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Cambia, nada cambia

Telam

BUENOS AIRES -- Los dirigentes del fútbol argentino, otra vez, le dieron la espalda a lo conveniente.

Con la verdad de perogrullo de que los torneos cortos "permiten pelear por algo todo el año" y que dan la chance de que haya dos campeones por temporada, decidieron mantener el viejo formato de un Clausura y un Apertura, a una rueda de 19 fechas cada uno.

La otra alternativa, respaldada por Julio Grondona -supuestamente impulsado por el Gobierno Nacional-, era la de jugar un torneo largo, a 38 fechas, tal como se hace en la mayoría de los países en donde se prefiere defender el nivel del juego por sobre la tómbola del resultado.

Los únicos cambios se producirán en el sistema de descensos. A partir de agosto de 2012, se eliminarán las Promociones y habrá tres descensos a la B Nacional. Uno de ellos será el equipo que reúna menor cantidad de puntos en la tabla general anual (se sumarán el Apertura y el Clausura) y los otros dos seguirán surgiendo de la nefasta tabla de promedios: los dos peores, excluyendo al ya descendido por la tabla general, perderán la categoría.

Está de más decir que quien firma esta nota estaba de acuerdo con el regreso a los torneos largos, porque de esa manera se les iba a quitar presión sicológica a los jugadores y a los entrenadores y esta situación iba a redundar en una mejoría del nivel de juego, tal como pasa en la B Nacional.

Por otra parte, la ventajas de un torneo largo también podían mejorar las finanzas de los clubes, ya que la presión de los hinchas ante los malos resultados se podían licuar en el tiempo generando mayor estabilidad para los entrenadores. Recordemos que en el torneo que se está jugando actualmente, diez de veinte equipos ya cambiaron de técnicos.

Seguir apelando a los torneos cortos tiene mucho más que ver con la lógica neoliberal de que únicamente importa el resultado (el campeón) y no interesa la forma que se utilice para llegar al éxito. Además, la contracara de los dos campeones anuales es que también se generan 38 frustraciones por año. Lo que por supuesto es un dato no menor a la hora de evaluar la locura que envuelve al fútbol argentino tanto fuera como dentro de las canchas.

El argumento de los clubes que votaron favorablemente por los "cambios" es que los torneos cortos "permiten que todos tengan chance de ser campeones". Lo que por supuestos es una falacia y está equivocado desde el origen mismo de la frase. En un torneo largo también todos pueden ser campeones pero, a diferencia de los cortos, no puede serlo cualquiera sino el mejor, lo que marca una diferencia sustancial en la esencia de cualquier deporte.

También se dijo que los torneos largos, históricamente, beneficiaron a los equipos grandes. Esta afirmación en real para la primera mitad del siglo XX pero es falsa para la segunda, ya que de 1967 en adelante salieron campeones: Rosario Central (4 veces), Newell´s (3), Estudiantes (3), Ferro (2), Argentinos (2), Vélez, Huracán, Chacarita y Quilmes. Los grandes, en ese periodo cosecharon el 53 por ciento de los torneos en juego.

Un recorrido por los torneos cortos se verá que los grandes se llevaron 27 títulos, es decir el 65 por ciento: River, 12; Boca, 9; San Lorenzo, 3; Independiente, 2 y Racing, 1. Mientras que el resto de los equipos se quedaron con 14 títulos; Vélez, 7; Newell's, 2; Estudiantes, 2 y Lanús, Banfield y Argentinos, 1 cada uno.

En definitiva, otra oportunidad perdida para volver a la normalidad. La pregunta que uno se hace es: ¿por qué todavía nos seguimos sorprendiendo?