LONDRES -- Hizo historia. Andy Murray, oriundo de Dunblane, Escocia, cortó la racha más larga sin un campeón local en uno de los cuatro Grand Slam, al coronarse en Wimbledon, y eso ya lo convierte en leyenda para el tenis británico. Pasaron 77 años desde el último festejo de Fred Perry en la Catedral y muchas frustraciones en el medio, incluyendo cuatro semifinales del inglés Tim Henman, hasta que fue Murray el encargado de ponerle fin a esa extensa sequía. Por eso, ESPNtenis.com lo eligió como La Figura de la Semana.
Ya instalado como Nº 2 del mundo, Murray se viene mostrando más audaz y firme en su juego y más estable emocionalmente. Así fue como sorteó algunos partidos muy difíciles en su camino a su segunda corona de Grand Slam ("debutó" en el US Open 2012) y en especial derrotó al serbio Novak Djokovic (1º) en la final londinense.
Murray es el único que ostenta ahora el lujo de haber llegado a cuatro finales seguidas en los 'Majors', siempre en superficies rápidas, ya que faltó al reciente Roland Garros. El escocés perdió la final de Wimbledon 2012, luego se coronó en el Abierto de Estados Unidos y este año cayó en el Abierto de Australia y ahora se impuso en su torneo favorito. Sin dudas, tras varios dolores de cabeza en los grandes torneos, está recuperando terreno perdido y la experiencia le sirve para confiar más en su potencial y dar vuelta la historia reciente.
Durante Wimbledon, Murray, de 26 años, se convirtió en el jugador británico con más victorias individuales en los Grand Slam en toda la historia, hasta que llegó a la marca de 113 con su triunfo en la finalísima. Igualmente, su sueño y el de toda Gran Bretaña era que pudiera festejar el domingo 7 de julio en el mítico All England Club. Y vaya si lo consiguió, superando en tres sets a Djokovic, dueño de ese título dos años antes.
En 2012, Murray había jugado su primera definición en Wimbledon, donde empezó muy bien llevándose el set inicial, pero perdió con el suizo Roger Federer en cuatro parciales. Aquella vez estuvo muy tenso, sin poder descomprimir y reflejar en cancha la tremenda presión de la historia y de tantas ilusiones depositadas en él. Esta vez, ya con esa final a cuestas y con el antecedente de tener ya un 'Major' en sus vitrinas, pudo jugar un poco más tranquilo, más allá de la tensión reinante.
En el transcurso de estos casi 80 años de sequía británica en la Catedral, hubo un jugador, Henman, inglés nacido en Oxford y residente en Londres, que había acaparado la atención del público local durante las dos décadas pasadas. Arribó cuatro veces a los cuartos de final y en cuatro oportunidades a las semifinales, pero siempre le faltaba ese paso extra para poder ser finalista en casa.
La particularidad de Henman, dueño de un estilo vistoso y ofensivo, fue que sus cuatro derrotas en semis las sufrió ante el posterior campeón: cayó ante el estadounidense Pete Sampras en 1998 y 1999, con el croata Goran Ivanisevic en 2001 y frente al australiano Lleyton Hewitt en 2002. Jugó en Wimbledon hasta 2007, pero en sus tres últimas intervenciones ya no pudo superar la segunda ronda.
En 2005 apareció en escena Murray, quien más de una vez era criticado, en sus caídas, por ser escocés, pero los ingleses sabían que se trataba indudablemente del dueño de tomar la posta dejada por Henman e intentar conseguir la hazaña. En el camino, accedió tres veces a semifinales, hasta que ahora le llegó la hora deseada, la más soñada, la de romper una racha ya histórica. Por eso el delirio de los millones y millones de fanáticos y una alegría que durará por mucho tiempo en suelo británico. Murray lo hizo. Fue profeta en su tierra. A festejar, entonces.