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Vergara: Prohibido perder la cabeza

Durante poco más de una década como dueño del club, Vergara tuvo diferencias con casi todos lo que podía tener diferencias en el medio: jugadores, suyos y rivales, entrenadores, directivos, periodistas, médicos, pero nunca antes había cruzado la estrecha línea de intercambiar insultos con un aficionado. Esta vez lo hizo, evidenciando aún más la profunda crisis por la que atraviesa Chivas.

LOS ANGELES, CA.- Hace 10 años, en un sábado por la noche en el que Chivas se enfrentaba al Atlas en el Clásico tapatío, entró al Estadio Jalisco y lo primero que hizo, antes de bajar al vestidor con los jugadores o subir al palco de honor con los políticos, fue recorrer cada butaca del estadio para convivir y estrechar la mano del aficionado de Chivas. Jorge Vergara lo sabía desde aquella primera noche: la parte más sagrada de este equipo es su pasión, su arraigo y nunca, nunca, pasara lo que pasara, nunca debería pelearse con el aficionado.

Durante poco más de una década como dueño del club, Vergara tuvo diferencias con casi todos lo que podía tener diferencias en el medio: jugadores, suyos y rivales, entrenadores, directivos, periodistas, médicos, pero nunca antes había cruzado la estrecha línea de intercambiar insultos con un aficionado. Esta vez lo hizo.

Lo que sucedió el jueves por la noche en el Omnilife es otra profunda muestra de la evidente crisis por la que atraviesa Chivas. Y al mismo tiempo, Chivas perdió lo último que podía perder en esta malograda época de su historia futbolística: la cabeza de Jorge Vergara.

Otras versiones, no comprobadas, indican que después de ese episodio con el aficionado, y aun en estado de cólera, Vergara descendió hasta el vestidor del equipo e intercambio puntos de vista de manera álgida con el técnico del equipo, John Van't Schip, una situación evidentemente delicada al ser parte, el Guadalajara, de un asesoramiento que encabeza el holandés Johan Cruyff. Se supone, según había dicho el propio Vergara, que él no se metería en decisiones deportivas y que ese rubro lo manejaría directamente el grupo holandés. Si pasó eso al término el juego ante Toluca, Vergara rebasó otra delicada línea del "trato" o "juramento" que él mismo había establecido.

No deja de ser una pena todo lo que ocurre alrededor de un equipo como Chivas. El desmoronamiento deportivo ha provocado ausentismos y desesperación en la tribuna. El aficionado de Chivas se siente descobijado y traicionado y es, hasta cierto punto normal, que un aficionado vea al dueño y lo increpe, le reclame, la exija.

Vergara no puede ni debe caer en ese tipo de conductas o de provocaciones. Una de sus grandes virtudes, esas que lo llevaron a ser un empresario audaz y exitoso, un dueño de equipo diferente, fue su personalidad, extravagante y sencilla, capaz viajar en un avión privado pero de responderle una llamada telefónica a la medianoche a un humilde vendedor de su empresa que tiene una duda sobre el proceso de ventas. El Vergara que forjó un emporio, que prometía, que vendía ilusiones, remataba sueños mientras sus seguidores lo veían como el "Pastor del Rebaño". Ese Jorge Vergara fue el que emergía, en su momento, como una esperanza para revolucionar al futbol mexicano. Ese mismo Jorge Vergara que pase lo que pase, le digan lo que le digan, tiene prohibido perder la cabeza.