LOS ÁNGELES — Se apoderan. Se empoderan. Recluidas por siglos, como flor de invernadero, hoy son bosque, “el” bosque. Raquel Lanseros afirma en Matria: “Pero todo el futuro seguirá agonizando/Hasta que no sea suyo lo que les pertenece”.
Son más infinitas que el universo. Citémonos y sitiémonos en torno al deporte mexicano. Porque en otras biósferas del deporte, hubo un antes y un después con la checa Vera Caslavska en México ’68, o tal vez ocurrió con su heredera, la rumana Nadia Comaneci en Montreal ‘76. Punto de quiebra. Las referencias, marcan las diferencias.
¿Y en México? Ellas, han crecido contra el sistema, a pesar del sistema, en medio de un sistema totalmente machista y misógino. Han abierto esplendorosamente las alas, rehuyendo y huyendo de las jaulas predestinadas.
Flores, pues, con savia de roble, que crecen en el pantano.
¿Dónde comenzó todo? ¿Dónde, en un paraíso donde Eva vive bajo suplicio? ¿Dónde? ¿Dónde se inició esa lid, esa batalla, hasta que, como escribe Lanseros, “sea suyo lo que les pertenece”?
¿Habrá sido con la esgrimista Pilar Roldán la primera medallista mexicana en Juegos Olímpicos, con la plata en México ‘68?
¿O habrá sido en el Mundial Femenil 1971, con México subcampeón, goleando en el camino a Argentina, Inglaterra, venciendo a Italia, para sucumbir ante Dinamarca en la Final ante 110 mil espectadores en el Estadio Azteca? ¿Habrá comenzado ahí, con María Eugenia 'La Peque' Rubio, Alicia 'La Pelé' Vargas, Irma 'La Puma' Chávez, Martha 'La Chispita' Coronado, Lupita Tovar, Eréndira Rangel?
¿O todo comenzó con Ana Gabriela Guevara, colapsando cronómetros, tiempos, atavismos, tabúes, suspicacias, naciendo, creciendo y desarrollándose, en un sistema que trató de reprimirla, mientras ella asombraba a su universo, dominando América, dominando el mundo, colgándose medallas, en una de las pruebas más exigentes y brutales del atletismo: los 400 metros, pero además campeando como una ráfaga rebelde en 300 y 800 metros?
¿O habrá sido Lorena Ochoa, desde el glamour exquisito del golf, pero con una humildad de sangre irreductible, y dominando un mundo ajeno durante 158 semanas como la mejor del orbe, ratificando como otras, como tantas, como siempre, la disciplina del éxito?
Sigamos haciendo equipo y esforzándonos por hacer nuestros sueños realidad e impulsando los de las demás. Ayudar siempre es posible. #8Marzo2022 pic.twitter.com/ATpEvoyS8A
— Lorena Ochoa Reyes (@LorenaOchoaR) March 8, 2022
Dónde y cuándo es importante, pero lo trascendente son las quiénes. Lo importante son todos los después.
No se trata de banalmente medir o sopesar con preseas. El impacto, la trascendencia, y el ejemplo, suelen ser más poderosos que la belleza eterna del sol atrapado en una medalla.
Porque sería una efemérides rota, injusta, no reclutar en el Huey Teocalli (Templo Mayor) a la legión de Coyolxauhquis, guerreras y vencedoras de coliseos majestuosos, olímpicos, mundiales, en una pléyade poderosa con cabezas orgullosamente visibles: Paola Longoria, María del Rosario Espinoza, Soraya Jiménez, Iridia Salazar, Nora Toledano, Paola Espinosa, Aída Román, Karla Wheelock, Lupita González, Belem Guerrero, Alexa Moreno, Angélica Gavaldón, Elsa Ávila.
Por supuesto, si de espartanas hablamos, la historia indeleble de las mujeres en el deporte mexicano, besa la mano, encallecida de esfuerzo, de atletas paralímpicas: Fabiola Ramírez, Rosa María Guerrero, Amalia Pérez, Perla Bárcenas, Leticia Torres, María de los Ángeles Ortiz, Amalia Pérez, Nelly Miranda, Vianney Trejo, en una larga lista de vencedoras.
¿Espartanas? Sí, porque ellas, todas, asumen como propia, como credo íntimo, la expresión de la mujer de Leónidas, la Reina Gorgo: “Regresa con el escudo… o sobre él”.
Hoy todo cambia, aunque nada ha cambiado. Para ellas, para todas, la reflexión de Karla Wheelock, la mexicana que se convirtió en la primera mujer latinoamericana en escalar las cimas más altas de cada continente, sigue siendo un código de fe: “Los montañistas tenemos una frase: tu actitud determina tu altitud. Eres tú y solamente tú quien va a determinar qué tan alto quieres llegar”.
Porque como la misma Wheelock establece, para que cohabiten la humildad, el hambre y el éxito: “Cuando descendemos de una montaña, no tenemos más oro, ni más inteligencia”.
Flores, pues, con savia de roble, que crecen en el pantano.
Y porque sí, porque hoy, luego de siglos de verse recluidas como flor de invernadero, son bosque, “el” bosque. Escrito está en Matria: “Pero todo el futuro seguirá agonizando/Hasta que no sea suyo lo que les pertenece”.