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Yon de Luisa, como el Chapulín Colorado, pero sin Chipote Chillón

LOS ÁNGELES -- Letanías del lamento. “El Mundial es otra cosa”. “Hemos tenido malas eliminatorias y buenos (¿?) Mundiales”. Son reflexiones de ex seleccionados mexicanos, de corifeos del Tri y de quienes no se bajan del presupuesto de la Federación Mexicana de Futbol.

Encima, Yon de Luisa, presidente de la FMF los capitanea, como Flautista de Hamelín, en la procesión al holocausto para tender una densa cortina de humo tóxico que, para su infortunio, ya no la aspira ni la consume el aficionado mexicano.

“El proceso de clasificación se juega de una manera, la preparación de otra, y en el Mundial también, y ahí es donde vamos a poner lo mejor de cada uno de nosotros”, enfatiza Yon de Luisa para justificar las tres humillaciones y el angustioso empate ante Estados Unidos.

Con la anuencia del añoradísimo Roberto Gómez Bolaños, “todo estaba fríamente calculado” por De Luisa. Sí, a Yon sólo le falta el Chipote Chillón para completar el elenco del mimo universal, El Chapulín Colorado.

Escudarse en la fragilísima excusa de que el Tri ha soportado peores eliminatorias y aún así ha tenido “grandes Mundiales”, como asegura uno que otro pasmarote ex seleccionado mexicano, respaldando –con sabe Dios que monetarios intereses, a De Luisa--, es refugiarse en tres mentiras.

1.- DESMEMORIADOS…

Cuando las eliminatorias tuvieron en verdad las alarmas encendidas y una histeria en la FMF, digna de cucarachas en quemazón, se tomó una decisión drástica: un cambio de entrenador. Ocurrió en los procesos para Corea del Sur-Japón 2002, Sudáfrica 2010 y para Brasil 2014.

En 2002 y 2010, el bombero atómico, Javier Aguirre, desembarcó de España para llevar al Tri-tánic a puerto seguro. En 2014, Miguel Herrera armó un híbrido de América (el músculo) y León (el cerebro), y aplastó a Nueva Zelanda.

Aquellas fueron crisis de resultados. Hoy, hay una severa crisis de futbol, de rendimiento, de competitividad, de credibilidad.

A México no lo clasificó el Tata Martino, sino la miseria de Costa Rica, Panamá, Honduras, El Salvador y Jamaica en el Octagonal. Un poco más, un poquito más de estos cinco seleccionados y el patíbulo ya se habría accionado.

En aquellas tres ocasiones, la única manera de salvar el negocio fue tomar decisiones, drásticas, pero fundamentadas, claro, más en el sentido común que en la inteligencia. Esta vez, Yon de Luisa elige una tolerancia suicida. Y recuerde: “No contaban con mi astucia” y “todo estaba fríamente calculado”.

2.- ¿“GRAN MUNDIAL”?

Establecer que una pobre eliminatoria conkakafkiana garantiza un “gran Mundial”, equivaldría a que, entonces, una gran eliminatoria garantizaría una mucho mejor participación en el Mundial. Obvio, tampoco ha sido así. El portal del multiverso hacia el Paraíso del Quinto Partido sigue oculto para el Tri.

Ricardo LaVolpe hizo una sólida clasificación bajo el lema de “pasamos caminando”, más allá de que –él mismo lo aceptó--, debió regalar --amañadamente-- el último juego de esa eliminatoria, ante Trinidad y Tobago, para mantener feliz al dictador del área, Jack Warner.

¿Y en el Mundial? Una fase de grupos calamitosa, clasificando de caridad ajena, luego de vencer a Irán, empatar con Angola y perder ante Portugal. Las memorias se constriñen estrictamente a la épica ante la Argentina de Pékerman.

¿Rusia 2018? Más allá de las llamadas de atención en la Copa Oro y en la Confederaciones, y las histéricas indisciplinas de Osorio, la victoria ante Alemania, su peor versión de la historia, terminó por ser un consuelo histórico, para ocultar los bochornos ante Suecia y Brasil, ya con el equipo en ruinas al interior por la rebelión de las “Divas Rubias”.

Claro, ninguno de los bomberos cambió la historia. Javier Aguirre cometió errores en la selección de jugadores en ambos mundiales, tanto en el listado como en la cancha. Y a Miguel Herrera se le vino encima la crisis de ampollas de Giovani dos Santos, el fallido ingreso de Javier Aquino y la lamentación del “no era penal”.

3.- ¿Y EL QUINTO PARTIDO?

Éste es el caso más grave de amnesia, o de escapismo, o de fingir demencia, en el caso de Yon de Luisa. Antes de tomar una decisión entre 24 candidatos al Tri, el presidente de la FMF había establecido que se trabajaba con detalle y de manera minuciosa para encontrar al técnico ideal que llevara a México a ese tan anhelado y cada vez más lejano, Quinto Partido.

Cuando salió humo blanco del anafre negro de la FMF, De Luisa estaba seguro de no haberse equivocado. “Gerardo Martino tiene cuatro años para llegar lo más fuerte posible a Qatar”, dijo el día de la presentación del Tata. Y agregó: “El hacer (Martino) una Selección que juegue bien nos va a acercar a las metas que todos tenemos (Quinto Partido)”.

En los últimos dos años, el término “Quinto Partido”, parece vetado en los discursos de Gerardo Martino y Yon de Luisa. Ya la gran proeza se había consumado: clasificar al Mundial en la zona que para FIFA es el Tercer Mundo del balompié, dicho y sostenido por años, por Joseph Blatter.

Ahora resulta que el objetivo primordial para el cual se contrató a El Tata, ya tratan de ocultarlo, de relegarlo, de vetarlo, de convertirlo en un tema tabú, en un asunto prohibido.

Claro, ya no se habla del muerto y menos en presencia de los padres de la criatura y autores del infanticidio.

Sí, de repente, ese protocolo huidizo, cobarde, escapista, de la amnesia para el autoengaño, es el estado fetal en que más conviene refugiarse a todos los que, sin estar convencidos, auguran un imponente Mundial de México en Qatar 2022.

Dicho está: el autoengaño es, al principio, un maternal y cálido refugio para el fracaso, pero después se convierte en un lúgubre calabozo. Ahí, están metidos Yon de Luisa y todos sus corifeos.

¿Y el aficionado? Hay un proverbio que sentencia: “Nos vendan los ojos, en lugar de las heridas, y nos creemos curados”.