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Ni se hastía de miel ni se envenena de hiel

LOS ÁNGELES -- Javier Hernández vive en dos universos. Paralelos, cierto, pero irreconciliables.

Vayamos a su segundo gol al Fulham este sábado, en la goleada 4-1 del Manchester United dentro de la FA Cup.

El mexicano se ubica con ese instinto asesino del cazagoles. Recibe como futbolista normal. Amaga y recorta como crack, como si un espíritu chocarrero de Van Persie se posesionara de él una décima de segundo.

Y después... después... pues patea como el Chicharito: intencionado, perfilado, pero torcido. Y encuentra, en esa beatificación fascinante de sus jugadas, la bendición de una pierna contraria, un defensor que enchueca sus intenciones, enderezando las pretensiones de Javier. Y el arquero tiene un ataque de estrabismo: la pelota inocua se convierte en una retozona circunferencia asesina. La red es el notario que certifica el gol.

Y el Chicharito ríe en el festejo. Y ya lo ha dicho casi en cada uno de sus goles con el MUFC: lo de él no es el ballet, ni la exquisitez estética.

"No importa cómo meta los goles, ni con que los meta, ni como entren, lo importante es el gol, porque acerca a mi equipo a sus necesidades de resultados", y a la memoria de todos, viene el menú chusco de este cocinero de lo impensado, desde aquel gol de mollera, pasando por el autopase para rematar con la trompa, sin dejar fuera el disparo que iba al saque de banda, se estrella en las nalgas del contrario y se convierte en victoria.

Hay algunos artistas como Messi y CR7, quienes usan pinceles para las acuarelas de su gloria. Chicharito usa brocha gorda, pinta grafitti, pero, igual, glorifica el resultado. Al final, el objetivo del futbol es aritmética pura. La cantidad hace historia, la calidad hace histeria.

Y ahí empieza la revuelta. El universo que vive de su lado, pontifica la supremacía de sus goles como una suma de sus virtudes y de sus causalidades. El universo que lo menosprecia, le pinta bigotes a la Mona Lisa, hablando de chiripadas, accidentes y casualidades.

Javier Hernández juega en la frontera de ambos universos. Lo interesante es la serenidad en ese oficio de equilibrista sobre el resbaloso alambre.

Pero el Chicharito no se deja seducir ni por las sirenas encantadoras y encantadas que le bajan el cielo y las estrellas y lo entronizan, desde por los goles que caen, hasta por la caída de ojos, cuando asume una pose coqueta estilo CR7.

Y si no cede ante los arrullos, tampoco ante los cuestionamientos. Él sabe que es más fácil ignorar los vítores que los vituperios.

Unos pueden ser exagerados para él y los otros siempre le parecerán injustos.

Pero no cae en provocaciones, porque, a final de cuentas, los exaltados inconformes tienen un común denominador: son inocuos, inofensivos, castrados. La piedra más afilada que lancen terminará en el efecto bumerang, golpeando de frustración al agresor.

Al final, insisto, sobrevive la ecuación indisoluble entre goles y victoria.

Cuando Chicharito anota, MUFC ha sumado 30 victorias, 4 empates y 3 derrotas, nos cuenta en Twitter @oscarguevara_TD, quien también insiste en que las anotaciones rocambolescas de Hernández han dejado nueve triunfos y un revés en diez juegos esta temporada, y él mismo explica que su asiduidad con el gol se ha reflejado en Premier, Champions, Copa de la Liga y la FA Cup.

Dudo que Ch14 sea un ávido lector de Oscar Wilde, pero sin duda ha convertido en una conducta de vida una de las reflexiones más franciscanas del escritor inglés, en su mundo de depravado cinismo: "Estoy convencido de que en un principio Dios hizo un mundo distinto para cada hombre, y que es en ese mundo, que está dentro de nosotros mismos, donde deberíamos intentar vivir".

Y Chicharito ha entendido eso: que en medio de esos dos universos paralelos, irreconciliables, confrontados, hay un tercero. Y él mismo se tragó la llave de su puerta hace tiempo.