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'La Gacela', el JMV y perder el campeonato

En mi primera temporada completa que jugué en Puerto Rico, logré integrar el equipo de las estrellas, y eso fue un honor increíble. Nunca había integrado un equipo de estrellas como profesional y, luego de un año arduo en Triple A, lo sentí como un reconocimiento. Cuando me enteré de que el partido de las estrellas era más que un partido, me entusiasmé. Era una competencia de destrezas, era una fiesta gigantesca, con cantantes de merengue coreando "A Bombazo... ¡Sí!". (Grupomanía).

Sin habérmelo pedido formalmente, se esperaba que yo corriera en una competencia de sprint. No me acuerdo si eran 60 yardas o 60 metros, pero era más lejos que del plato a primera. Éramos yo, Bernie Williams y dos corredores del equipo nacional puertorriqueño de atletismo. Me preocupaba porque ese tipo de carreras suelen terminar en lesiones, así que tenía mis reservas al respecto.

Una vez que acepté participar, decidí simplemente usar mi uniforme. Mi conjunto vino, dorado y zapatillas con clavos. Hace poco recibí un correo electrónico sobre la carrera en el que me decían que había usado zapatos prestados, pero recuerdo que simplemente corrí con zapatillas con clavos. De cualquier modo, lo mío no tenía comparación con la preparación de Bernie Williams. A él siempre se le ha conocido por su profesionalismo y su espíritu competitivo, así que se tomó la carrera con mucha seriedad. No estaba dispuesto a dejar que nadie lo venciera en su propio terreno de Puerto Rico.

Se puso un traje aerodinámico muy elaborado, que con seguridad se lo diseñó la NASA. Hizo estiramientos y calentamientos por cerca de una hora. Se paseó por los jardines haciendo levantamientos de rodillas y dando patadas. Yo lo tomé como un partido. Algunos sprints, un poco de estiramiento y listo. Pero mientras esperábamos a Bernie, entendí por qué ha ganado tantos campeonatos (aunque no pude dejar de sonreír por su traje que lo hacía visible desde Marte).

Cuando llegó la carrera, me di cuenta de que había muchas apuestas en la competencia. Llegamos a nuestra posición y partí tratando de coincidir con el sonido del disparo. Al fin, yo gané, pero no dejó de haber controversia, porque el próximo día en el partido, Bernie me susurró una pregunta retórica. "¿Así que te adelantaste al disparo?". Sinceramente, no lo sé. Sentí que corría como si estuviera robando una base. Hay que anticipar, adivinar y cuando hay alguna acción (como el sonido del disparo), se sale volando. Pensé que salí junto con el disparo, pero Bernie no está de acuerdo.

Otro corredor me mandó un correo electrónico el mes pasado; el mensaje era muy cortés, aunque me preguntó si había "robado la salida".

Yo no lo tomo a mal porque lo que sucedió en esa temporada para mí en Puerto Rico fue mágico. En lo que se refiere al juego, todo fue perfecto para mí. Desde el juego de estrellas hasta la nueva oportunidad de ser un jugador serio, pasando por ganar un concurso de velocidad. Fue más que la carrera; mi apodo, 'La Gacela', fue tanto un símbolo de aceptación como de velocidad, que era mi juego. En general, yo no corría nunca porque lo único que me imaginaba era que iba a tener un desgarre de tendón, pero pensé que tenía que correr porque todo el mundo quería ver esa carrera. No había corrido un sprint con pistola desde que tenía 11 años.

También sabía que si fuera una verdadera carrera de distancia, los corredores del equipo nacional nos hubieran hecho polvo, por lo menos a mí. Nunca he tenido la resistencia necesaria para los 400 metros, pero puedo ir de 'home' a primera de manera eficiente y rápida, y ese era mi juego.

Independientemente de lo que hayan pensado sobre la carrera, yo lo pasé muy bien en la fiesta. Bailé con una anfitriona del hotel en Ponce toda la noche. Aprendí mucho sobre mis pasos de merengue.

El partido fue un momento fabuloso, y jugué con los mejores jugadores de la liga. Tuve buen juego, y fue otro ejemplo de cuando uno pertenece a algún sitio y cuando la gente quiere verlo a uno triunfar, hace que el éxito sea mucho más alcanzable.

También sabía que el partido de estrellas era muy tarde en la temporada, por lo que no era el momento de recibir trofeos, sino de ganar todo el campeonato. Además de nunca haber conformado un equipo de estrellas en todas mis temporadas de liga menor, tampoco había ganado nada nunca. Ni siquiera una división. Yo quería ganar.

Una vez que finalmente aseguré un sitio en las eliminatorias, todo se redujo a los partidos esenciales. Cuando escuché que las finales eran al mejor de 9, simplemente pensé: "Increíble, ¡podríamos seguir jugando hasta el Día de la Apertura en las grandes ligas!"

Llovió fuerte durante algún tiempo, por lo que se produjeron muchas tardanzas en la primera ronda. Nos tocó San Juan, el equipo legendario, que para entonces tenía una alineación que hubiera puesto celoso a un equipo de liga mayor. Desde Roberto Alomar hasta Edgar Martínez, pasando por Igor. Esta alineación estaba cargada de arriba a abajo.

Por supuesto, nuestros aficionados de Mayagüez iban a hacerle pasar un mal momento a San Juan y lo hicieron. En uno de los partidos, por toda la controversia en torno a Juan González, los aficionados lo molestaron tanto que trató de trepar la red para llegar a ellos.

La estación de radio pasó una advertencia que decía que teníamos que tratar bien a esos legendarios jugadores porque estaban jugando por la salud de la liga y porque deseaban mantener su solidez. Ellos no tienen la obligación de jugar, pero optan por hacerlo. Me pareció un buen gesto, aunque como Indio, yo quería que San Juan lo pasara mal en nuestra casa.

Éramos los más desfavorecidos, pero los derrotamos en casa. Lamentablemente, cogí 'La Monga' que estaba pasando por el equipo, y cuando entramos en el 21ra entrada de un maratónico partido de entradas extra, apenas podía pararme de lo mareado que estaba. Mientras me arrastraba hacia el baño, le dije a nuestro último jugador de posición que quedaba, Armando Ríos, que tenía que alistarse porque yo no podría salir. Después Jose Hernández conectó el hit ganador del partido. Yo ni siquiera pude salir a celebrarlo. Estaba sudando y drenado de toda energía.

Pensaba que todo iba a estar bien porque teníamos un día libre antes del inicio de las Finales. ¡No! Lo cambiaron porque la liga estaba preocupada de que no tuviéramos suficiente tiempo para establecer la temporada antes de la Serie del Caribe. Llegué a casa a una inconcebible hora de la madrugada sabiendo que tenía que volver inmediatamente al estadio a enfrentar a Arecibo el mismo día.

Estuve prácticamente todo el día y toda la noche tirado en el piso. Luego, a las tres y media de la tarde, me arrastré al estadio y colapsé en la mesa de entrenamiento.

Declaré que no podía comenzar el partido. Todo me daba vueltas. Recuerdo que Adalberto 'Junior' Ortiz me gritó: "¡Esta es la Serie Mundial! Tienes que encontrar la manera de jugar!". Yo lo llamaba a él (y a José Hernández) "Payaso" todo el tiempo, así que, en general, solo me reía de sus comentarios. Pero esta vez él tenía razón, pero yo estaba verdaderamente enfermo. La Monga puede hacer que Godzilla clame por su mamá.

Finalmente dije que podía entrar al partido y logré un par de hits en nuestro juego 1 perdido frente a Arecibo. Yo solo me podía concentrar en tratar de no vomitar en los jardines. Era espantoso.

Luego de una batalla de tira y afloja, los Lobos nos ganaron, pero no sin antes yo ganar el trofeo al jugador más valioso de la liga. Alomar incluso dijo que le sorprendía que siendo él del lugar no lo hubiera ganado. A mí también me sorprendió, pero fue otro ejemplo de sentirme como si fuera parte de la familia.

Esperaba que los votantes y los aficionados apreciaran el hecho de que hice todo lo posible por aprender la cultura y ser parte de ella. Me encantó, y el sentimiento fue recíproco, y ese premio fue poderoso porque además de reconocer mi éxito personal, simbolizaba el "valor" que se aporta a un equipo, a una liga.

La gente dice todo el tiempo: "Es un honor", pero verdaderamente, el premio MVP y esta liga fueron más que un honor para mí, cambiaron mi carrera y mi perspectiva sobre cuestiones de raza y sobre Estados Unidos. Así de importante fue para mí.

Los Lobos nos ganarían en el juego 8, una noche que ni siquiera sentí cuando me picaban esos mosquitos que parecen buitres. Había liderado a la liga en unas cuantas categorías y tenía el trofeo, pero no tenía el trofeo más importante. El del campeonato. Tendría que volver el año próximo por eso. Algo por lo que no podía esperar...