los miedos. El sufrimiento de vivir agazapado 90 minutos, tiene olor a almizcle, pero, esta vez, también sabor a miel.

En su núcleo felino la fiesta de la feligresía no tiene tiempo para escuchar los rezongos de los fanáticos de los otros 17 equipos, porque, al fin y al cabo, no están invitados al festín. A palabras necias --o sabias--, oídos sordos.

León recuperó la rabia, la enjundia, la adrenalina, el manejo del juego, la superioridad, el dominio, el acoso, pero le faltó la exquisita virtud de la victoria: el gol.

Un plantel tres veces más barato que el de Tigres, se convirtió en la delicia del torneo regular. Incluso ante Xolos. Pero, en la Final, nunca pudo penetrar por ese desfiladero emboscado, angostado, hacia la portería de Nahuel Guzmán.

León construyó tres en posición y posesión para el gol. Tesillo se espanta y falla. A los disparos sin potencia de Meneses y Angulo (de cabeza), el mismo Patón extendió sus extremidades para enviarlos a tiro de esquina.

Los aplausos del torneo, para el León, se exterminaron hasta el silencio, más allá de la generosa despedida, y agradecimiento de su tribuna.

Los refunfuños del torneo para Tigres se prolongaron en la Final, pero guardarán un minuto de silencio, para el respeto que merece el trueno festivo de su afición.

Al final, es la diferencia: el silencio es el cortejo del vencido y el estruendo, por muy regional, por muy vecinal, por muy angustiado que sea, escolta, en este caso, al vencedor.

Salve, al futbol del León. Y que siga a salvo, como recurso, para quien le agrade, las estratagemas de Tigres.

''Ganamos seis trofeos (con el Barcelona), es histórico, pero para la memoria queda siempre la forma, el cómo los conseguimos'', precisaba Josep Guardiola.

Pero, al final, afortunada o lamentablemente, Pep, Bielsa y Cruyff, no le pueden perturbar ni adulterar esa larga y zorruna sonrisa al rostro de Ricardo Ferretti.