LOS ÁNGELES — La bestia, ¡su bestia!, estará en casa: Estados Unidos. Y Gerardo Martino sabe que está más solo que nunca.
Hoy, incluso desconfía ya de su legión, especialmente de la que llega de Europa, que cosecha elogios en tierras de semidioses del futbol, pero sucumbe en la pagana mediocridad de la Concacaf.
Hace un par de semanas, muy curiosamente, salió una embajada tricolor –trémula e histérica--, a Europa. No iba en ella Gerardo Martino.
Para hablar con algunos jugadores mexicanos, viajaron Gerardo Torrado, Carlos Pecanha (kinesiólogo) y Yon de Luisa, quien apenas pudo desempacar sus sales de baño, antes de regresar presurosamente tras la tragedia –¡que nunca ocurrió!, según él y el gobierno del estado de Querétaro--, en La Corregidora.
¿Por qué sólo ellos y nadie del cuerpo técnico de Tata Martino? ¿Por qué no Jorge Theiler que goza de todas las antipatías de los jugadores por sus desplantes de dictadorcillo? ¿Por qué sólo la preocupada facción mexicana y no la indiferente facción argentina del Tri? Misterios.
Pero, el jueves, Gerardo Martino dimensionará finalmente la rivalidad entre México y Estados Unidos, una animadversión centrífuga, que viene a concentrarse en la cancha, tras desarrollarse en terrenos ajenos, ásperos, sociales, migratorios, financieros, históricos. Eso el Tata no lo asimila aún.
Alguien debió tenderle un paralelismo, simple y complejo a la vez, a Gerardo Martino. Hacerle saber que es como cuando Argentina se enfrenta a Inglaterra, y la bandera albiceleste a media asta suspira y resopla de rabia por Las Malvinas. Claro, Argentina tuvo al Diego (Maradona). Así.
Pero, lo que sí entiende Martino es que tres derrotas consecutivas en partidos oficiales, ante Estados Unidos, dos de ellas finales de la menesterosa Concacaf, eso, lo palpita, lo coloca en la inmediatez del patíbulo. Eso sí lo sabe: una cuarta derrota consecutiva ante EEUU, lo pondría en el primer vuelo a Argentina, con su matera y su liquidación cuantiosa, a ser cubierta en abonitos fáciles. Una vez más, “volver con las frente marchita”…
Después de la derrota en Cincinnati, Martino quiso amortiguar el daño. Sólo ratificó que no sabe dónde está parado: con un pie en la guillotina y el otro en la raya de cal. Esa noche, numerosos aficionados le increparon y lo invitaron, con florido lenguaje tepiteño, a renunciar.
“Estamos jugando una eliminatoria, no es un enfrentamiento personal contra Estados Unidos. Entiendo la importancia por ser un clásico, tener tres derrotas, contra un rival al que todos los mexicanos siempre le quieren ganar”, repeló.
Tal vez para esta cita lúgubre en el Azteca, Martino ya entienda que sí debe ser un enfrentamiento personal con EEUU, y que no sólo los mexicanos, sino también él, por orgullo personal y por millonario salario, debe quererle ganar. ¿O será que la sangre se le coaguló de resignación?
Tras el tercer descalabro ante Estados Unidos, el presidente de la FMF, Yon de Luisa, sacó el cuchillo, de palo, cierto, sin filo, cierto, pero al menos se puso un poquito de cicuta en la lengua antes de emplazar a Martino.
“Estamos dolidos con estas tres derrotas contra Estados Unidos, en México esto no puede suceder, tres derrotas seguidas es algo que no está planteado”, dijo De Luisa, con ese tufo a ultimátum.
El clan de personas y personajes que vive, sobrevive, convive, pervive y se desvive en el entorno de la selección mexicana, coincide en algo: si el Tri empata o gana a Estados Unidos, aún bajo el estandarte del chiripazo, la continuidad de Martino estará supeditada a lo que ocurra, y cómo ocurra, ante Honduras y El Salvador; pero, si pierde, no lo salva ni la Virgen de Luján ni las profanidades de su valet Theiler.
Ha quedado claro que la responsabilidad no es absoluta de Gerardo Martino, pero su índice de culpabilidad es irrefutable.
1.- No tiene la mejor generación de futbolistas. La forma perniciosa en la que pululan jugadores extranjeros de medio pelo, bloqueando la salida de jugadores jóvenes mexicanos, le da pocas herramientas de dónde elegir.
2.- Su lista de vetados, confeccionada bajo el padrinazgo de Yon de Luisa, es una aberración de sus entrañas sensibleras. Alan Mozo, Carlos Acevedo, Javier Hernández, Carlos Salcedo, Erik Lira, y la terquedad de ningunear a jugadores con mucha regularidad en Europa como Johan Vásquez, Erick Gutiérrez y Gerardo Arteaga, pero se encapricha con Rodolfo Pizarro y Jesús Gallardo, y claro, con Funes Mori, aunque estará ausente estos juegos por lesión, dicen, más psicológica que física.
3.- Charlar con Matías Almeyda le sentaría bien, pero ya se sabe, la fatuidad y soberbia de los entrenadores, impide esos acercamientos. El Pelado, en frases dolorosas, pero innegables, dejó en claro que tenía que “trabajar el triple y explicar las cosas tres veces”, para que le entendieran los mexicanos en Chivas. Martino trabaja poco, cuando es claro que el futbolista de la tierra, necesita ser prácticamente hostigado.
4.- Una queja recurrente de Martino, es la falta de intensidad. Grave fue que lo detectó en el primer tiempo ante EEUU en Cincinnati, pero más grave que no supo solucionarlo para la segunda mitad. Y días después, ante Canadá, murió de lo mismo. Sabe qué le duele a su equipo, pero, queda claro, no tiene la cura, ni él, ni su mayordomo Thelier.
Y hay un personaje agazapado. Puede ser el gran aliado o el gran Judas; puede ser su cómplice o su enemigo. La afición regresa al Estadio Azteca. Parte de ella. No estarán los dos mil paleros y patiños reclutados ante Costa Rica y Panamá por Yon de Luisa, que al final, modositos, reprimidos y todo, terminaron pidiendo la renuncia de Martino.
La futurología de la obviedad lo anuncia. Si México no tiene claridad de futbol y de ideas, y EEUU toma el control, la histeria se desatará en el palco de honor y de horror en Santa Úrsula. Sí, #ElGrito aparecerá y reverberará implacable en la tribuna. Por eso le recomiendan a Yon de Luisa, que lo juegue a puerta cerrada. Más vale perder dinero que ganarse una sanción inédita, brutal, implacable de FIFA.
Y, queda claro, si aparece #ElGrito en el Azteca, desaparece el Tata del Azteca y de México.
Y, como ya se adelantó hace más de seis meses, el #PlanB existe y cosecha éxitos dirigiendo a Tigres, y si bien viste sus modales piojosos con Ermenegildo Zegna, Miguel Herrera ya sabe que es el elegido si llega la Noche Triste ante Estados Unidos.
Irónico, porque en noviembre de 2020, se adelantó aquí, la oferta puntual hecha por la FMF al Tata para permanecer hasta 2026. Hoy, ni el borrador de aquel escrito sobrevive.
¿Habrá aprendido Martino, por otra parte, la lección del efecto de la altura en el jugador mexicano que llega de Europa? Justo, según expertos, al cuarto o quinto día, comienza el período crítico de adaptación. ¿Sabrá finalmente trabajarlos y alimentarlos para que su organismo recupere la memoria biológica o reacomode su organismo?
Pero, futbolísticamente, ¿puede México vencer a este EEUU, con ausencias como Weston McKennie y Sergiño Dest? Indudablemente. Jugadores con calidad y recorrido tiene, aunque falta el gran detonante, ese discurso fuerte, esa arenga genuina, de su propia raza. ¿Recuerdan quién dio la arenga final antes del México 1-0 Alemania en Rusia 2018? Lamentablemente, no hay un Rafa Márquez en este contingente descoloridamente Tricolor.
El Tri es tercero en la clasificación del Octagonal Final. Tiene los mismos 21 puntos que Estados Unidos y está a cuatro de distancia de Canadá. Además, está también cuatro unidades encima de Panamá. El boleto directo está cerca, pero la amenaza del repechaje no está tan lejos.
Después de Estados Unidos, México se mete al infierno de San Pedro Sula, y recibe en el Estadio Azteca a El Salvador. Ambas selecciones centroamericanas están eliminadas, pero ambas hacen suyo el antiguo estribillo de “al Mundial no vamos, pero a México le ganamos”.
Días vienen, pues, de tensión y atención. Si #ElGrito se materializa en el Estadio Azteca, Martino se evapora ahí mismo, y Miguel Herrera plancha sus talla 42 con rumbo a Honduras.