MÉXICO -- Lo confieso. No he dormido esta semana. Soñé con fuego, armas, golpes, amenazas, cárcel. No exagero y lo juro. Yo no era el caníbal pero viví el fuego cruzado. Sudaba, despertaba y volvía a dormir. A dormitar quizá. Y volvían las imágenes, los gritos, las persecuciones y el sufrimiento.
Hoy muero de sueño, muero de angustia. Me cuenta mi madre que ella creció en un país y una ciudad limpia, transparente y noble. Salían a jugar en bicicleta, en avalanchas, a correr y perseguirse en las calles. Mi padre me cuenta que me llevó alguna vez al estadio del León. Fue mi primera visita a un estadio. Dice que la gente agitaba banderas, se abrazaba en los goles, cantaban "chiquitibum", o algo parecido, y al finalizar, independientemente del resultado, las familias regresaban en paz a sus casas para seguir el fin de semana familiar.
Hoy yo no duermo porque en la semana escucho a diputados y directivos repartiendo culpas, sanciones y promesas. La cabeza me traiciona y lo mete al sueño. Las pesadillas no cesan y mis ojeras crecen. Hemos acabado con las calles, los parques y nos hemos seguido con los estadios. No más banderas, cornetas, porras y familias. Los suplimos con trapos, bengalas, barras y violencia. Lo de arrestar a jugadores y aficionados es lo de menos. Los mismos involucrados en el futbol hemos hecho trizas lo bonito del domingo, la visita al estadio.
¿Y EN DINERO?
La famosa Liga MX nació para apoyar y fortalecer a los equipos. Salvo León y Chivas, los 16 restantes clubes viven en números rojos. De los pocos ingresos importantes que tienen, están los derechos de televisión y los patrocinios. Hoy las playeras parecen circo de 8 pistas y en la mayoría vemos marcas de un banco, una refresquera, una cervecera y un pan.
Pero a la sensata y moderna Liga se le ha ocurrido la magnífica idea de comercializar el nombre buscando un patrocinio "Premium" que le de apellido al torneo. Está de más decirles que pide una buena cantidad. El susodicho banco antes mencionado, o la refresquera, estudian la posibilidad de "entrarle", para lo cual tendrían que retirar sus respectivos patrocinios y apoyos a los equipos y destinar todo ese dinero a una sola causa, a tener la exclusividad y el nombre de la Liga.
Canibalismo: "es el acto o la práctica de alimentarse de miembros de la propia especie". Ni más ni menos. La Mamá Liga se está devorando a sus hijos. Los estrangula, les exige, los aprieta y ahora les quita. El Gobierno, ni tardo ni perezoso, pide a los equipos pagar la seguridad en los estadios, tanto la interna, de la cual ya se hacían responsables los clubes, como la externa, señalada en una nueva ley para espectáculos públicos.
Lo dicho. Ratings bajos, estadios vacíos, poco futbol, violencia, clubes asfixiados. Hemos acabado con nuestro futbol. En pocos años pero con mucho esmero. Con muchos daños pero con más dinero.