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Estremecedor inicio de Liguilla, a pesar de la carroña arbitral

LOS ÁNGELES -- Intensidad. Drama. Rabia. Vehemencia… y dos empates. Así arrancó la Liguilla del Clausura 2022, con Pachuca y América sofocados, pero vivos, y con San Luis y Puebla exudando la sensación herida de haber sido saqueados.

San Luis 2-2 Pachuca. Puebla 1-1 América. Las series quedan abiertas, pero Tuzos y Águilas reparten cartas y eligen fichas; serán locales y tienen la ventaja de su posición en la tabla. Nada está escrito, pero ellos tienen la pluma y el tintero.

Cuidado, sin embargo. Recibieron Pachuca y América una poderosa y escalofriante advertencia: este San Luis ya no es el juguetito piltrafa de otros años y este Puebla, con tanta sangre sudamericana, juega la Liguilla descarnadamente encarnizado, como si fuera una Copa Libertadores.

Dos partidos de cierres espectaculares. Exultados y exaltados por la devoción inquebrantable de los cuatro equipos, pero mancillados de manera grotesca y sospechosa por decisiones arbitrales.

Recuérdese que, desde hace dos liguillas, quedó comprobado que hay una orden tajante para favorecer el espectáculo siendo menos quisquillosos con el reglamento y con las tarjetas rojas. Es decir, no se trata de proteger el futbol sino el negocio.

Desde el Clausura 2021, los réferis tienen órdenes puntualmente claras: no arruinar el circo televisivo, aunque ellos sean el pan envenenado de la fiesta. Carroñeros de su propia carroña.

1.- Oscar Mejía perdona dos rojas que en el torneo regular eran muy baratas. Una para un magnífico jugador como Kevin Álvarez y la otra para un casi fósil como Rubens Sambueza, quien tiene un historial de violencia dolosa en el futbol mexicano.

2.- Luis Enrique Santander tuvo de repente una prudencia que no tiene en el torneo regular. Cuidaba las amarillas que sabía después debería convertir en rojas. ¿Fuera de lugar en el gol del empate del América? En la viciada, torpe, confusa, mezquina y casi delincuencial forma en la que se manipulan los ajustes a la regla, Santander decidió salvar el pellejo y validar el remate incuestionable de Sebastián Cáceres pese a la posición de Bruno Valdez.

Insisto, los árbitros en el futbol mexicano han sido obligados a pasar de jueces a alcahuetes de las urgencias mediáticas y de rating en torno a esta Liguilla y ellos, con tal de seguir en la nómina de los mimados de Arturo Brizio, obedecen ciegamente. Ya no sólo es Alí Babá y sus 40 ladrones sino La Celestina y sus 40 suripantas.

Pero, soslayando esta confabulación contra el reglamento con los árbitros como títeres, los dos encuentros del arranque de Liguilla rebasaron las expectativas.

La pregunta obligada es, ¿por qué demonios esa pasión, esa fogosidad la reservan durante 17 semanas y sólo la ofrendan en Repechaje y Liguilla?

1.- A Pachuca se le levantó el occiso del fondo de la tumba. Esos 15 puntos de diferencia en la tabla respecto a San Luis quedaron, como debía ser, como una anécdota insulsa.

Los potosinos, desde que el hijastro incómodo, Alberto Marrero, dejó de meter las manos en el equipo, éste se ha transformado. Es un plantel virulento, suicida casi. Pachuca sufrió cuando se dio cuenta que no bastaría sólo con ese futbol pulcro, generoso, vertical y agresivo, aunque tuvo dos veces la ventaja, pero al ‘94, Juanma Sanabria hizo el 2-2.

2.- Nicolás Larcamón encontró la cura contra el Alzheimer futbolístico que se había apoderado de sus jugadores. Aprovecharon las licencias arbitrales, porque la lesión a Federico Viñas era roja y penalti y en el VAR, según ha dicho Miguel Herrera, prefirieron “tragar tortas y chelas” antes que aplicar el reglamento. ¿Será por eso que decidieron ni siquiera revisar el gol de la igualada americanista?

Encomiable lo de ambos equipos. Un Puebla a pura testosterona y licencias de futbol ante un América que debió alterar toda su cartografía futbolera con las lesiones de Viñas y de Richard Sánchez.

Por eso, más allá de la mezquindad perversa de la jauría arbitral, los dos encuentros de este miércoles retribuyeron las expectativas y la expectación que desataron.

Insisto, América y Pachuca se columpian en una soga delgada y frágil, como lo es el jugar de locales y la ventaja en la tabla. Hoy, técnicamente estarían clasificados a Semifinales, pero hay un trámite pendiente, esos 90 minutos de la vuelta ante dos equipos que tienen la misma hambre voraz de victoria.

Por eso, lo mejor de los encuentros de este miércoles es que inflamaron el suspenso y el misterio para los partidos de vuelta con, sin, y a pesar del arbitraje.