BRISTOL -- Los que nos dedicamos a este negocio tenemos, de vez en cuando, una tóxica necesidad de voltear a los libros de estadísticas para tratar de entender todo lo que los deportes nos presentan.
Tenemos un hambre desmedida por extirpar cada detalle de cada juego al que asistimos.
Conozco a varios que no disfrutan ni un segundo de los eventos más grandes del mundo, por esa obsesión de interpretar cada tiro, cada lanzamiento, cada brazada o cada salto que ven. Y además les tengo un inmenso respeto, son unos auténticos profesionales.
Los Juegos Olímpicos son el escenario más grande, no sólo para los deportistas, sino también para esta especie a la que tengo el privilegio de pertenecer desde hace 6 años. Queremos que a ustedes que nos escuchan, nos ven y nos leen, les quede clarísimo cuánto sabemos de deportes.
Me tomó 19.32 segundos pensar un poco distinto.
Hacia los últimos pasos de los 200 metros planos, la pregunta ya no era si Usain Bolt ganaría, sino si rompería el récord mundial. Y cuando todos volteamos a la pantalla para ver las marcas vigentes y saber si lo lograría, nos perdimos el momento con mayor significado para él.
Bajó el ritmo (tal cual lo hizo en la final de los 100 metros planos de Beijing) se llevó el dedo índice a la altura de la boca e internamente, mientras se convertía en el velocista más grande de la era moderna, se acordó de aquellos que -ilusamente- dudaron de su sobrehumana condición.
En su mente habrá pasado un monólogo que diría más o menos así: "¿Ven? Hasta trotando".
Si a Usain Bolt no le importó la estadística, entonces a nosotros tampoco nos debería importar. ¿Saben por qué? Porque en el fondo, además de ganar, lo que realmente quiere es divertirse, pasarla bien, disfrutar y de paso entretener a los ochenta mil que estaban en el Estadio Olímpico y a los 2 billones que lo veían por televisión.
Lo más increíble de todo es que, involuntariamente, con cada zancada deja una estela que no es otra cosa mas que una de las carreras más extraordinarias que han existido.
De esos raros privilegios que los sólo los tocados por el talento se pueden dar.
Mientras se divertía con los aficionados de primera fila, con los fotógrafos, con los voluntarios y con Yohan Blake; mientras se dejaba abrazar y fotografiar por el que se lo pidiera; mientras celebraba lo que ningún otro hombre había celebrado, ganar su segunda medalla de oro consecutiva en los 200 metros planos, tomé mi libro de estadísticas y lo cerré.
Porque para contar la magnitud de la carrera de Usain Bolt no hay que voltear a ver los números. Sólo hay que voltear a verlo a él.
De salida: Paola Espinosa, nadie de los que han cuestionado tu final en la plataforma de los 10 metros siente la frustración que seguramente sientes tú. Si decides que fue tu último clavado, vete tranquila. Ojalá volvieras para ganar una presea individual, pero como te lo escribí el otro día: tu legado no se verá reflejado en el número y metal de tus medallas, sino en la cantidad de niñas que, a la fecha, dicen que quieren ser como tú.