LOS ÁNGELES — Gerardo Martino vive bajo delirios, bajo alucinaciones de su propia manufactura. Sin embargo, México, futbolísticamente, rueda cuesta abajo.
Caos ante Uruguay; suertudote ante Ecuador; trompicado ante Surinam, y sufriendo ante Jamaica, que terminó séptimo en ese Octagonal, con 11 puntos de 42 posibles.
Antes de este periplo de dos amistosos y dos oficiales de la Liga de las Naciones, Gerardo Martino charló con Carlos Hermosillo, para Telemundo. Es una joya. El técnico habla de chiqueadores, linimentos y aspirinas, para resucitar a un equipo que se revuelca entre el quirófano y la morgue.
El Tata se escurre en un estado de escapismo, de evasión, reflejo claro de la impotencia. Él sabe que ya no puede, pero se miente sobre su propia incapacidad.
Esa charla ocurrió antes de esta gira casi siniestra en resultados y en funcionamiento. Y en ella Martino se encomienda a la suerte, que le ha dado la espalda, y a los milagros, esos que se consigue con trabajo y esmero, y que él ya ha perdido.
En un momento, Martino explica que cuando selecciona futbolistas para el Tri, lo hace pensando en la dimensión de los desafíos. Sintetizando, puntualiza que, por ejemplo, busca al Virgil Van Dijk versión mexicana, para someter a Di Maria, Mbappé o Neymar, por citar ejemplos. Así de grave el delirio, la alucinación, el autoengaño.
Reconoce, sin embargo, el deterioro calamitoso de su equipo. De un ilusionante 2019, a un trémulo 2020, hasta un 2021 de terror, que alargó su lúgubre horizonte hasta los seis meses de curso en 2022.
Lo irónico, es que, en esa entrevista con Hermosillo, Tata Martino quiere hacer creer que tiene todo bajo control; que confía en restañar heridas y en enderezar a un frágil navío que sólo garantiza el naufragio. Se refugia en el útero de sus propios delirios.
Tras esas palabras, cargadas de fe y de esperanza, la realidad saltó abruptamente en esta gira veraniega de poco provecho, muchas deudas, muchas dudas, y ningún síntoma de recuperación.
Horas antes de enfrentar a Uruguay, Martino sostuvo que “hemos trabajado diez días muy provechosos”, y sostuvo que el equipo, anímica, futbolística, táctica y emocionalmente, estaba en un gran momento para los cuatro encuentros inmediatos. Otra vez, el autoengaño.
Sin embargo, tras el 1-1 ante Jamaica, queda claro que luego de más de tres semanas que tuvo a un Grupo A y después a un Grupo B, la Selección Mexicana, en sus dos versiones, mostró el mismo desorden, la misma pobre autoestima, la miserable disposición, y una tacaña dignidad, desde la humillación ante Uruguay, hasta la decepción ante Jamaica.
Si Martino sostiene que el estilo de juego, la pretensión futbolística, el proyecto táctico, se mantienes inalterables, queda claro, que su doctrina es el caos y el desorden, porque así comenzó y así terminó esta excursión.
Claro, el futbolista es responsable. Claro, no se le puede eximir de su participación en el caos. Pero, claro, cuando el técnico se equivoca, el jugador con personalidad, valor y dignidad, asume el control del equipo.
Y si estos jugadores son, a juicio de Martino, lo mejor de lo que dispone, entonces, además de mediocres y pobretones de futbol y de espíritu, despliegan un insultante cinismo. Quienes han comparecido a conferencia de prensa, entre ellos Héctor El Guapo Herrera, han juramentado que saldrían a matarse a la cancha por El Tata. Hasta hoy, desde mediados de 2020, queda claro, han salido a la cancha a matar a El Tata. Una coalición suicida, kamikazes accidentales.
Parece que a estas alturas Gerardo Martino es inamovible. Ya se lo habíamos explicado aquí hace meses: Yon de Luisa lo respalda “a muerte”, porque sabe que es también su bote salvavidas. Si el Tata se va, su beca también se acaba como presidente de la FMF.
Y hace dos semanas, le explicábamos aquí también que ya hay un hombre pujando por una decisión drástica en el Tri, al frente de dirigentes irritados, y que se han convertido en fiscales del mismo De Luisa.
Alejandro Irarragorri le saca brillo al milagro por duplicado que consiguieron él y Diego Cocca con el Bicampeonato del Atlas. Por esa animadversión, estrictamente, Martino se niega a convocar a jugadores de los Rojinegros. Yon de Luisa le ha advertido que sería darle armas al enemigo, y echarse paladas de tierra sobre su propia tumba.
Será, este nuevo póker de ridículos de Tata y el Tri, el que derrame, en cuestión de días, la sensible y frágil paciencia del dueño del tinglado, del amo del tablado, Emilio Azcárraga Jean. No se extrañe.