LOS ÁNGELES -- Los japoneses lo llaman “ijirashi”. Es el sentimiento de disfrutar el éxito ajeno, en proporción directa a la adversidad sufrida y al esfuerzo necesario. Ocurre poco en México, y menos en su futbol, de acuerdo con la metáfora de la cubeta y los cangrejos.
Ricardo Cadena fracasó con Chivas. Recuérdese, la palabra fracaso fonéticamente asusta, indigna, consterna. Pero, por definición, el fracaso, es no cumplir un objetivo. Y un fracaso, o muchos, no convierten a nadie en un fracasado.
Pero Cadena fracasó. Irrefutable. Sin embargo, generó esa sensación, esa, la de “ijirashi”. Claro, no ha sido el único. Su interinato y el de Fernando Ortiz generan esa misma percepción. En medio de la desconfianza de todos, han llegado más lejos de lo previsto.
Por lo pronto, Cadena se ha ido a la quietud de unas vacaciones ante el silencio inquietante de Ricardo Peláez y Amaury Vergara respecto a su futuro. Versiones aseguran que buscan técnico por otros horizontes y que ofrecerán al ex interino ser auxiliar de quien llegue. Se habla del uruguayo Diego Aguirre, cuyo promotor es representante también de al menos 11 jugadores rojiblancos. Un arma de doble filo.
Evidentemente, en la larga cadena de fracasos de Peláez y Vergara, con más de 50 millones de dólares invertidos, cuatro entrenadores, muchas promesas incumplidas, y más plegarias y jaculatorias que triunfos, esta vez pretenden no equivocarse.
Tal vez habrá llegado el momento de planear de otra manera. No pretender solucionar hoy los errores de ayer, sin prever los inevitables errores de mañana. Y Cadena puede ser parte de esa solución, pero, sin ser el técnico del equipo.
Chivas tiene un nombre. Tal vez, mediáticamente, no rebasa en planos internacionales al América, pero se le toma como un referente del futbol mexicano. Habría llegado el momento de aprovecharlo.
La mesa de Futbol Picante debate sobre la 'paciencia' que le han tenido a Ricardo Peláez.
Acompáñeme en esta fantasía, posible no sólo para Chivas, sino para cualquier club. Por ejemplo, en su momento lo intentó, pero de manera casi pueblereina, el Pachuca con Gabriel Caballero, quien al lado de Chaco Giménez y Gerardo Mascareño ha dado la sorpresa en Mazatlán.
Hoy, seguramente, Chivas está en condiciones de separar a Cadena del equipo, pero no de la institución. Súmese a esta utopía. Si no lo convenzo, igual, un fracaso más en este Blog que tiene menos seguidores que puntos el equipo de Juárez, no va a doler.
Chivas debe ofrecer a Cadena un contrato generoso por tres años. Y enseguida, exiliarlo. Agenda en mano, organizar para el incipiente entrenador un tour de aprendizaje, de desarrollo, de capacitación por un año. Y que para algo sirva esa supuesta habilidad diplomática de la FMF.
Vamos, iniciar en Países Bajos, aprovechando la relación con Hans Westerhof y Dennis te Kloese, y permitir que Cadena observe, en primera fila, los trabajos generales del PSV y del Ajax, muchos de los cuales se instruyen en inglés.
Y después, continuar la gira. Un mes en el City de Guardiola; otro más en el Liverpool de Klopp; otro más en el Brentford de Thomas Frank, y después migrar a España, becado un mes con el Barcelona de Xavi; otro en el Madrid de Ancelotti, en el Villarreal de Unai Emery, y en el Atleti de Simeone. Y de ahí, migrar al Bayern de Nagelsmann, y al Friburgo de Thomas Reis.
Un mes en cada uno de estos clubes, viviendo entrenamientos y juegos, charlas tácticas, reclutamiento de futbolistas, y trabajo de fuerzas básicas. Queda claro que no le van a enseñar a Cadena todo lo que ellos saben, pero también dependerá de él, de su capacidad de absorber, almacenar y catalizar después con el jugador mexicano, las experiencias.
Héctor Huerta considera que la llegada del estratega argentino ha cambiado considerablemente 'el chip' dentro de Atlas desde que tomó el banquillo.
Además, es fácil imaginarse el impacto en la personalidad del entrenador. Diferentes métodos, diferentes disciplinas, diferentes competencias, diferentes exigencias, y hasta diferentes idiomas, hábitos e idiosincrasias. Al cabo de ese año de becado, Chivas tendrá a un entrenador bruñido, formado, fortalecido.
En su segundo año de contrato, Cadena deberá empezar a aplicar en el club y su estructura lo aprendido. Y al arrancar el tercer año de su contrato, entregarle de nuevo al Guadalajara. Y mientras se vive esa metamorfosis, ya Chivas deberá enviar a otro prospecto de entrenador a otra gira de capacitación similar.
Cierto, habría detalles específicos por solucionar, principalmente la familia. Enviar a un tipo de 53 años durante un año a semejante periplo, no será fácil, pero, a final de cuentas, habría que confiar –alguna vez–, en ese supuesto lema de OmniLife: “Gente que cuida gente”.
Obviamente, este proceso implica inversiones millonarias, pero en un equipo que ya ha gastado millones de dólares sin ir más allá de fracasos reincidentes, habría llegado el momento de buscar otra ruta, otro camino de desarrollo.
E insisto, podrían hacerlo varios clubes de la Liga MC con poder económico y con nexos internacionales, como los antagonistas grupos Pachuca y Orlegi, sin descartar a Pumas, Cruz Azul, Tigres y Rayados.
Cierto, habría que ser muy precisos en la elección del o los entrenadores que se sometan a este periplo, que puede parecer un año sabático y turístico, por eso sería necesario elegir a tipos responsables y comprometidos.
¿Y si no funciona con uno? Pues, insistir con otro, y otro más. El fracaso no es un punto final, son puntos suspensivos.
Queda claro, por supuesto, que en un futbol donde impera la inmediatez, la urgencia, las presiones, hay poco tiempo, devoción e inteligencia para la planeación. Por eso, hablaba de este proyecto como una fantasía, como una utopía, que etimológicamente en griego significa “lugar que no existe”.
Y no se preocupe, que, seguramente, así como en su cabeza se gestan cuestionamientos y hasta algún “este tipo está loco”, lo mismo pasará con algunos directivos mexicanos que de carambola se enteren de esta quimérica y obnubilada ocurrencia.
Al final, todos tenemos derecho a ser así de tontos en situaciones asíntotas, es decir en creer que una ilusión y una realidad puedan llegar a juntarse.