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Vivir en rojo y blanco

La plaza Neptuno copada de rojo y blanco EFE

MADRID -- El Atleti. Leído así no parece gran cosa, pero lo es. Desde luego que sí. El Atleti, para los que desconozcan la carga de profundidad que tiene este equipo de fútbol, es un sentimiento extraordinario. Una descarga de adrenalina que va desde el habitual sufrimiento hasta la exaltación más profunda. Porque, normalmente, el Atleti es un club que lame sus heridas, que sufre más que disfruta, al que persigue una cosecha de decepciones. Pero hay momentos, pocos, en los que ese mal fario queda arrinconado y aparece el Atleti campeón. Lo sabe bien el Athletic de Bilbao, al que una marea colchonera, así se apoda a sus seguidores, inundó las calles de Madrid celebrando un título europeo. Hace unas semanas Las Cibeles vio celebrar a la afición madridista su título 32 de Liga y a escasos 500 metros la otra fuente emblemática de Madrid, Neptuno, vibró con los hinchas atléticos.

Fue una exhibición del más puro Atlético de Madrid, del que inmortalizaron los Luis Aragonés, Futre o Simeone. Sí, el Cholo, enlace entre el Atleti campeón de Liga y Copa en el 96 y el que ahora vuelve a soborear el triunfo. Mucha culpa la tiene este argentino de pelo rapado y carácter volcánico. Lo tenía cuando calzaba botas de fútbol y lo tiene ahora que se ajusta el traje en la banda. La inteligencia también es la misma. Como jugador sabía estar en todas partes y llegar al gol; como entrenador, pide cabeza a sus jugadores cuando las pulsaciones se aceleran y enloquece cuando decaen. Es un Atlético de verdad, y así se lo reconoce la gente, que acoge como un nuevo himno eso de "Ole, ole, ole, Cholo Simeone".

Y luego está Radamel Falcao, heredero de los grandes delanteros rojiblancos. Gárate estará orgulloso de él. Y Manolo. También Vieri o Forlán. El testigo lo tiene ahora este colombiano de voz frágil y fútbol poderoso. Un goleador compulsivo y rabioso que, desgraciadamente para los seguidores rojiblancos, no estará mucho tiempo por estos lares. Es ley de vida, en los últimos años, en este club: los grandes jugadores emigran. En el barco se queda la clase media, la gente de la cantera, los que se dejan la piel en el campo. Y la afición, claro. Los que son del Atleti.