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Una bandera roja a las repeticiones

Uno sabe cómo va esto: Entre las industrias deportivas, el béisbol siempre anda último al adoptar tecnologías. La NFL ha utilizado las repeticiones desde 1986, mientras que el béisbol apenas comenzó a utilizarlas de forma limitada en el 2008. Y aunque la expansión del uso de las repeticiones ha estado en la lista de deseos de los fanáticos por años, una de las buenas noticias salidas de las reuniones de gerentes esta semana es que finalmente vamos a obtener la expansión en el uso de la repetición en video.

El problema es que, incluso luego de varios años de anticipación, todavía no sabemos qué tipo de expansion en el uso de las repeticiones vamos a recibir. No sabemos cómo los managers van a poder retar las jugadas, y no sabemos -- ni podemos saber -- cuan bien va a funcionar esto en la práctica. Vamos a tener que esperar y ver lo que traigan las nuevas reglas en enero una vez se establezcan mediante las negociaciones con la asociación de jugadores y la unión de árbitros.

Pero igual que ha pasado con tantos desarrollos durante la era de cambios de Bud Selig, yo me preocuparía por las consecuencias no anticipadas.

Tomen la sugerencia de que los retos exitosos no cuentan contra el límite de los managers de dos retos por juego. Si uno logra encontrar la manera de hacer solo retos exitosos, ese es un límite por el que uno no tendría que preocuparse.

¿Acaso alguien piensa que un equipo en su estadio local no va a desplegar sus propios recursos y explotar la tecnologi=ía inalámbrica para comunicarse cuando el hombre en el dugout deba lanzar su bandera roja de protesta en el diamante? Si se logra encontrar la manera, podemos apostar que los Rays lo van a hacer. O los Atléticos. O los Astros. O alguien más, porque el impulso de conseguir ventaja competitiva -- sea por la vía de la tecnología, inteligencia o personal, por métodos justos e injustos -- es tan viejo como el juego mismo.

Así que, ¿cuál es la razón para que los problemas estén más atados a los estadios locales? Sí hay una manera para que un equipo logre tomar ventaja para revertir jugadas, no hay otro sitio mejor que en su casa para lograrlo, donde pueden arreglar las cosas para que salgan a su manera. (Versus cargar con toda la tecnología y despegar el personal en la carretera, asumiendo de que algo así se pueda lograr en un estadio rival.)

Y entonces entra el juego la pregunta de lo que es posible revisar y como eso va a variar de estadio en estadio. Luego de hablar con un camarógrafo de un equipo, resulta ser que cada estadio tiene capacidades diferentes para un número de cámaras de TV. Durante la temporada regular, la mayor parte de los estadios usan hasta ocho cámaras; ese número aumenta durante la postemporada, pero el límite varía de acuerdo al estadio; en el Juego de Estrellas en el Citi Field este año, Fox se las arregló para meter seis cámaras de alta velocidad y 25 cámaras de alta definición (más allá de la inútil cámara detrás del plato) para un gran total de 41 cámaras.

Los equipos de forma individual podrían querer negociar un número expandido de cámaras en sus acuerdos locales de TV, o que las mismas sean desplegadas por su propia cadena regional de deportes. Y entonces entra en juego la pregunta de las cámaras estacionarias automáticas. Por ejemplo, uno pensaría que cada equipo tiene una cámara estacionaria apuntando a cada poste de foul -- pero aparentemente no es así.

Más allá del proceso de revisar el material en sí, el número de cámaras -- sea quien sea el que las opere -- define el rango de posibilidades de lo que puede ser revisado. ¿Acaso MLB va a exigir un estándar universal que no sea va a poder alterar de estadio a estadio? De no ser así, podríamos terminar con varios rangos de posibilidades de revisión, de acuerdo con cada estadio. ¿Acaso eso es justo?

Tendremos que ver lo que sale de las reuniones adicionales del béisbol en torno al tema, pero si ha crecido el escepticismo en los últimos años por las consecuencias imprevistas que han surgido de las innovaciones del juego ocurridas bajo el mandato de Selig, podemos apostar que algo no va a resultar bien de acuerdo a lo que espera la gente que lo está planificando ahora.