<
>

La abismal diferencia entre poder y querer

MÉXICO -- A Iván García alguna vez le dijeron que su destino estaba o en la calle o en una correccional.

Y él parecía no tener ningún problema con cualquiera de las opciones.

Sobradas son las crónicas que recibimos este lunes contándonos la historia de un chavo que disfrutaba la rebeldía propia de un púber que poco entiende de razones, pero que contó con un golpe de suerte, prácticamente desde siempre: creció cobijado por una familia que creyó en el legendario y popular dicho "no me regañes, oriéntame".

Si lo corrieron de dos escuelas no fue porque no tuviera la capacidad para estudiar, sino que en ese momento básicamente no quería.

Su hiperactividad, casi clínica, orilló a sus padres a buscarle un desfogo en la piscina, hasta que "El Pollo" conocido así por el oficio de su padre, vio un trampolín y le pareció más atrevido tirarse a la alberca que nadar en ella. Esa peculiar necesidad de peligro que muy pocos disfrutan.

Su vida encontró el destino correcto, pero aún faltaba que Iván Bautista, su entrenador, puliera ese diamante en bruto que conoció en los nacionales. Sus condiciones le daban toda la idea que Germán Sánchez y él harían un equipo formidable en la plataforma de 10 metros.

Tenía razón, pero no contó con un detalle. Sus formas de ser no solo no congeniaban, se repelían.

Sánchez mostró desde pequeño un absoluto sentido de responsabilidad, una serenidad impropia de un niño y un aprecio por el orden y la disciplina de niveles exquisitos.

Juntarlos era una invitación al caos.

Pero el caos no aceptó la invitación.

Bautista moldeó a la perfección la medalla de plata que se colgaron en la piscina de Londres, amalgamando con precisión magistral las mejores condiciones particulares de sus atletas y, lo que algún día fue un rechazo a la convivencia, se convirtió en una fraternidad que hoy presume el éxito olímpico.

Ganar una medalla de plata en clavados es ser el primer lugar de los mortales. China ejerce una soberanía cada día más inexplicable.

Su historia se parece a la que hace cuatro años contamos de las Espinoza; Paola y María del Rosario. Su camino coincide con un concepto: Siempre creyeron que podían, pero no fue sino hasta que lo lograron, que se atrevieron a presumir –en el mejor de los sentidos- de lo que eran capaces.

Todo lo contrario a Juan René Serrano, sobre quien pensé en escribir algunas líneas más. Pero creo que con lo anterior he dicho suficiente. Ojalá que haya aprendido la lección.