LOS ÁNGELES -- Hoy América está más cerca del taxidermista que del Fénix. Su directiva, hoy, impávida, paralizada, contrita, culpable, ha elegido la pasividad, la inmovilidad de la impotencia. Pasmada por su propio caos.
Festejar un empate sin goles ante otra aberración del torneo, como Chivas, sólo degrada aún más la soberbia del casi extinto #ÓdiameMás. No festina su afición. Ésta, en cambio, resopla, entre la resignación y la abnegación, entre la rabia y su propia impotencia.
Celebran jugadores y directivos del América un empate miserable, porque se consigue con un hombre menos, en un #ClásicoSinColores, que degeneró en un Clásico descolorido. Este autoconsuelo sólo desencadena el autoengaño.
¿Acaso olvidan El Nido y el americanismo sus páginas colosales de epopeyas escritas con un hombre menos en la cancha? Claro, honestamente, ¿cuántos de estos asalariados del miedo que se visten de calzoncillos saben lo que es el americanismo? Son polizones, intrusos, de glorias ajenas. Se salvarán Guillermo Ochoa, Miguel Layún, Santiago Naveda y Jorge Sánchez. No hablo de calidad, hablo, al menos, de ese sentimiento de lactancia en la ubre de Coapa.
¿Quién del resto se proclama hermano de leche y de sangre de los Cuauhtémoc, los Tena, los Aguirre, los Ortega, los De los Cobos, los Jiménez? Y han llegado a ungirse de esa “patria”, renunciando a su origen, los Reinoso, los Benítez, los Hodge, los Zelada, los Zamorano, los Zague. ¿Alguno de los extranjeros que hoy pululan en Coapa podría sentarse a su mesa?
Lo he sostenido durante meses: este plantel del América está plagado de jugadores de medio pelo, moral, profesional y futbolísticamente hablando. Insisto: ¿cuántos de estos titulares del América pueden ser titulares en otros equipos? Acaso Ochoa y Fidalgo, o la vieja versión de Richard Sánchez, y tal vez Pedro Aquino, si alguna vez se recupera de sus males endémicos, pero lo más probable es que viaje a las eliminatorias de Conmebol con Perú, y recaiga.
Hay torpezas de los directivos. Hay torpezas de la dirección deportiva. Ya se ha dicho que compra muy sospechosamente por catálogo. Un dirigente que contrata a un tal Sergio Díaz, porque algún día olisqueó Valdebebas, debe ser cuestionado intelectual, neuronal y financieramente. Pongámosle nombre y apellido: Santiago Baños.
En estos tiempos, no saber o no investigar por qué Nico Castillo no jugaba en Portugal, o por qué Nico Benedetti se lesionaba con tanta frecuencia en Colombia, es negligencia o complicidad de quien los contrata. América no es un equipo que se surta en un tianguis o compre por ramilletes flores marchitas como un Cáceres, o un Cáseres o un Suárez.
Lo de Giovani y lo de Jonathan dos Santos, ya se ha explicado. Llegan ahí por imposición del dueño, en agradecimiento generoso a Zizinho, pero los dos salieron prófugos del Galaxy, por su bajo rendimiento. La mentira detonó en Coapa, pero se maquinaba ya en Carson. Gio fue a complementar el fondo de retiro que había empezado a recibir en Los Ángeles.
Bobalicones habrá que argumenten que Emanuel Aguilera juega con Atlas y Benedetti en Mazatlán. Exacto, jugadores de mentalidad chiquita en equipos chicos, con camisetas ligeras, ligerísimas de responsabilidades. Aguilera fue el peor parche para sustituir a un Jesús Ángulo, pues su fragilidad regresó, al lesionarse y se ha perdido seis de las 10 fechas del torneo.
Dicho estaba que si Miguel Herrera había mantenido en competencia al América, a pesar de los lastres mencionados, y agregando entre los desechables a los Ibargüen, los Roger y los Ibarra, tenía un mérito casi estoico y mártir.
Pero, lo más grave para El Nido se vio en la cancha ante Chivas. Es un equipo desordenado, desorientado y descafeinado. ¿Tiene las credenciales Fernando Ortiz para dirigir, no dos, sino un solo partido al América? Más allá de su oportunismo, bendecido por la incapacidad y la desesperación de su directiva, no parece tener recorrido para semejante tarea. Vamos, Ortiz ni siquiera fue un casual chofer de César Luis Menotti, que a otros encandiló lo suficiente como para encargarle la debacle de Chivas.
Pero, la culpa no es necesariamente de Ortiz, sino de quien lo hizo compadre, sólo por ser, a su vez, compadre afectivo, político y de familias fifí, como en los casos del mismo Baños, y de Emilio Azcárraga Jean.
Por lo pronto, poco hay que enaltecer del América, por rescatar un punto y el plumaje maltrecho de su incursión al Estadio Akron. La reacción de los jugadores fue a puro motor emocional, a puro arrepentimiento, a pura desesperación, a puro instinto de supervivencia.
Si Ortiz se atreve a hablar de figuras tácticas, quedará mas confundido y ridiculizado que un púber con un Cubo de Rubik. El empate no fue una proeza, fue una reacción cínica de estos desfachatados sobrevivientes del salario del miedo.
¿Claudicó ya el América? ¿Es tanto el enfado de Emilio que saltó del Titanic y dejó todo en manos del instinto suicida de Baños y Joaquín Balcárcel? ¿O habrá una sorpresa –inteligente claro—esta semana?
Lejos de coincidir con sus arrebatos ciclotímicos, insisto en que el único entrenador que puede rescatar el torneo para el América, es Ricardo LaVolpe, pero con dos condiciones: un contrato por sólo tres meses y además sin una podóloga en las instalaciones, aunque ya se sabe que esas peculiaridades poco importan en Coapa, o si no recordemos el caso de Renato Ibarra y aquel video para adultos reprimidos, que grabaron Roger, Benedetti, Sánchez y Suárez.
Y sí, Santiago Solari hizo milagros los dos torneos anteriores, con ese plantel de medio pelo, y los refuerzos adquiridos en el mercado negro de la incompetencia. Lo mantuvo en el protagonismo, eso sí, jugando horrible y aburrido, pero, dirían los brasileños, “el que no tiene para perro, caza con gato”. Y los mininos de El Indiecito eran tristones gatos bodegueros y encanijados, que ahí siguen, cobrando más de lo que deben.
Al americanismo, ese bravucón de redes sociales, hoy, sólo le queda la fuga, el escape emocional del #FueraBaños, al darse cuenta que erró, rotundamente, con el #FueraPiojo y el #FueraSolari.
Pero, lo que más debe preocuparle al americanismo, es que su equipo ha dejado de preocuparle a su propietario.