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El Mundial, al Congreso

BUENOS AIRES -- La Copa del Mundo de fútbol es uno de los pocos acontecimientos capaces de revolucionar la vida cotidiana de una nación. Es, sin dudas, el evento deportivo más importante del planeta y cada ámbito del país en el que se desarrolla se ve invadido por su presencia. Es un lugar común la frase "el mundo se transforma en una pelota" durante el mes mundialista, sin embargo no deja de ser una realidad. En ese contexto, el país anfitrión pasa a ser el centro mismo del universo durante varias semanas.

Desde 2007 Brasil vive atravesado por el Mundial. Ese año la FIFA decidió darle la
organización al estado más grande de Sudamérica, que pasó a tener en el torneo futbolístico
más importante de todos una de sus principales preocupaciones. Por eso, el gobierno hoy liderado por Dilma Rousseff envió hace algunas semanas al Congreso el proyecto de la "Ley General de la Copa del Mundo 2014".

El ministro de deportes, Orlando Silva, afirmó que la ley representa el último compromiso
institucional en respuesta a las exigencias de la FIFA. El Comité organizador y el estado
esperan la sanción completa para antes de fin de año, aunque los debates son cada vez más extensos y eso podría no suceder.

El proyecto contempla la realización de la Copa Confederaciones 2013, la protección a los
símbolos oficiales de la FIFA y castigos para quienes falsifiquen productos licenciados y/o
entradas a los partidos. Además, establace que el precio de las localidades será fijado por la
Federación Internacional de Fútbol, que también será responsable de venderlas.

Este último apartado es uno de los más polémicos, ya que se habla de un precio mínimo de 200 reales, una suma inaccesible para los sectores populares de Brasil. Además, varios
legisladores afirmaron que deben existir tarifas especiales para estudiantes y ancianos.

Otro artículo establece la facilitación en la concesión de visas y permisos de trabajo para
extranjeros de la FIFA o de empresas ligadas a la federación internacional. Además, contempla
la posibilidad de crear tribunales especializados para el procesamiento y juzgamientos de
causas relacionadas al evento.

Uno de los pocos artículos en el que casi todos se mostraron a favor tiene que ver con la
posibilidad de declarar feriados en cualquier día que la competición lo requiera. Es decir que el gobierno federal, los estados brasileños y los municipios estarán en condiciones de decretar asueto si hay algún partido cuya importancia lo justifique.

Otro de los puntos que despierta más objeciones es el que garantiza a la FIFA como titular
exclusiva de todos los derechos relaciones a imágenes, sonidos y cualquier forma de expresión.
Al respecto, el senador Randolphe Rodrigues, del Partido Socialismo y Libertad, calificó como
"absurdo" que se impida a los brasileños hacer escritos y dibujos en muros con mensajes
sobre el Mundial.

El opositor Demóstenes Torres, del partido Demócrata, alertó que la ley convertiría al
gobierno en "subsirviente de la FIFA", mientras que los diputados Renan Filho y Vicente
Cândido -presidente y relator de la comisión general- admitieron que la ley debe sufrir
modificaciones antes de ser sancionada.

Otro de los legisladores que se mostró en contra del proyecto es el líder del bloque del
PPS en la cámara baja, Rubens Bueno. El diputado del Partido Popular Socialista se retiró del
recinto uno de los días en los que se trató la nueva legislación tras afirmar: "Me retiro de esta payasada". Además, acusó a Renan de intentar "blindar el robo del deporte".

Una de las voces más autorizadas para opinar acerca de esta ley es la de Romario, diputado oficialista. El ex astro afirmó que "la FIFA no puede mandar en nuestro país" y coincidió con su colega José Rocha, del Partido de la República, quien dijo: "no podemos permitir que se cree el estado FIFA dentro del estado brasileño".

En suma, la sanción de esta ley despertó grandes polémicas en el Congreso brasileño. Los opositores al gobierno del PT utilizan los problemas organizativos de la Copa del Mundo para criticar a Rousseff y, sobre todo, al cuestionado ministro de deportes Orlando Silva. Lo cierto es que Brasil debe aprovechar los próximos dos años para terminar de preparar el país para una fiesta popular que no sólo se vivirá en Sudamérica sino también en todo el mundo.