En una batalla de guerreros, el ruso Ruslan Provodnikov (23-2 con 16 KOs) se supero a sí mismo y noqueo al campeón welter junior de la OMB, Mike Alvarado (34-2 con 23 KO) que no pudo salir para el undécimo asalto del combate realizado en el 1st Bank Center de Broomfield, Denver, Colorado.
El combate de antemano tenía un dibujo muy claro. Dos hombres que suelen lanzar más de sesenta golpes por asalto y les gusta el intercambio, iban a dar una pelea emocionante. Y así fue. Una lucha de poder y en ese rubro, el ruso conocido como "Rocky siberiano" fue una roca, un increíble triturador con un aguante fuera de lo común.
Lo advertimos en nuestras claves, previo al combate: Alvarado no debía fajarse, la única estrategia posible era aprovechar su mejor distancia, establecer el jab y bombardear desde los ángulos. En algunos asaltos lo hizo, pero en la mayoría el corazón pudo más que la mente y acepto el intercambio. Fue un error y lo pagó caro.
Pero hubo otro detalle que tengo mis dudas, si no conspiró contra el mejor desempeño del ex campeón. Alvarado para la pelea subió casi veinte libras. Peso menos de 140 el viernes en la báscula y a la hora del combate estaba sobre las 157 libras. Si tenemos en cuenta que enfrentaría a un hombre más rápido, el mayor peso lo dejaría aún más lento. Y así se vio.
Ruslan por su parte tuvo lo que ha nos había mostrado antes. Corazón, entrega y coraje. Lo mismo que mostró en su pelea anterior contra Timothy Bradley, aunque esta vez le agregó inteligencia técnica y un excelente plan de pelea.
En primer lugar subió menos de ocho libras luego del pesaje del viernes, es decir mantuvo intacto su velocidad. Lanzó menos golpes de lo habitual, con un promedio que apenas superó los cincuenta golpes por asalto, sin embargo apostó a la precisión y mejoró el porcentaje de acierto. Era obvio que peleando en un lugar tan alto como Denver, debía economizar energía y trabajar sobre seguro.
Pero hubo otro acierto que también le aconsejamos en nuestras claves: el castigo a la zona media de Alvarado. Por allí empezó a ganar el combate Ruslan Provodnikov. Fue una máquina de golpear a la zona blanda de su oponente cada vez que tuvo oportunidad. Le quitó revoluciones y lo dejó sin piernas.
Y es verdad que Provodnikov aún tiene carencias. Muestra un pésimo balance de piernas a la hora lanzar sus trallazos y le falta más movimiento del cuello o los hombros para quitarse golpes. Pero todo lo compensa con su capacidad de lanzar golpes de todos los ángulos, la presión constante y asfixiante sobre el rival y un aguante increíble.
Soporta todo y todo lo devuelve.
Fue un triunfo inobjetable, un buena decisión de Mike Alvarado de no salir al undécimo asalto y una cantidad de conclusiones que deja una pelea que representa lo que desean ver la mayoría de los fanáticos: emoción, intercambio y peleadores que se entregan por entero.
Mike Alvarado tomó una pelea demasiado difícil y bajo la presión de su propio público. Perder era una opción y la aceptó como buen guerrero.
Ruslan Provodnikov se superó a sí mismo, le dio otra alegría al triunfador equipo de Freddie Roach e irrumpe como un huracán en la élite del boxeo, para romper la calma en el mundo de los welters. ¿Quién ahora se animará a enfrentarlo?
Veremos la fila de oponentes dar el paso al costado para evitarlo en el futuro próximo. Ojalá me equivoque, pero así ocurre siempre cuando este tipo de noqueadores de hierro demuestran su poder de fuego. Hasta entonces esperaremos y guardaremos en la memoria otra batalla que reivindica el espectáculo. Porque más allá de la técnica de los campeones elusivos, cuando se trata de elegir la pelea del año, las únicas candidatas son aquellas guerras que protagonizan campeones del calibre de Provodnikov y Alvarado. Ganó el ruso, ganó el boxeo, fue una noche feliz.