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El último grito del tenis

Nadal logró su 8° título de Grand Slam, frente a Berdych AP

LONDRES -- Si el triunfo o el desastre no te imponen su ley y los tratas de la misma manera, como a dos impostores...
Este el mensaje que los protagonistas de cada partido ven antes de entrar a la cancha central en el All England Lawn Tennis and Croquet Club. Es tan solo un fragmento del poema "Si" de Rudyard Kipling. Es una frase que contiene la explicación de la vida misma y no solo la de los deportistas.

No se cuantas veces lo haya leído Rafael Nadal, con toda la energía que irradia antes de cada partido pareciera que en lo único que está pensando es salir a devorarse a la resistencia.

Y eso es precisamente lo que ha venido haciendo sobretodo en las canchas de tierra batida en el continente viejo.

El valor y peso de Rafa en esta superficie todos los conocen y lo valoran, pero desde mayo pasado en el principado de Montecarlo el peninsular se superó a si mismo. Al mero estilo de Elliot Ness, fue intocable. Fue el primer jugador en la historia en adueñarse del Grand Slam Rojo en el mismo año, que es ganar los cuatro torneos sobre arcilla mas importantes del mundo (Montecarlo, Roma, Madrid y Roland Garros).

Obtener los cuatro grandes a lo largo de una carrera fue el sueño para jugadores de la talla de Jaroslav Drobny, Guillermo Vilas, Ivan Lendl y Gustavo Kuerten. Rafa además de conquistarlos, liquidó literalmente a la oposición: disputó 53 sets, perdió sólo dos, su dominio fue tal, que en 23 de ellos cedió dos o menos juegos.

Cuenta con apenas 24 años de edad y hay quienes piensan que ya puede ser nombrado junto con Bjorn Borg como los más grandes de la historia sobre canchas de polvo de ladrillo.

En la arcilla la velocidad de la pelota disminuye en un 39 por ciento después del bote y este es un pique alto en términos generales por lo que el tiempo de reacción es mayor para el jugador. Se necesita mayor resistencia física y se trabaja más el punto. Difícilmente se definen los tantos con un solo tiro. El contraste más drástico a lo que ocurre en Paris está 365 kilómetros al norte en Londres.

La pelota en las canchas de pasto de Wimbledon bota mucho menos y con mayor rapidez. Después del pique solo se pierde un 30 por ciento de velocidad y se requiere de mayores reflejos para contestar sobretodo el saque. En el All England Lawn Tennis Club el servicio es un arma letal.

La adaptación de un evento al otro toma tiempo, para muchos esta situación es frustrante, y por mas que trabajan para acondicionarse nunca lo dominan.
Como buen matador, vive en la tierra roja, pero también pese a las discrepancias entre los dos pisos, se ha acostumbrado a no resbalar, a usar a su saque como arma, aprendió también a volear y ser más agresivo.

El año pasado no pudo defender la corona de Wimbledon por la lesión crónica en las rodillas, pero este año volvió para defender y retomar lo que le habían quitado. En la 2da y 3era ronda demostró lo completo que es, con Robin Haase y Philip Petzscher estuvo dos sets a uno abajo. De cuartos de final en adelante se enfrentó con rivales que aparentemente salían beneficiados por su tipo de juego, tremendo saque, potencia y velocidad desde el fondo. A Robin Soderling poco a poco lo disminuyó, a Andy Murray lo liquidó en sets corridos y al tumba gigantes Tomas Berdych –le ganó a (1) Roger Federe y (3) Novak Djokovic- le quitó el deseo de triunfo al nulificar su servicio y para el regocijo de Pitágoras volvió a encontrar los ángulos más improbables, claro para los mortales.

No está mal el ¨arcillista de manacor¨: consiguió consecutivamente el doblete más difícil del tenis además de el Grand Slam Rojo. Todo en el mismo año, a eso sólo se le puede llamar la Tormenta Perfecta.