Después de todo, Kendrick Perkins es como siempre lo imaginé.
Detrás del corpulento e intimidante jugador (6-10, 270 libras) que entra a defender la zona pintada del Oklahoma City Thunder como si su vida dependiera de ello, hay un caballero afable y humano que se ganó el cariño de la fanaticada de su antiguo equipo, como lo demostró el martes en su primer partido frente a los Boston Celtics.
En su primera visita al TD Garden desde que fue cambiado en febrero, Kendrick tuvo un emotivo encuentro con sus antiguos compañeros y con los más de 18.000 aficionados que le rindieron una calurosa ovación al centro, cuando entró a jugar en el primer cuarto del partido.
Perkins, quien no temía decir que aspiraba a ser jugador de los Celtics por siempre, pasó junto a Nate Robinson a Oklahoma City por Jeff Green y Nenad Krstic. Él no se quería ir y los fanáticos no querían que se fuera. Aunque él no es necesariamente el factor, el Thunder juega para 31-9 con Perkins; Boston para 19-20 desde que él no está. Por eso, fue un regreso refrescante y deportivo en un deporte en el que cada vez hay más negocio y menos sentimiento; más arrogancia y menos elegancia.
"Estaba llamando a la gente, preguntándoles si debía llorar o qué", dijo cándidamente Perkins en torno a su emocional regreso. "A fin de cuentas, es un vínculo que he tenido con la ciudad de Boston. No sólo con toda la organización. Cuando tú ganas un campeonato pasas a ser de un niño de 18 años a un hombre de 26, es algo que uno no puede cortar con tijeras y decir que ya no está ahí".
Perkins tenía su fanaticada especial en Boston y él definitivamente lo apreciaba. Brian Johnson y Justin Tsouros quizás fueron los más sufridos con el canje. Su relación era tan especial que ambos asistieron de invitados a su boda.
"Es descorazonante", dijo Johnson a newsok.com, cuando se le preguntó cómo se sentía ver a Perkins en otro uniforme. "Es horrible. Es quizás una de las peores experiencias que he experimentado como fanático".
Tsouros fue aún más expresivo: "Fue como romper con una novia con la que has estado en una relación por los pasados cinco años".
En estos tiempos en el que las superestrellas hacen todo un espectáculo de dejar a un equipo para moverse a otro equipo sin importar el sentir de la fanaticada, el regreso de Perkins y su actitud humilde frente a sus antiguos compañeros y seguidores son una buena señal de que no todo está perdido en el deporte.
Y de que lo cortés no quita lo valiente. En la cancha es otra historia. El corpulento e intimidante hombre defendió la pintura en el Fleet Garden como si se tratara de su vida. Se despidió después de frenar una penetración con un tapón y salió en medio de otra ovación.
Sólo que en el uniforme del Thunder.