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¡Gracias Armando Galarraga!

La noche del 2 de junio de 2010 quedará por siempre en mi memoria. No porque haya podido ver a un venezolano lanzando un juego perfecto. Todavía recuerdo la emoción que me produjo el juego sin hits ni carreras que consiguió Wilson Álvarez en 1991, apenas en su segunda salida como abridor en las mayores. Pero lo de anoche fue diferente.

Parece mentira, pero después de un inicio de temporada con dos juegos perfectos (Braden y Halladay), el juego sin hits de Ubaldo Jiménez y tantos pitchers que acariciaron un no-hitter (Sabathia, Matsuzaka, Garza); la hazaña en sí de Armando Galarraga me impresionó, cierto, pero lo que me conmovió realmente fue todo lo que vi después de la jugada que debió ser el out 27.

Cuando escuché las palabras de Armando en el clubhouse, después de que injustamente le arrebataran de las manos la hazaña más grande que puede conseguir un lanzador, se me aguaron los ojos. Ahí estaba, con la misma sonrisa con la que terminó su obra maestra y disculpando al hombre cuyo error le alejaba de los libros de la historia.

"En este instante él se debe estar sintiendo peor que yo", dijo Galarraga sobre el árbitro Jim Joyce quien, momentos antes, había acudido al encuentro del lanzador venezolano para disculparse por su falla. Y Armando continuó mostrando su nobleza ante los micrófonos de los periodistas que cubrieron el juego. "Nadie es perfecto… todos somos humanos y a veces tomamos decisiones equivocadas… yo lo entiendo".

Galarraga prosiguió a describir el momento en el que Joyce le mostró su arrepentimiento. "Él tenía los ojos llorosos… no tuvo que decir mucho, su lenguaje corporal hablaba por él… sólo nos dimos un abrazo".

Sus compañeros parecían sentirse más frustrados que el propio lanzador. Miguel Cabrera se llevaba las manos a la cabeza. La misma reacción tuvo desde el dugout Justin Verlander, el último lanzador de los Tigres en lanzar un no-hitter. Después del último out, el receptor Alex Ávila subió a la lomita y abrazó a Galarraga que lucía desconsolado.

"Mis compañeros me apoyaron… celebramos como si lo hubiera conseguido", dijo el cumanés.

Y cerró con una frase que jamás olvidaré. "Yo sé que lancé un juego perfecto y algún día se lo voy a mostrar a mi hijo… quizás no esté en los libros pero yo le voy a decir a mi hijo: hey, una vez lancé un juego perfecto… puede que no esté en los libros pero le mostraré el CD".

Por eso hoy no quiero concentrarme en el error de Jim Joyce, ni en la necesidad de ampliar el uso de la repetición instantánea en el béisbol. Prefiero recordar este día por la nobleza de un venezolano que, cuando las circunstancias parecían darle el derecho a reaccionar de manera agresiva, nos dio a todos una lección grandeza humana.

¡Gracias Armando!, me recordaste que no es por los no-hitters, los golazos o los records que amo el deporte, es porque a veces, sólo a veces, saca lo mejor de la esencia del ser humano.