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"Vox populi"

Italia desplagó el juego más lindo en la Euro EFE

KIEV (Enviado especial) -- Encontrar un favorito en una final a menudo puede ser muy complicado y, sin dudas, este es uno de esos casos. El hecho es que, citando las palabras que Buffón nos dijo el 9 de junio pasado, en la previa del primer desafío azzurro de esta EURO 2012: "Los más fuertes suelen ganar los torneos, pero a veces ganan los mejores".

Ese "mejores" se refiere al conjunto que, en ese específico partido o en ese mes de fútbol, como en el caso de una Eurocopa, encuentra algo en las motivaciones, en el juego y en la suerte, que le permite ponerse al nivel del equipo supuestamente más fuerte y hasta superarlo.

Tenemos en los ojos todavía las imágenes de un enloquecido Drogba levantando la Champions League, en una temporada en la que su equipo, probablemente por primera vez en años, no se encontraba en el elenco de los más poderosos, pero supo ser sin dudas el cuadro mejor, por lo menos cuanto alcanzaba para coronarse campeón.

En ese contexto, desde el punto de vista técnico y táctico, no caben dudas de que España es el más fuerte seleccionado en absoluto, tanto en Europa como con toda probabilidad en el mundo. El hecho de jugar otra final más, siendo campeón defensor del globo y del continente, deja bien claro ese concepto sin dejar espacio a la más pequeña duda.

Hoy por hoy el conjunto ibérico de Del Bosque es el más sólido y eficaz y, gracias a su costumbre a los triunfos (con la herencia que se traen los jugadores también desde sus propios equipos de club), es uno de los pocos seleccionados, sino el único, que puede ganar un partido sólo con el peso de la camiseta.

Sin embargo, hasta ahora en esta Eurocopa no estuvo muy brillante y, como es natural que sea, la Roja se enfrentará en final justamente al equipo que hasta ahora mostró el fútbol más bello y que hasta ahora fue, en definitiva, el mejor: Italia.

Podría discutir por horas y analizar decenas de detalles, para sostener la teoría que la Nazionale mostró el mejor juego en Polonia y Ucrania y que es el conjunto que más mereció llegar tan lejos, desde ese punto de vista. Pero alcanza con contarles que el favoritismo de la Azzurra no es retórica periodística, sino que es la "vox populi" (la voz del pueblo).

En Donetsk, por primera vez en mi vida, vi una hinchada neutral silbar a un equipo porque lo aburría con su actitud amarrete. Eso le ocurrió dos veces a España, la primera ante Francia, con silbidos tímidos pero presentes, y la segunda ante Portugal: en esa ocasión, los hinchas se cansaron de silbarle en contra a los rojos, tanto que los aficionados españoles estuvieron menos calientes de lo acostumbrados, casi atemorizados por la actitud de todo el resto de la hinchada.

Lo curioso, es que las mismas personas que festejaron el triunfo de Casillas y compañeros tras la tanda de penales fueron las que se lamentaron a lo largo de los 120 minutos: eso quiere decir que la protestas no iban en contra de España que, en cambio, tiene una gran multitud de admiradores en todo el mundo, sino que de su juego, de su actitud y de esa posesión aburrida que sirve para defenderse y no para atacar (ahora la gente empieza a entenderlo).

Contrariamente, en Kiev pude asistir a un público apasionado por la Azzurra y, a pesar de que el 90% de las tribunas estaba compuesto por hinchada neutral, casi todos ucranianos, a menudo los muchachos de Prandelli se vieron alentados por gritos ensordecedores de "¡Italia Italia Italia!". La cosa, admito, me conmovió y me puso una grande alegría.

Lo que realmente no me esperaba era asistir a la misma escena en Varsovia, en la semifinal ante Alemania. Polonia es un país limítrofe al germánico y así hubo muchísimos hinchas "crucos" en el National Stadium. Al mismo tiempo, no hay que olvidarse que entre las líneas de Löw había dos polacos: Klose y Podolski.

Sin embargo, la hinchada participó vivamente y con pasión al triunfo de la Azzurra, alentando, cantando y quedándose un buen rato tras el final del match para seguir aplaudiendo y festejando. Algo que nos dice claramente el mayor logro de Prandelli y sus muchachos: el de haber sabido enamorar a la gente.

La "voz del pueblo" se oye fuerte y clara y dice a todo pulmón que su favorito para levantar el título es Italia. Lo dicen los coros en las canchas pero me lo dice también la gente por la calle y por todos lados. Todos desean la victoria azzurra.

Yo recién llego a Kiev tras un viaje de "apenas" 25 horas de tren (sí: ¡eso era sarcasmo!). Ese vagón, obviamente, fue un poco de todo para mí: un medio de transporte, una casa, una oficina y un bar de charlas. En efecto, en los paseos internos, en las pausas café y en las colas para el baño fue un constante hablar con personas de todo tipo y nación. Muchos polacos y polacas, hombres y mujeres de Ucrania y de Rusia, algunos sudamericanos y hasta un par de orientales (uno era japonés, pero el otro no me acuerdo).

Con todos pude canjear algunos minutos de conversación, por lo más en inglés, y todos ellos decían lo mismo: "¡Forza Italia!" Una expresión que aquí ya es de casa y que todos aprendieron. Una expresión que declara la previsión y sobre todo la voluntad del pueblo, es decir que la Azzurra sea campeona.

En una final puede pasar de todo y, como ya repetimos mil veces, el más fuerte puede perder contra el mejor o viceversa. Pero lo que conquistó Italia es ya un triunfo, de por sí mismo, porque prácticamente jugará "de local en tierra extranjera". Esa será su arma especial aquí en Kiev, es decir el amor de la gente.

Y ojo, porque el amor, se sabe, mueve montañas. Imagínense si no puede mover la aguja de la balanza en una final, de lo que en fin de cuentas es sólo un juego, llamado fútbol.