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Pausa navideña, mosquitos y Año Nuevo

Como mi padre era de Trinidad y Tobago, sé de mosquitos. En mis visitas a su isla natal, dormíamos bajo una red y no nos molestaban. Así que cuando llegué a Puerto Rico, no quedé pasmado por la cultura del mosquito.

En el restaurant de Tony en Cabo Rojo yo hacía mis llamadas telefónicas afuera por la noche y me picaban como si fuera una galleta, pero cuando tienes que hacer una llamada, tienes que hacerla.

Y entonces llegó Arecibo.

Todo mi reconocimiento a los Lobos porque nos vencieron en las finales en mi primer año en Puerto Rico. Eran un equipo duro y tuvieron algunas temporadas excelentes gracias a los jugadores que contrataron de los Estados Unidos. También tenían la ventaja de los mosquitos. Sé que ellos también tenían que lidiar con los mosquitos, pero siendo miembro del equipo visitante, estaba seguro de que escondían un atractor de mosquitos en el dugout. Estaba convencido de que un mosquito de Arecibo podía tragarse entero a un coquí.

Para cuando se estaba comenzando a reconocer a Arecibo como un equipo que iba a llegar lejos en los playoffs, yo estaba mejorando bastante mi dominio del español. Estaba comenzando a soñar en español, y sabía que esto era una buena señal de aprendizaje de un idioma. Comprendí algo que me habían dicho en el transcurso de ese año, que antes no había comprendido.

Solo conducía a veces para llegar a los juegos de visitante (donde todo está lejos de Mayagüez). Juan, un amigo de mi joven compañero Josean Torres, ayudaba conduciendo de vez en cuando. Para entonces, él conducía mucho y tenía una familia genial que nos permitía quedarnos en su casa tarde por la noche. Ellos solían ir a los juegos y yo llamaba "abuelita" a su abuela. Un día, Juan tenía dificultad para encontrar un empleo (el trabajo en "Starkist" había terminado) y mi amigo dijo "Pobre Juan, no tiene dónde caerse muerto". No pude captar el sentido en ese momento (en inglés sería: "Juan doesn't know where to fall dead"), pero después me reí, y por supuesto, usé esa expresión con otra persona.

Hablando de caer muerto, estaba seguro de que mi compañero, Alex Díaz, estaba tratando de asesinar a la mascota de los Criollos de Caguas. No estoy seguro de si aún lo tienen, pero ese pollito siempre estaba trayendo problemas. No era extraño que Alex lanzara bolas, bates y hasta cascos al pollo durante el tiempo previo al juego. Quizá la paga que la mascota recibía lo hacía más tolerable.

Pero los viajes hasta lugares lejanos como Caguas implicaban que debíamos hacer paradas al regresar. Descubrimos algunos lugares repartidos por toda la isla, sobre todo durante las fiestas. La 'parranda' era similar a la tradición de carnaval de Trinidad. Una fiesta ininterrumpida que iba de casa en casa. Así que la comida era abundante y, si no me detenía para probar las costillas en Isabella, podía pasar por la casa de alguien en ese momento del año.

Después de que el pitorro me quemó la mitad de los pulmones, permanecí en coquito y me preparé para mi viaje a casa a New Jersey para compartir las fiestas con mi familia. Fue difícil estar en Puerto Rico para el día de Acción de Gracias al principio, pero después de pasar un buen rato con Roberto Hernández y su familia, consideré seriamente quedarme en PR para Navidad, pero después cambié de opinión.

Cuando estaba en casa, extrañaba Puerto Rico. La comida, la nueva familia que había conocido. También estaba jugando el mejor béisbol que había jugado en mucho tiempo y no quería perder el ritmo. Una vez que un jugador entra en una buena racha, no quiere que termine, y los días sin actividad no suelen ser algo bueno. Forma parte de lo que tienes que hacer como profesional, seguir mejorando, sacrificar el tiempo que quisieras disfrutar con familia y amigos para vivir tu sueño. Aunque en Puerto Rico era feliz, sabía que estaba lejos de mi familia y que sus vidas seguían adelante.

Jugar en Puerto Rico implicó que, por primera vez en mi vida, jugara al béisbol por un año seguido sin interrupción. Pasé de la Liga Instruccional a la liga de invierno, a entrenamiento de primavera, a la temporada regular, y de nuevo a la liga de invierno. Es el compromiso que han asumido muchos jugadores de Puerto Rico, pero para mí era algo nuevo y fui afortunado de asumir este compromiso en un sitio que me dio tanto apoyo.

Cuando regresé de los Estados Unidos, disfruté de todas las fiestas y el entusiasmo del Año Nuevo. Mucha gente de Mayagüez iba a "El Holi", el apodo del Holiday Inn. Solía quedarme mirando a la gente bailando salsa y esto me ponía inmediatamente en un estado de trance. No hay nada como bailar salsa y ver una sala entera llena de gente bailando.

Mi colección de CDs estaba en plena expansión. Agregué a Rey Ruiz (Vi La Luna Negra), más de Victor Manuelle (Como una Estrella), Rubén Blades y El Gran Combo a mi extensa lista anterior (Marc Anthony, Johnny Rivera, Tony Vega...) así que, para entonces, eso era lo que escuchaba cuando estaba de viaje y en casa.

Cuando llega Año Nuevo en Puerto Rico, sabes que es el momento de ponerse las pilas como equipo. No queda mucho tiempo de la temporada y las divisiones pueden ganarse o perderse en una semana buena o mala. Así que era importante divertirse, pero más importante era llegar a ser un mejor jugador y un ganador.

Para ese momento, me sentía muy orgulloso del uniforme de Mayagüez. El más desfavorecido, el equipo de Aguas Puras. El campo contra la gran ciudad. Es nuestro momento.